Si algo nos enseña la ética, es que los hábitos virtuosos, deben cumplirse en todo lo relacionado: a normas, leyes, principios y constitución, que se han edificado sobre la base de lo dialógico y el consenso social. De ahí, que la ética no tiene que ver con la degradación de las instituciones y sí con que esta funcione dentro de lo que es una ética pública, que los sujetos han de exigir desde una ética cívica a los gobernantes de turno y no esperar que desde las instancias del Estado, las normas los deberes de la ética pública se van a cumplir. La ética pública, está en contra del nepotismo, clientelismo, patrimonialismo e inclinada por todo lo que es transparencia y justicia social. Al político desde la ética cívica, hay que exigirle que cumpla con dicha ética pública y que se preocupe por esta como parte de la ética deontológica, pero no le exija que tenga ética. Eso es como pedirle que no digan mentiras a los votantes en una campaña electoral.
Desde una ética cívica, caracterizada por la igualdad, la solidaridad, la tolerancia y La libertad, se debe luchar en un mundo y cibermundo inundado de Aporofobia o de rechazo al pobre, el cual se percibe como un desgracia, una molestia social e incluso el de la “de la propia familia, porque se vive al pariente pobre como una vergüenza que no conviene airear, mientras que es un placer presumir del pariente triunfador, bien situado en el mundo académico , político , artístico o el de los negocios” (Cortina, 2017, p.21). El asumir la ética como construcción de vida, es ir contra todo lo que es destrucción de vida, de violencia, de muerte, de misoginia, que es el desprecio u odio a las mujeres y de zonas grises (robos, narcotráficos, asesinatos e hipercorrupción).
Construyéndonos en los hábitos virtuosos en esos espacios virtuales del cibermundo, se puede enfrentar, con gallardía esa “fobia hacia el pobre la que lleva a rechazar a las personas, a las razas y a aquellas etnias que habitualmente no tienen recursos y, por lo tanto, no pueden ofrecer nada, o parece que no pueden hacerlo.”(Ídem.). En este sentido, el sujeto ético, con su actuación buena, nos hace reflexionar en torno a cuáles son las buenas actuaciones en la vida o cómo irlas forjando. Esta ética va más allá de lo deontológico y se coloca en una ética aplicada, que va resituando sus actuaciones a cada momento, en cada acontecer. Estas actuaciones son diferentes a la ética teleológica, que es la ética de los fines.
El sujeto de la ética hace pensar en nuestras actuaciones en el ámbito de una ética profesional. De acuerdo al filósofo e investigador en ética Augusto Hortal Alonso: “La ética se ocupa de decir en qué consiste esa actuación buena que nos hace buenos; la ética profesional se centra ante todo en el tema del bien; qué bueno hacer, al servicio de qué bienes está una profesión, cuál es el tipo de bien que busca como finalidad constitutiva la abogacía, la medicina, la ingeniería, el trabajo profesional de los farmacéuticos o de los periodistas, y en relación con todo lo anterior quien es buen profesional” (2010, p.193).
La ética ha de estar presente en el pregrado, en el grado y el postgrado, en este último nivel se imparte la ética profesional y en la que ha de seguir profundizándose como asignatura los problemas éticos relacionados con los valores, que ha de adquirir y poner en práctica el profesional dominicano y no quitarle créditos a esta asignatura, como se ha estado haciendo en algunas maestrías y no tenerla como de coletillas. La mayoría de los docentes a los que les he impartido ética profesional, me dicen que por qué se deja de última dicha asignatura, cuando debiera ser de las primeras.
Siempre les he dicho a los profesionales en cuanto a la ética, que el hecho de que se imparta dicha asignatura, no por eso ya son éticos, esta no es como ir a comprar un vestido o un pantalón, para verse elegante, ya para adquirir las normas y los principios éticos en la vida de un profesional , hay que partir de una construcción en la conciencia sobre los hábitos virtuosos, que son valores, que sirven de ejemplo a la sociedad, que se van interiorizando cada día y que nos invitan a formarnos cada día más en el ejercicio de la profesión, la cual se honra, cuando se busca el sentido de lo virtuoso y no lo de lo vicioso. Además, que cobra importancia la ética, no solo desde lo deontológico sino, también, desde lo ontológico, que nos abre la propia existencia, dado que podemos ser buenos en nuestra profesión y ejemplo de ética profesional, pero da el caso que se es indiferente en los problemas que enfrentan sus vecinos en el residencial donde vive u otras situaciones similares en lo social.
La ética del sujeto nos dice que se debe trabajar por lograr un autoexamen, la reflexión de uno mismo, aunque jamás seremos éticos a plenitud. En nuestra condición de sujeto social, se necesita cierta dosis de amoralidad para no morir de asfixia moral con relación al mundo y cibermundo. En la República Dominicana, Eugenio María de Hostos, murió de asfixia moral, de acuerdo con Pedro Henríquez Ureña: “Volvió a Santo Domingo en 1900, a reanimar su obra. Lo conocí entonces: tenía un aire hondamente triste, definitivamente triste. Trabajaba sin descanso, según su costumbre. Sobrevinieron trastornos políticos, tomó el país aspecto caótico, y Hostos murió de enfermedad brevísima, al parecer ligera. Murió de asfixia moral” (1952, p.18)
El filósofo y pensador de la complejidad Edgar Morín, nos dice: “En cada cual hay un egocéntrico ineliminable y, por este hecho, en la vida moral hay una parte amoral, necesaria por los demás para el ejercicio de la moral, sólo sea porque permite la supervivencia: es necesario un callo de indiferencia para no ser descompuesto por el dolor del mundo” (2009, p.104). Es por eso, que la ética del sujeto es de autocrítica y de comprensión, por lo que “No se puede vivir sin estar parcialmente atorado, ciego, petrificado. Pero a lo que la mente debe resistirse, intelectual y éticamente, es a la clausura, a la ceguera, a la petrificación” (ídem). Esto es debido a que vivimos en una relación de especificidad de poder- cultura- sociedad, en que el sujeto ético ha de luchar por una ética cívica, para que los políticos cumplan en lo social y para que de esta manera, la ética pública funcione y que el Estado dominicano no sea un botín electoral, de quien ganó se lo sacó, para repartirse el presupuesto nacional entre su propio grupo corporativo dentro del partido que representa.
Desde el Estado, desde las instituciones públicas, todo se hace a la clara, no hay mesura, ni escrúpulos, se perdió la vergüenza, nuestra sociedad transida, vive en la sinvergüencería en el plano de la política, de la vida pública.
Y es que confundimos la ética con moral y cívica o con un simulacro moralista de corte cristiano mezclado con neoliberalismo para aplicar principios no éticos como el de vivir y desayudar a vivir, presentar máscaras alegres para seres tristes y transidos. De ahí, que no podamos hablar de que los profesionales de la investigación en el área de la medicina le faltaron a la ética, si nunca se ha profundizado sobre la importancia de una conciencia ética profesional y cívica, lo que no significa que todas las profesiones en el país no tengan su código de ética, al igual que lo tiene el Estado. Lo desgarrado de todo eso, es que los códigos son como un librito en un cajón del escritorio, por eso es que no cumplimos nada, nuestra conciencia ha pasado por ética teórica pero no por ética vivida. A veces, ni por eso, porque confundimos lo ético con lo moral y la moralina (Merejo, 2017). En esas áreas de las evaluaciones científicas, educativas y jurídicas, los propios evaluadores han de ser evaluados. ¿Quién los evaluaría?