Claro que es intencional el uso de la frase de ese filósofo suburbano y caribeño Fernandito Villalona. Quiero situarte en el momento de la nostalgia más adusta de los años que fuimos antes. Y así con esta idea, quizás te pueda comentar unas cosas o dos acerca de esta buena novela que he leído, se llama Dominicana, está escrita por Angie Cruz, de origen dominicano, que vive en Estados Unidos y es escritora y profesora universitaria. La novela está basada en la historia de su madre y el éxodo desde Dominicana hasta los Estados Unidos.

He decidido que este libro es un documento importante y hasta fundamental. Para quienes traficamos con un pie aquí y otro en la academia, la novela plantea pautas interesantes para argumentar y debatir en discursos de identidad, sociología, historia, presente, ¿futuro?, y lenguaje. Hace una semana, conversando con Yanela Hernández, ella hizo énfasis en que le hablara de los métodos y estrategias que pongo en práctica para enseñar escritura latinoamericana y caribeña en Estados Unidos. De entre todas las locuras que le dije, solo una quizás era válida: trato de acercar la gente a los textos. Ya que les tengo cerca, pues procedo a incluir o sugerir otras narrativas que pueden ser iguales o ir en el flujo contrario de la conversación. Finalmente, hablamos de los resultados libremente y somos benevolentes o despiadados, nadie nos lo toma en cuenta, ya que el aula (el mundo es mi aula) es el espacio de mayor libertad; nada de juzgar. Como dice la boricua Zaira Gotay, parafraseando a Ortega y Gasset: No me digas la verdad. Pónme donde se vea que ahí la trinco yo.

¿La verdad? Dominicana es un libro interesante y lleno de pasiones. Es una historia que es parte de nuestro imaginario, digamos, es arquetípica: mujer dominicana-viaje para mejorar la condición de vida, propia, y de la familia-pero hay que joderse-las cosas o los planes no salen como uno espera-choque duro a la realidad-tocar fondo-y de ahí no hay otra que subir, adaptarse, moverse. La mujer dominicana conoce el movimiento del mundo como nadie. La mujer dominicana es sinónimo de una cronología de la lucha y el amor. No es dema, es lo que hay y tú lo sabes, así que sigamos. Hazme caso si quieres o no. ¿Qué? ¿Que no te maree y te hable del libro? Bueno, ya te dije el título, Dominicana, y es acerca de una mujer, en los años sesenta en la República Dominicana. El libro es rico explicar las razones políticas que llevan a los dominicanos al éxodo masivo que puede enmarcarse en cuatro décadas (1960-2001). Me parece que se puede muy bien crear un mapa de estudio de las relaciones sociales en nuestro país y la importancia del viaje, más allá de Estados Unidos, en nuestro contexto de nación. Otros detalles que te puedo dar de esta magnífica novela es que está escrita en inglés. Anteriormente he explicado que realizar una lectura tan cercana a la experiencia propia, en un lenguaje que no es el vernáculo, puede ser un problema, pero es a la vez una oportunidad. Dicho esto, me lanzo a Dominicana y lo que veo, llanamente, es una historia bien contada. Una historia muy personal fundamentada en el principio básico de contar cuentos: es importante constatar que los personajes cambian, esa es la única manera de darle una corriente vital al texto, y como he dicho, la mujer dominicana está hecha de fuerza y tiempo.

La novela está ampliamente disponible ya que ha sido profesionalmente editada para el mercado global. Da gusto ver escritoras de uno brillar así. Que salga Angie Cruz y se lleve por delante todos los premios que le den, que de su brillo algo me tocará. Ya me está tocando, porque leerla es encontrarse con que los personajes no son perfectos, que nosotros mismos no lo somos, y es que no hay que serlo. Hay que ser. Y ya.

Y hablando de personajes, el principal de esta novela tiene el increíble nombre de Ana Canción, una infante que es en cierta medida negociada o entregada a un hombre que le dobla la edad. Este hombre es dominicano pero vive en la ciudad de Nueva York. A cambio de una novia virgen, el hombre debe proveer el traslado de la chica a la ciudad de las oportunidades y ya desde allí él la ayudaría a traer a su familia completa. Suena simple, pero fácil sabemos que no es. Cuando Ana llega a la gran ciudad se enfrenta al montón de exageraciones que sufren los inmigrantes. Hay violencias, injurias, injusticias y sobre todo amor. Todo eso no me interesa, honestamente; es decir, no es por esto que me gusta la novela. La novela me interesa más por las difíciles conexiones que hace entre nuestra Guerra de Abril y el agrio momento político que atraviesa un país como los Estados Unidos durante esta década. Me parece fundamental el hecho de que Angie Cruz ponga en perspectiva las relaciones sociales, políticas y militares del imperio contra una mediaisla colocada en el mismo trayecto de la tragedia, y del sol.

Dos cosas finales: investigando sobre la novela, su publicación y las distintas lecturas, encontré un par de críticos que coincidieron en la siguiente idea: para ellos la novela era valiosa pero le faltaba un toque, un no se qué caribeño en el lenguaje que nos llevara o nos arrastrara a ese sabor y a esa cosa jugosa, al sky juice que significa trajinar entre la historia y la geografía. Le di mente al asunto por un par de días con sus noches y concluí que lo que decían los críticos, aunque fuese la opinión de ellos, no tenía que ser válida. A veces hay que ponerse en el lugar de los textos y leerlos de ahí. Es la misma vaina con la gente que quiere que se lo den todo. ¿Y quién es el escritor para situarle a usted en un lugar caribeño mediante el lenguaje? ¿Es magia lo que estamos haciendo o qué? Bueno, sí, escribir es mágico, pero tienen que haber dos para que se dé la vaina. El truco está en leernos, no en las condicionantes. ¿Y porqué no te vas al sitio caribeño de tu ciudad y frente a una champola o un arroz con culo te lees el libro y te sientes caribeño? ¿Y porqué no usas un poco la imaginación? Creo que Junot Díaz malacostumbró a mucha gente con la idea de cómo hay que leernos, y la gente tiene que salir un poco de su ratonera para apreciar los textos como son, como se acepta la vida, el destino, la cruel venganza o, como en el caso de Ana Canción, el terrible destino de los nombres.