Se recuerda que para el año 2012 era la propuesta que provocaría más impacto cultural a nivel nacional. Se trata de la Ley de mecenazgo, que procura incentivar la inversión de nacionales y extranjeros a la industria cultural, bajo la implementación de normas que faciliten una mayor participación de los sectores privados o personas físicas y jurídicas dentro de un marco legal de fiscalización.

Según dice su párrafo dos: “Las disposiciones contenidas en la ley están llamadas a valorizar, incentivar y fortalecer el desarrollo cultural e integral del pueblo dominicano”. Una herramienta que funcionaría al margen del Ministerio de Cultura y su agenda interna, que además ayudaría a la captación de fondos, sin el orden burocrático estatal, favoreciendo a proyectos independientes organizados.

Esta propuesta lleva en su crónica varias modificaciones, la rotación de presidentes en ambas cámaras, “la buena voluntad” de senadores y diputados, sumado a dos campañas electorales. Entre tanto las cartas de “apoyo” y “ayuda” siguen llegando a padrinos y mecenas, acción que por tradición o informalidad se ha instaurado como el “ministerio del pedigüeño”.

Si hay otra razón para quejarse es esa; en este caso no todo se le quiere cargar al gobierno. Se trata de buscar una alternativa viable y sostenible que permita fomentar la actividad cultural en el ámbito nacional. Se trata de no tener que contar con los amigos que están nombrados en las distintas direcciones, de no adormecerse con la Convocatoria de Gestores, de no esperar. Mientras tanto, el ministerio duerme, y la ley descansa, casi en PAZ.