La diagnosticaron con cáncer linfático meses antes de yo nacer. Enfermedad de Hodgkin, Estadio IV: mortal por necesidad. Expectativa de vida: tres meses, en el mejor de los casos.
Mi padre se negó rotundamente al diagnostico y declaró vida sobre la vida de mi madre. Pasaron los tres meses y Doña Nilsa continuó sonriente con su afabilidad de siempre, cuidando a su recién nacido, desplegando sus dotes de mujer virtuosa, luchadora, y emprendedora circunspecta de nobles gestas filantrópicas en naturaleza.
Treinta y cinco años era su edad cuando le dijeron lo de la enfermedad. Había contraído matrimonio a los veintidós y su vientre dio frutos: dos hembras y dos varones. Dios y su familia eran el centro de toda su atención, devoción y se daba por completo, genuinamente y sin reservas, doquiera se requería su presencia.
Si bien Doña Nilsa lucía sonriente pasado el plazo de vida dictaminado por los doctores, la enfermedad continuaba latente en su sistema; silenciada por la actitud de una madre inflexiblemente resuelta a vivir, no para sí, sino para servir a su país, a su familia.
Quizás la ternura y vulnerabilidad de un recién nacido la obligó a sacar fuerzas de flaquezas para hacer de tripas corazones y enfrentar el desasosiego de una enfermedad terminal con un inquebrantable e inenarrable amor de madre.
Así superó en un 2,400% el pronóstico médico, viviendo, por la gracia de Dios, 72 meses por encima de los 3 meses de vida que le habían dado los galenos para “poner su casa en orden.” Me vio cumplir mis seis años el 18 de Agosto de 1991. Un mes después me dijo adiós.
Privado de su presencia he estado por los últimos veinte años, mas nunca me ha faltado su esencia. Así como el sol se refleja en la luna, la luz de mi madre se ha reflejado en numerosas lumbreras matriarcales que han orbitado mi mundo a lo largo de su ausencia.
De esas lumbreras, la lumbrera mayor ha sido mi querida hermana Lissie quien desde los dieciséis años trabajó como una doña velando por el mejor interés de sus hermanos menores, sacrificando varios de sus mejores años para darnos una mejor calidad de vida y porvenir. También mi hermana Ruth, quien con gran delicadeza, cariño y admirable inteligencia cuidó de mi cuando era bebé.
Mis tías, Luisa, Niurka, Mirquella, Mireya, Miriam, Nana, Mary-Davis, Maggie, Orquídea, todas y cada una bellas y esforzadas. Doña Bélgica Andrickson de Rodríguez, mujer virtuosa y bienaventurada, mi madre postiza, quien trató a un vecino como si fuese su propio hijo. Mis maestras, Isabel Morla, Anny DeQuesada, Alice Brown-Collins, Celia Santos, Mariluz Torres y Olga Colón, mujeres consagradas al magisterio y comprometidas con el futuro de las próximas generaciones. Todas y cada una lumbreras, estrellas en mi cielo.
Más recientemente entró en mi orbita una hermosa lumbrera norteña, del Cibao, de donde era mi mamá. Esa nueva luminaria matriarcal es mi preciosa suegra, Doña Carolina Castro, madre de Aisha, el amor de vida, quien con gran esfuerzo y sabiduría ha encaminado a su familia por los senderos de la excelencia teniendo a Dios por guía.
Así, pues, Doña Nilsa Puig Molina, madre mía, natural de Cabía del municipio de Imbert de la provincia de Puerto Plata, nunca has dejado de orbitar mi vida pues fuiste tú la que diste a luz a mi mundo con tu amor fecundo y sonrisa angelical.
Foto de Doña Nilsa y su familia: http://jonathandeoleo.blogspot.co.uk/p/family.html