Tenemos que encontrar las opciones de transformación de la humanidad. Un uniformado de la seguridad del edificio donde laboro tiene la convicción de que “la maldad siempre está presente en el mundo”, yo cotidianamente le respondo que la bondad también.

Hay mucha información sobre la situación de las personas en la República Dominicana, y la verdad que adentrarse en esas cifras dan ganas de llorar. Es necesario incidir en el cambio de esa realidad, y sacudirse de esa sensación de vacío y de que todo está perdido, que poco a poco se ha ido apoderando de la gente. Cada conversación escuchada en una sala de espera, en una fila y la actitud generalizada de apatía o agresividad con la que estamos viviendo refleja cansancio, desánimo y resignación. Y lo peor, hay una tendencia a entender que como no es posible cambiar lo que está sucediendo, la alternativa es sumarse y justificarse: “todo el mundo coge” “esto no lo cambia nadie y yo no voy a actuar pendejamente” … 

Sabemos que la solución nunca ha estado en la derecha conservadora, en estos gobiernos la constante es la discriminación, la subordinación, la corrupción y el ejercicio de “la caridad”, como vía de expiar las culpas. Pero definitiva y certeramente tampoco en la izquierda (aunque amigas y amigos de mi más gran aprecio se ofendan con mi afirmación). Los países que han intentado instaurar el comunismo y el socialismo en la mayoría de los casos ha sido un gran fracaso, solo hay que ver en lo que quedó de la unión soviética, como la negación de derechos, la homofobia, la xenofobia, el machismo y el constreñimiento de las libertades es permanente. Y en los intentos latinoamericanos de gobiernos de izquierda la corrupción y el endiosamiento de “líderes” parece ser la norma. Y si buscamos en los centros, tanto de izquierda como de derecha, te encuentras con tantas ansias mesiánicas, que me generan grandes incertidumbres.

Este panorama tétrico que describo, tiene la intensión de que conociéndolo busquemos la manera de revertirlo ¿Cómo podemos lograrlo? ¿Dónde está la esperanza? Estoy cada vez más convencida de que está en cada persona y el acuerdo ético que decida para su convivencia. Por ejemplo, que maravilloso fuese que las grandes empresas en RD, que anuncian con júbilo ganancias extraordinarias, provean en sus espacios laborales estancias infantiles donde las madres y los padres que ahí laboran puedan tener la seguridad de que sus niñas y niños de 0 a 5 años tendrán atención de calidad; esa es la mejor fundación que pudiesen tener, responsabilidad social y compromiso con la reproducción humana, que al fin y al cabo es la fuerza laboral que necesitan. Quizás no lo hacen porque eso cualificaría la mano de obra y tendrían que pagarle más, evidentemente niños y niñas con buena atención, estarán en mejor condición de superar el círculo de la pobreza y luego exigir empleos dignos.

Construyamos la esperanza en nuestras vidas aceptando que las reglas de la democracia son para todo el mundo. Que la transparencia no sea un ejercicio que exijamos pero que consideremos que no tenemos que cumplir.  Que, en nombre de hacer las cosas rápido, no tomemos decisiones inconsultas si pertenecemos a un colectivo, y que el colectivo aprenda a tomarlas sin traumas y pleitos, por lo regular basados en que cada quien quiere hacer primar su parecer independientemente del bien colectivo. No actuemos como si las normas fuesen para “los demás” porque cuando cada quien actúa así, entonces no son para nadie.

Hagamos cosas muy grandes, que nadie explote, subordine, violente y agreda a nadie. Que la corrupción no sea el norte al que individualmente aspiramos, y que logremos erradicarla. Y hagamos cosas menos grandes, pero imprescindibles para la convivencia, no tirar basura, manejar sin que se convierta en un acto suicida. Lo dijo un hombre, y ni siquiera he averiguado si lo cumplió, pero su deseo es tan valido que con eso concluyo, entendamos al fin que respetar el derecho ajeno construye paz.  Construir la esperanza es un acto personal de responsabilidad con nuestros hijos y nuestras hijas, porque significa que queremos un país habitable y vivible.