CUANDO DAVID BEN GURIÓN leyó la declaración de independencia de Israel (oficialmente: “Declaración del establecimiento del Estado de Israel”) el 14 de mayo de 1948, yo estaba en el Kibbutz Hulda.

Mi compañía del (aún sin nombre) ejército israelí recibió la orden de hacer un ataque de noche en la aldea árabe de al-Kubab, cerca de la ciudad de Ramla. Se esperaba que fuese un combate duro, y yo estaba ocupado revisando mi equipo y limpiando mi rifle (checo), cuando alguien dijo que Ben Gurión estaba haciendo un discurso que se estaba transmitiendo en la radio del comedor del kibbutz.

Yo no estaba realmente interesado. Estábamos convencidos todos de que lo que podrían estar balbuceando algunos políticos en Tel Aviv era bastante irrelevante para nuestro futuro. Ya fuera que nuestro estado sobreviviría o no, eso se decidiría en el campo de batalla. Los ejércitos regulares de los estados árabes vecinos estaban a punto de entrar en la guerra, habría batallas  sangrientas, y el resultado decidiría nuestras vidas. Literalmente.

Sin embargo, había un detalle que despertó nuestra curiosidad: ¿Cómo se llamaría nuestro nuevo estado? Había algunos rumores en el aire. Y queríamos saber.

Así que me dirigí al comedor del kibutz −lo que a nosotros, los soldados, no se les permitía entrar en los días corrientes− y, efectivamente, pude escuchar la voz aguda muy peculiar de Ben Gurión leyendo el documento. Cuando llegó al pasaje "(nosotros) por este medio declaramos el establecimiento de un estado judío en Eretz Israel, que será conocido como el Estado de Israel", me fui.

Recuerdo que fuera del salón me encontré con el hermano de una amiga, que tenía programado participar en el ataque a otro pueblo esa misma noche. Intercambiamos algunas palabras. Nunca volví a verlo. Lo mataron.

TODO ESTO me pasó por la cabeza cuando fui llamado hace tres días, en la víspera del “Día de la Independencia”, para participar en una ceremonia en la misma sala donde se había leído el texto original por Ben Gurión. Yo era una de las personas elegidas para leerlo de nuevo en el 68 aniversario.

En esta ocasión leí el texto completo de la declaración por primera vez. Y no me impresionó.

La versión original fue elaborada por primera vez por algunos funcionarios, a continuación, re-escrito por Moshe Sharett (quien se convirtió en el canciller ese día). Era un purista de la lengua hebrea, por lo que el texto es lingüísticamente impecable. Ben Gurión no estaba satisfecho con el texto, por lo que lo tomó y lo reescribió por completo. Tiene todas las características de su estilo inconfundible. Además, tenía el descaro de poner su firma por encima de todas los demás, que aparecían en orden alfabético.

Los autores de la declaración, obviamente, habían leído la Declaración de Independencia de Estados Unidos de América antes de elaborar la suya propia. Copiaron el esquema general. No está escrito en el estilo de edificante de un documento histórico, sino como un documento con una misión: convencer a las naciones del mundo para que reconozcan a nuestro Estado.

LA INTRODUCCIÓN es una reiteración de consignas sionistas. Intenta exponer los hechos históricos, hechos que son muy dudosos.

Por ejemplo, comienza con las palabras “Eretz Israel  ̶ la Tierra de Israel ̶  fue la cuna del pueblo judío. Aquí se forjó su identidad espiritual, religiosa y política".

Bueno, no del todo. A mí me enseñaron en la escuela que Dios le prometió a Abraham la tierra cuando aún estaba en la Mesopotamia. Los Diez Mandamientos nos fueron dados por Dios personalmente en el Monte Sinaí, que está en Egipto. El más importante de los dos Talmuds fue escrito en Babilonia. Es cierto que la Biblia hebrea fue compuesta en el país, pero la mayoría de los textos religiosos del judaísmo fueron escritos en el "exilio".

"Los judíos procuraron en cada generación sucesiva restablecerse en su antigua tierra…" Tonterías. Lo más seguro es que no lo hicieron. Por ejemplo, cuando los judíos fueron expulsados de la España católica en 1492, la gran mayoría se dirigió a los países del mundo musulmán, y nada más que un puñado de ellos se estableció en Palestina.

El sionismo, el movimiento para establecer una nación judía en Palestina, fue fundado sólo al final del siglo XIX, cuando el antisemitismo se convirtió en una poderosa fuerza política en toda Europa y los fundadores previeron las calamidades por venir.

LA DECLARACIÓN subraya, por supuesto, la historia reciente: “El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución que pide el establecimiento de un estado judío en Eretz-Israel…"

Esta es una falsificación importante. La resolución de la ONU pidió el establecimiento de dos estados: uno árabe y uno judío (y una zona aparte de Jerusalén). La omisión del llamado para un estado árabe cambia todo el carácter de la resolución.

Esto fue, por supuesto, intencional. Ben Gurión ya estaba en contacto secreto con el rey Abdullah de Jordania, que quería anexionar Cisjordania a su reino de Transjordania. Ben Gurión lo aprobó.

Ben Gurión lo vio como un objetivo principal para eliminar cualquier rastro de una nación árabe palestina separada. La anexión de Cisjordania por el rey Abdullah fue aprobada tácitamente –incluso, antes de que el primer soldado jordano entrara en el país, ostensiblemente para salvar a los árabes del Estado judío.

AQUÍ ESTÁ el punto en que el lugar para enfrentar a estas dos palabras fatídicas: “Estado Judío”.

Antes de la creación de Israel, cuando hablamos de nuestro futuro estado, casi todos los que estamos aquí utilizamos las palabras “Estado hebreo”. Esto es lo que gritábamos en innumerables manifestaciones en las calles; es lo que estaba escrito en los periódicos y se exigía en los discursos políticos.

Esta no fue una decisión ideológica. Es cierto que hubo un pequeño grupo de jóvenes escritores y artistas, apodado los “cananeos”, que proclamaban el nacimiento de una nueva “nación hebrea” y no quería tener nada que ver con los judíos de la diáspora. Algunos otros grupos, incluyendo uno fundado por mí, expresaron ideas similares pero sin llegar a conclusiones tan absurdas.

Sin embargo, en el lenguaje coloquial, también, la gente hizo una clara distinción entre “hebreo” (cosas en el país, como la agricultura hebrea, fuerzas de defensa hebrea, etc.) y “judío” (como la religión judía, la tradición judía y así).

Entonces, ¿por qué “Estado judío”? Muy sencillo: para la administración británica, la población de Palestina consistía de judíos y árabes. El plan de partición de la ONU habló de un Estado judío y un Estado árabe. En la “Declaración de Independencia” se hicieron grandes esfuerzos para recalcar que solamente estábamos cumpliendo la decisión de la ONU. Por lo tanto: “Por la presente declaramos el establecimiento de un estado judío, a ser conocido como el Estado de Israel".

(Nota: “un” Estado judío, no es “el” Estado judío.)

Estas inocentes palabras se han citado un millón de veces para justificar la afirmación de que Israel es un estado “judío”, en el que los judíos tienen derechos y privilegios especiales. Esto se acepta hoy sin lugar a dudas.

Sin embargo, por lo general se pasa por alto que en uno de los apartados, mientras que dice “extender nuestra mano a todos los estados vecinos”, pide −en el original en hebreo− la cooperación con “el pueblo hebreo soberano. Esto se falsifica de manera flagrante en la traducción oficial  como “el pueblo judío soberano”.

En la oración principal en el original hebreo, los firmantes se identifican como “…representantes de la comunidad hebrea en la Tierra de Israel…”. La traducción oficial dice: “la comunidad judía en la Tierra de Israel”.

Hay que agradecerle a Ben Gurión por el hecho de que Dios no aparece en el documento en absoluto. Después de una lucha extenuante con la entonces pequeña facción sionista religiosa, la única alusión religiosa es “la Roca de Israel”, que es una de las denominaciones de Dios, pero que también puede ser entendida de manera diferente.

UNA OMISIÓN evidente es el crudo hecho de que la declaración no hace una sola mención de las fronteras del nuevo estado.

El plan de partición de la ONU trazó fronteras muy claras. En el curso de la guerra de 1948, nuestro lado conquistó considerablemente más territorio. Al final, se estableció la llamada Línea Verde.

La Declaración no menciona ninguna frontera, y hasta ahora Israel sigue siendo el único estado en el mundo que no tiene fronteras oficiales.

En esto, como en casi todos los otros asuntos, Ben Gurión estableció la senda a lo largo de la cual Israel se ha estado moviendo hasta hoy mismo.