La industria farmacéutica es una de las 10 más grande y poderosa del mundo. Acumula tanto poder que logra burlar las regulaciones de los países industrializados con estrictos controles y sólido desarrollo institucional. 

Según OpenSecrets, el año pasado las industrias sanitaria y farmacéutica gastaron unos 240 millones de dólares, sólo para hacer lobby en Washington DC, cortejando a los senadores y representantes en el Capitolio norteamericano.

Aun así, cada año se producen y publican cientos de sanciones millonarias a esas corporaciones, ya sea por estafas al Medicaid y Medicare, por la prescripción no autorizada para determinados tratamientos, o por bloqueos a las medicinas genéricas.

Estudios citan el Daraprim y el EpiPen como ejemplos de alzas de precios astronómicas y arbitrarias (500% y 400%, respectivamente). Las recetas de estas medicinas sólo representan el 10%, pero generan el 72% del gasto. También, el aumento en un 400% del costo de un medicamento para personas alérgicas.

Los precios de las medicinas de marca más comunes escalaron un 164% entre 2008 y 2015, mientras la inflación fue de sólo el 12% en el mismo periodo, según el Institute for Healthcare Informatics.

El neoliberalismo “made in USA” permite a los fabricantes fijar libremente el precio de las medicinas. Según Damia Bonmati “por eso el precio medio para un paciente con seguro médico en Estados Unidos puede duplicar el de Canadá y triplicar el de Alemania.

Por ley Federal, ni Medicaid ni Medicare pueden negociar con las empresas farmacéuticas, a pesar de pagar las recetas médicas de unos 120 millones de estadounidenses de bajos ingresos. De ser modificada, la economía llegaría al 25%.

Manipulaciones técnicas y prácticas monopolísticas

Según diversos estudios, estas alzas desproporcionadas e injustificadas son el resultado de manipulaciones técnicas y prácticas monopólicas que han indignado tanto a pacientes, a médicos, e incluso a políticos.

A tal grado han llegado estas denuncias, que tanto el republicano Donald Trump, como la demócrata Hillary Clinton, reconocen su validez y esbozan planes para enfrentar la situación.

El doctor Aaron Kesselheim, quien publicó recientemente una investigación sobre los altos precios de los fármacos, declaró a Univisión  “A veces no queda otra alternativa que ofrecer a los pacientes ese medicamento con ese precio para que resuelvan la patología”. 

Los estudios señalan diversas “estrategias empresariales y legales”, tales como  introducir pequeños cambios para generar nuevas patentes, y así poder mantener su  monopolio y evitar que la producción de genéricos reduzca su precio.

Los investigadores de reconocidas universidades y centros especializados sobre el tema cuestionan el proceso de investigación y desarrollo de las nuevas moléculas, estimándolo sólo entre un 10% y 20% su costo real.

Argumentan que “detrás de las investigaciones de estos laboratorios suele haber mucho dinero público, ya sea a través de instituciones académicas o de programas federales como los National Institutes of Health”

En nuestro país el costo de los medicamentos es uno de los más elevados de Centro América y el Caribe. Ello indica que, además de esta influencia monopólica exógena, estamos padeciendo las consecuencias del desorden y la falta de control.

La demostración más reciente ha sido el alza registrada una vez que el Consejo Nacional de Seguridad Social (CNSS) elevó de 3,000 a 8,000 del límite de los medicamentos  ambulatorias del Seguro Familiar de Salud.