Como hiciera Napoléon, él mismo se coronó como ganador del deprimente espectáculo que su PRD, del cual es único accionista, realizó el pasado domingo. Un día negro en el accidentado historial del partido que por años representó una esperanza de cambio y reivindicación social para millones de dominicanos. Con ello se sella definitivamente la obra maestra del expresidente Leonel Fernández, quien vio en él el instrumento perfecto para destruir la organización quitando así del medio la amenaza real a sus planes de perpetuarse en el poder, como líder inspirador y guía de la nación. Un acuerdo entre dos hombres que le abrió las puertas a un regreso en el 2016. Una posibilidad que sólo se daba con la firma de un pacto que finalmente eliminó la prohibición constitucional que lo impedía.
Los hombres crecen y disminuyen con y por sus actos. La tragicomedia del domingo mostró al país sin ropaje el nivel de degradación alcanzando por el PRD bajo el falso y gris liderazgo que lo secuestra y lo lleva con él a la tumba. El PRD se ha convertido en una franquicia, que negocia y se vende. Pero lo que comercializa y vende es la esperanza democrática del país que una vez creyó en él. Por eso, en el oscuro proceso de mutación que ha vivido en los años recientes, se transformó en un virus: una terrible enfermedad que contamina y postra.
El triunfo que reivindicó el domingo tras el deplorable espectáculo montado a la República lo muestra en toda su dimensión. El nombre de la organización que jugó un papel determinante en la construcción de la democracia dominicana, aún incipiente y tortuosa, descendió ese día al nivel más bajo, casi tan bajo como el que hasta allí lo condujera. Sus seguidores tal vez no alcancen todavía a comprender que están detrás de un virus como el de la Chikungunya , cuyos sus efectos tardíos son peores y más prolongados que la enfermedad.