Doña Ligia o la Maestra Ligia Amada Melo de Cardona, podrá ser rosca izquierda, intransigente, apabullante en su trato, terca como una mula y obcecada con lo que piensa y cree. Pero, racista y discriminadora social, no y no.
En el 2003 por más de 15 tarde-noche junto a Félix Almonte y, por la negativa del Director de entonces de la Escuela de Comunicación de la UASD, tuve la obligación en mi condición de Coordinador de Cátedra de la Escuela, de asumir con ella una jornada de más de 50 horas de trabajo en su casa para actualizar planes de estudios y programas en el marco del rediseño Curricular de la Facultad de Humanidades, del cual ella era su directora. Trabaja duro, es exigente y le gusta la perfección. Es una mujer, que como anfitriona, hay pocas: un ser humano con un temperamento jocoso, alegre, tierno, los chistes les brotan de forma espontánea, pies en piso descalzo, de atención sin inhibición. Conocí en esa época su parte humana y de calidad, que no tiene nada que ver con ese rostro duro e impenetrable que mal vende como carácter de imagen a la opinión pública.
He tenido enfrentamiento con ella en su percepción sobre los derechos institucionales de la UASD y su primacía constitucional como única institución Estatal Pública. Creo ser de los pocos profesores que con dureza le ha enfrentado en su visión en materia de inversión pública en Educación Superior. He cuestionado la influencia que tienen sectores neoliberales de la educación Superior del MESCYT en ella, pero, ni por asomo creo que haya en su pensamiento un contenido elitista-racial, que es hacia donde le quieren llevar grupos económicos y empresariales de la educación superior privada.
Un grupo de mujeres en los años 70s-80s que fueron directoras de la Escuela de Pedagogía y decanas de la Facultad de Humanidades, entre ellas, doña Ligia; trataron de construir un imperio matriarcal académico conocido entre los Uasdianos como el reino de las Moñúas. El signo distintivo que como rasgo descollante de este linaje de mujeres poderosa fue: un pajón como un nido de lianas, greñas en afro y copiosas cabelleras en total desarreglo y, un dedo índice contestatario sobre el rostro varonil violento. Mostraron su vanguardismo académico y social de la época con sus greñas y soberanía de género como actitud hacia el poder.
Tal vez, doña Ligia le hirió y no lo dudo. Quizás la ignoró y la hizo sentir mal. Y aún, más, quién sabe si fue irónica y se sintió lastimada Fátima González la solicitante de la beca, recurso juguetón chimbo, éste, de doña ligia que no siempre le sale bien. Ahora, en el alma de Ligia Amada, no hay maldad racista-elitista y lo digo por mi experiencia como alumno de maestría y haber trabajado académicamente con ella en la UASD y la Universidad Mundial Dominicana-Barahona (monográficos).