A todos nos resultó sorprendente el clarinazo propio de la santa inquisición, hecho por el Joven arquitecto metido a promotor con ínfulas de pedagogo y, nuevo incumbente de los llamados Programas Sociales de la Presidencia.
Pero lo que espantó a más de uno, no fue el epíteto denigrante con que calificó a los iletrados víctima de un sistema que les ha marginado y negado todo tipo derecho que le permita vivir con dignidad. Metido a sociólogo de la educación el gran Contreras, superó al primer director de la Inquisición de Hungría, Paulus Hungarus, quien defendió los chamanes paganos húngaros valiéndose de su influencia con el Papa Inocencio III, para que a estos no se le condenará a la pena de muerte por sus supuestas herejías según la santa inquisición.
Ahora, quien le quedó chiquito al joven progresista, otrora Secretario de la Juventud y del Ayuntamiento del Distrito Nacional, fue Rafael Leónida Trujillo, alias Chapita, el dictador dominicano que declaró a los iletrados sus amigos y hombres de trabajo. Dominguito el de Danilo dice que estos son vectores de contaminación social. A decir del jefe de la alfabetización del gobierno, los iletrados no son destinatarios del plan de alfabetización; sino una plaga y que quedarán fuera de la nómina y sin trabajo, en otras palabras, los iletrados son enemigos públicos de la sociedad.
Diría el viejo Pichingo, mi padre, “es que se vuelven locos con una ñinga de poder”. Olvidó el señor Contreras, cuando en forma de amenaza ladró a los cuatro vientos el disparate que ofende la inteligencia del más indiferente, que la Constitución define la sociedad dominicana, como un Estado Social de Derecho soportado en principios y valores democráticos. Los artículos 43 y 38 de la Constitución que citaré en este mismo orden dicen: Artículo 43.- “Derecho al libre desarrollo de la personalidad. Toda persona tiene derecho al libre desarrollo de su personalidad, sin más limitaciones que las impuestas por el orden jurídico y los derechos de los demás”. Y el Artículo 38.- “Dignidad humana. El Estado se fundamenta en el respeto a la dignidad de la persona y se organiza para la protección real y efectiva de los derechos fundamentales que le son inherentes. La dignidad del ser humano es sagrada, innata e inviolable; su respeto y protección constituyen una responsabilidad esencial de los poderes públicos”.
La comunidad política, es sobradamente consciente, de que una declaración como la hecha por Domingo Contreras, estremecería los cimientos de cualquier gobierno civilizado y apoyado en el más estricto principio de la coherencia política y ética de un Estado garantista de los derechos de la persona. Por vergüenza y su propia dignidad, lo menos que debería estar haciendo el bárbaro y salvaje incumbente de los mal llamados programas Sociales de la Presidencia, es renunciar o de lo contrario su jefe, el presidente de la República destituirlo por constituir un riesgo para la protección de la dignidad de la persona humana y la seguridad de la paz pública.