En esta ocasión me permitiré utilizar este espacio para realizar una denuncia y llamado de atención a una situación que se está presentando en la zona del Residencial Santo Domingo, del municipio de Santo Domingo Oeste, cuya paz y convivencia se ha vuelto imposible en los últimos meses. La razón es que la parroquia de la iglesia católica Santo Domingo de Guzmán, ubicada en dicho sector, cuyo párroco es el sacerdote Manuel Ruiz, desde el inicio de la pandemia se ha dedicado a colocar diversas bocinas de alto alcance para la reproducción de la misa de lunes a viernes desde minutos antes de las 6:00 PM cuando inicia la participación del coro, los sábados a las 4:00 PM y los domingos a las 9:00 am.

Esta decisión de transmitir la misa diariamente por altoparlantes para el sector ha sido tomada sin hacer ningún tipo de consulta con los vecinos de la zona, quienes han manifestado su oposición y descontento, siendo ignorados por completo. Incluso, han contactado al Sistema de Atención de Emergencias 911 por el alto ruido que produce la referida parroquia, sin embargo, no han recibido respuesta alguna. De igual forma, se reunieron con el sacerdote Manuel Ruiz para manifestarle su queja y este, lo que respondió fue que, transmitiendo para el sector entero la misa, lo que se hacía era un bien a la comunidad, y, por tanto, continuaría con su accionar.

Para mí, que soy católico practicante, resulta indignante ser testigo de una conducta como la del sacerdote Manuel Ruiz, a quien no le importa en lo más mínimo el respeto a los demás miembros de la comunidad donde se encuentra su parroquia, ya que si él de forma autónoma decide que es obligatorio que todo el mundo escuche la misa y el coro de la parroquia, obligatoriamente hay que hacerlo. Poco le importa el amor al prójimo a este sacerdote, que no toma en cuenta que podría haber personas enfermas que no pueden tolerar un ruido como el que produce sus bocinas, o, personas que se encuentran trabajando de forma remota, desde sus hogares y no pueden lograr la concentración necesaria. Sin querer que se entienda que estoy opuesto a la misa o a las celebraciones que se realizan en la iglesia, lo que abogo es para que dichas actividades se realicen en el templo parroquial, con la participación de aquellos que tengan el interés de hacerlo. Este tipo de imposiciones en lugar de acercar personas a la iglesia católica lo que hace es alejarlas, porque no encuentran en ellas el amor, el respeto y la comprensión que Jesús nos enseñó durante su vida aquí en la tierra.

No podemos olvidar que la Constitución Dominicana, en su artículo 45, proclama la libertad de conciencia y de cultos. Por tanto, ninguna persona tiene el derecho de imponerle su religión o sus creencias al otro. Caer en ello, tal y como lo está haciendo el padre Manuel Ruiz, es violar los derechos fundamentales de las personas residentes en la zona donde se encuentra la parroquia Santo Domingo de Guzmán. Por igual, la conducta de esta parroquia, encabezada por su párroco, constituye una violación de la Ley 287-04, sobre Prevención, Supresión y Limitación de Ruidos Nocivos y Molestos que Producen Contaminación Sonora, modificada por la Ley 90-19, la cual prohíbe todo ruido, nocivo o perjudicial para la salud, por ser esto un delito ambiental que conlleva una multa entre 2 y 30 salarios mínimos.

Por todo lo anterior, mi intención por esta vía es salir al rescate de los residentes de la zona del Residencial Santo Domingo, quienes lamentablemente está siendo víctimas del abuso del sacerdote Manuel Ruiz, quien con esta actuación no representa los valores de la iglesia católica. Nuestro objetivo es que, ya sea que las autoridades tomen cartas en el asunto o que la parroquia decida reflexionar y respetar a sus vecinas, pero que de una vez y por todas se le ponga fin a este calvario que le ha tocado vivir a los residentes de esta zona desde el inicio de la pandemia.