Recientemente, la prensa dominicana se vio saturada de espacios pagados por el consorcio minero Barrick Gold, la multinacional que dirige el magnate canadiense Peter Munk. Las razones detrás de esta avanzada mediática por parte de la corporación con sede en Toronto tiene que ver con el creciente descontento que ha generado en algunos sectores de la sociedad la habilitación de la antigua Rosario Dominicana, que desde principios de la década del setenta hasta 1999 extrajo oro y plata en Pueblo Viejo, Cotuí.

En su columna de Acento correspondiente al 2 de octubre, el analista José Nazario comenta sobre esta campaña publicitaria que "los ruidos generados por el exceso de información y la agresividad (varios artículos distintos) con que tomaron los medios traerán, sin lugar a dudas, más rechazo que aprobación". Está por verse el resultado de la acción mediática de la Barrick Gold en la opinión pública, pero hay que reconocer que recursos no le faltan a esta corporación, la más grande de la industria minera mundial, para llevar el debate en torno al yacimiento de la provincia de Sánchez Ramírez por el terreno que más le convenga.

La aplicación del mollero para enfrentar la crítica, real o potencial, ha sido la marca definitoria de esta empresa en los países en donde ha operado o tiene intereses, incluso en Canadá, en donde ha entablado demandas millonarias contra tres académicos que han investigado el balance negativo de sus operaciones alrededor del mundo, y contra dos editoriales minoritarias que tenían proyectado publicar sendos libros relacionados con el tema.

Por si esto fuera poco, Munk ha hecho uso de su fortuna personal, valorada en 300 millones de dólares, para financiar en la Universidad de Toronto, una de las más prestigiosas de Canadá, la Munk School of Global Affairs. El flamante instituto contó con una donación de 35 millones de dólares por parte del dueño de la Barrick Gold, quien puso como una de sus condiciones el obligar a la universidad a recibir el visto bueno de los asesores de la multinacional a la hora de distribuir el presupuesto del nuevo organismo.

Este caso algo obsceno de cómo el dinero de una corporación hace genuflexionar a una institución de reconocido prestigio contrasta con otros escenarios en los cuales la Barrick Gold ha salido trasquilada. Por ejemplo, en 2009, el gobierno de Noruega retiró las acciones por valor de 226 millones de dólares que había invertido en la multinacional luego de haber corroborado la contaminación causada por las operaciones de la Barrick Gold en el Pacífico sur. Este hecho se relaciona con la voz de alarma dada por numerosos grupos ecologistas ante la pérdida de volumen comprobada en tres glaciares colindantes a la mina de Pascua Lama que la compañía mantiene en la frontera entre Argentina y Chile.

A las frecuentes denuncias de daño ecológico hay que sumar también las relacionadas con los abusos de los derechos humanos. Entre los escándalos más recientes en los que se ha visto afectada la imagen de la multinacional canadiense figuran las violaciones en masa de mujeres por parte de los encargados de la seguridad en su mina de Porgera, Nueva Guinea, y el asesinato a manos de la policía de cinco personas que penetraron sin autorización en los terrenos de la Barrick Gold en North Mara, en Tanzania.

Este desalentador cuadro contrasta con la imagen de socio amigable que la Barrick Gold proyecta en sus anuncios y comunicados en torno a los beneficios que acarreará a la República Dominicana el proyecto de Pueblo Viejo, que ya se encuentra en su etapa final para comenzar operaciones en 2012. Ante la enorme evidencia del balance negativo del accionar de la Barrick Gold en sus proyectos en cinco continentes, no se puede menos que levantar el trasero de la silla al ver la manera en que una vez más don Dinero dispone a su antojo del patrimonio y el bienestar de los dominicanos. La indignación es mayor cuando uno se percata de que el propio gobierno canadiense es un aliado importante de la Barrick Gold y otras compañías mineras en sus empresas colonizadoras en territorio dominicano; éstas se benefician de jugosos préstamos gubernamentales, toda vez que cuentan con el cabildeo político necesario para proteger sus inversiones, principalmente en Latinoamérica.

El proyecto de Pueblo Viejo se erige sobre las ruinas de una antigua mina explotada por los colonizadores españoles con mano de obra indígena tan temprano como la primera década del siglo XVI. De hecho, según se puede apreciar en la página web de la Barrick Gold, en Pueblo Viejo se han encontrado restos de esta instalación, así como de una antigua capilla, los cuales están siendo catalogados por un equipo de arqueólogos del Museo del Hombre Dominicano.

No deja de ser irónica la conjunción de estas dos variables históricas. Entre los más de quinientos años que van del capitalismo mercantil a la Colón al capitalismo imperialista a la Munk, República Dominicana, y el Caribe en general, sigue siendo el plato predilecto de la avaricia de los grupos de poder en los países del Primer Mundo. Sus inversiones dejan sólo migajas a la sociedad de la que se aprovechan con acuerdos onerosos. Juan Bosch describió mejor que nadie esta terrible verdad cuando afirmó que cinco siglos de aprovechamiento desproporcionado de los recursos del país es "demasiado tiempo bajo el signo trágico que les imponen los poderosos a las fronteras imperiales". En una época en la cual la indignación del ciudadano de a pie adquiere una visibilidad inusitada de la mano de las nuevas tecnologías de la información, es un deber cívico revelar los peligros de proyectos draconianos y potencialmente peligrosos para el medioambiente y la salud de la población como el que desarrolla la Barrick Gold en las lomas de Cotuí.