Luego del reciente estreno mundial de la teleserie documental Jeffrey Epstein: Asquerosamente rico (2020), dirigido por Lisa Bryant, los diarios informan en la presente semana que Ghislaine Maxwell, viuda y presunta cómplice del empresario Jeffrey Epstein, acusado de haber armado una red de abuso y tráfico sexual, ha sido vista en París.

Actualmente, el catálogo de películas y teleseries documentales en las plataformas de streaming de contenidos es amplio y variado. Grupos minoritarios o pequeños cineastas que antes no podían cubrir los costos de una producción en celuloide, han encontrado en el formato digital una vía de expresión. Entre ellas, las mujeres cineastas. Filmar cine documental puede resultar menos costoso que hace dos o tres décadas, aunque desde el punto de vista artístico, hay reglas de carácter inmutable que deben seguirse, ¿o no? Me pregunto si los cánones del género transitan por un nuevo punto de inflexión.

Desde que los primeros cineastas lograron captar imágenes en movimiento, la ficción y el documental nacieron como dos hermanos mellizos. A ambos lados del Atlántico, además de filmar pequeñas piezas teatrales, los primeros artistas del lente se interesaron por la observación de los hechos del hombre y la naturaleza. El primer suceso objeto de un documental fue Paso de Venus por el Sol (1874) por Jules Jansen, una secuencia fotográfica con cadencia cinematográfica. Los adelantos de la Era Industrial, en especial, los ferrocarriles, captaron la atención de los primeros cineastas del género por su atracción cinética.

La mujer, como objetivo, atrajo al lente de los inventores. En 1890, Thomas A. Edison hizo este corto documental, Edison observa a una mujer. No se trata de un personaje pasivo o una actriz. Se trata, posiblemente, de uno de los primeros trabajos de cine documental que muestra a la mujer en un contexto socio-económico específico. Creo que se trata de una prostituta, y no una cualquiera, sino una mujer que, en las palabras que no escuchamos en la filmación muda, expresa un enojo que interesó al inventor registrar. Su expresión no verbal denota un desenfado que probablemente, en esa época, solo una mujer en ese lamentable oficio podía mostrar.

En tanto en París, los hermanos Lumière hicieron este corto que clasifica, como el de Jeffrey Epstein, como un documental acerca de un tema social relativo a las mujeres, 1903 una versión dura de la realidad de la mujer a inicios del pasado siglo. Nótese que a pesar de la dureza de la faena obrera que ejecutan, sus vestimentas no son apropiadas para esas labores. La observación de los hermanos Lumière ofrece un punto de vista acaso de cine-denuncia. Sin embargo, los inventores franceses, también entendieron el cine como un divertimento. Batalla de mujeres (dos mujeres solamente) 1896, de su autoría, es un acto teatral donde manejan estereotipos negativos en las relaciones entre las mujeres.

En sus primeras etapas el cine era solo una atracción popular, como cualquier otra ferial o circense. Tomaría tiempo merecer la denominación de Séptimo Arte. El montaje fue una innovación clave para conquistar los elogios de trabajo creativo. Sin embargo, mientras Charlie Chaplin y Buster Keaton lo utilizaron el proceso de unir piezas, trozos de películas para reorganizar secuencias de ficción como herramienta creativa; fue precisamente el montaje la causa que le hizo perder credibilidad al cine documental. Los cortes de edición hechos por directores de ese último género eran mal vistos. Se consideraban modificaciones deshonestas de la verdad. 

El cine documental más antiguo que llegaba a República Dominicana, del que tengo información por vía de la memoria, durante los años sesenta y setenta, eran principalmente documentales de la Unión Soviética acerca de sus hazañas científicas, logros deportivos y exhibiciones artísticas. Joaquín Balaguer, que llegó a censurar películas como "Z" (1969) del director Costa Gavras, nunca pareció interesado en bloquear los documentales rusos que se mostraban en festivales en los cines de Santo Domingo. Los consideraría inofensivos. En verdad, lo eran. Si bien eran propaganda oficialista del Kremlin, sentarse a disfrutar de una velada del Ballet Bolshoi, por ejemplo, no fomentaba disidencias. Del cine hollywoodense, el género documental que mejor conocí en razón de mi edad, durante esos años, además de los mencionados documentales soviéticos, fueron los de Walt Disney Productions, sobre la vida animal. Las mejores aventuras de la vida real de Walt Disney (1975), en un resumen de tres décadas de cine documental sobre la vida animal en honor a su director, el legendario Walt Disney.

Al pensar en el género documental que conocí por vez primera, el recuerdo primero es, El Mundo al Instante, una revista documental patrocinada por la empresa Luftansa, sobre ciencia, deportes, modas y música, que se pasaba como primera proyección, antes de los avances y la función del día. Ir al cine, hasta los años setenta, era una jornada de varias horas. Esa tradición inició cuando un evento le dio una nueva oportunidad, y mucha plata, al género documental: La Segunda Guerra Mundial. Noticieros como esos, pero con informes sobre la guerra, dieron un empuje al género en las salas de cine comercial.

De acuerdo al viejo canon, anterior a la Segunda Guerra Mundial, el documental procuraba la mera observación. Se consideraba artísticamente correcto que el director de un documental no interfiera en lo observado, ni ejecutando con cortes de edición o haciendo preguntas demasiado guiadas a los participantes del filme. Entre los documentales muy famosos de esa etapa está Qué viva México! (1931), del padre del cine ruso Sergie Einsentein. El gran artista de cine de vanguardia rusa llegó a México, gracias a las buenas relaciones de Diego Rivera y Frida Khalo con el régimen soviético.

Hasta los años cuarenta y quizás todavía hasta la fecha, de acuerdo a los puristas, los estándares de un documental son los siguientes:

  • Utilizar sonido natural, directo y mera observación.
  • Renunciar al autor intérprete.
  • No ofrecer soluciones a la problemática planteada; si era el caso denunciar, solo se expone.
  • Observar a la gente común, no a personas célebre por algún motivo.
  • Captar la realidad sin variarla a través del montaje.
  • Emplear la cámara como catalizador de las reacciones.

Nótese que el documental Jeffrey Epstein: Asquerosamente rico, no cumple con la mayoría de esas reglas. Pero, ¿qué pasó? Pues, lo ya dicho. Un proceso bélico que cambió el mundo en lo industrial, lo político y en lo social; en el cine, por tanto, a los criterios de producción, dirección y del espectador. El documental tiene un boom a partir del enfrentamiento bélico como propaganda de guerra. Todas las fuerzas lo usaron. La observación del cine documental nazi se manifiesta en actitud de total confianza. Es claro que pensaban que ganarían la guerra y estimaron preciso mostrar su alineado poder. Los aliados, vencedores en el encuentro armado, documentaron sus horrores en los campos de concentración.

La posguerra fue un momento de replanteamientos, reflejados en el cine negro y el cine existencialista.  En lo que respecta a los documentales, el cine de autor empezó a modificar los patrones rígidos del género. Los grandes cineastas de esos años empezaron a exponer sus emociones o mensajes personales en el tema de los documentales.  En los años cincuenta, aunque todavía se entendía que el esfuerzo artístico no debía deformar la observación científica y se debían agotar los menos recursos posibles, hubo transformaciones en la producción de documentales.

El montaje o edición con los viajes en el tiempo (flash back o flash forward / retrospectiva o prolepsis), antes un recurso reprobable, se empezaron a admitir. Hubo artistas del cine que violaron con talento las reglas rígidas antes enunciadas.  Entre ellos se destacaron documentales como: Visita de Rosselini a la India (1959) del neorrealismo italiano. Fuentes consultadas indican que Roberto Rosselini trabajó la "doble formulación sintáctica", esto es, mostraba e incluía sus puntos de vista. Este es un trabajo que apenas descubro. Sin embargo, mi madre me contaba del cine italiano, que tuvo una gran aceptación en el público dominicano durante la tiranía. A diferencia del cine de Hollywood, ponía al espectador a formularse preguntas, a cuestionarse verdades dadas.

De esa misma etapa también se destaca Documental sobre Picasso de Claude Renoir (1955), sobrino del cineasta Jean Renoir, considerado el primer director de cine de autor francés y nieto del gran pintor impresionista Pierre-Auguste Renoir. Su objetivo fue otro pintor, Pablo Picasso. Este documental avant-garde bastante conocido, modifica una de las reglas estrictas antes enlistadas. Su documental fue sobre un personaje célebre. A partir de ese trabajo se han realizado decenas sobre atletas, bandas musicales, científicos políticos, etc.

En este período, el cine enfrentó la competencia de la televisión en formato y contenido. El tema de los derechos y nuevos roles de la mujer empezó a tratarse en la televisión de estos años con programas como That Girl (1966-1971), protagonizado por la feminista Marlo Thomas y The Mary Tyler Moore Show (1970-1977), con similar línea, para solo mencionar los pioneros. El documental siguió desarrollándose como género en esta etapa cumbre del feminismo como movimiento social. Sin embargo, no hay trabajos importantes en el género documental feminista de esos años, acaso porque el movimiento no tenía suficientes recursos.

Muchas cosas han cambiado en los últimos treinta años. En primer lugar, una nueva generación de espectadores con menos paciencia para el documental o cine de ficción pasivo. Los milenios y la generación Z, personas de menos de treinta y cinco años, son espectadores bastante influidos por la espectacularidad de los videojuegos y demandan un cine generoso en cortes de edición, tempo acelerado, bandas sonoras llamativas, entre otros recursos. También MTV, donde David Fincher, Antoine Fuqua y otros directores iniciaron su carrera haciendo videos musicales, tuvo que ver con ese giro que influyó en el espectador de la generación X y a los tardíos baby boomers (niños de la posguerra) como quien escribe.

Para un hombre o mujer promedio de unos treinta años de edad, es poco común el gusto por las películas de tempo lento, larga duración, intermedios incluidos como Lo que el viento se llevó (1939) o El Gatopardo (1963). En la Era de la Información, el pensamiento es acelerado y la demanda de información es exigente. Eso, por supuesto, modificó el género documental.

Felizmente, los soportes digitales son mucho más baratos que el celuloide y con ello, los cineastas de países subdesarrollados, así como el movimiento feminista y otras minorías, han tenido estelaridad en el nuevo boom de contenidos documentales. Es una maravillosa revolución de la libertad de expresión.  Aunque los puristas insisten que la mayoría de esos trabajos son docu-dramas y no documentales, no estaría de acuerdo en mantener una rigidez en la configuración del género. El documental actual apela a mentalidad del hombre y la mujer de hoy, que buscan lo mismo que en la ficción; esto es, que el documental le ofrezca, una verdad emotiva y nada puede estar más emparentado con el valor artístico de una obra, que esa búsqueda.

Estos apuntes son el resultado de un encuentro con un grupo de amigas abogadas, interesadas en analizar documentales de corte judicial, así como discutir temas de feminismo y derechos de la mujer. Para la sesión inaugural iniciamos con Jeffrey Epstein: Asquerosamente rico. Es esta una pieza del neo-documental, esto es, no atado a los cánones rígidos antes descritos. Si bien, el documental purista, ese que prácticamente es historia oral, es un trabajo artísticamente encomiable; el giro dramático en un buen documental contemporáneo, también goza de méritos estéticos. La intervención del director en el guion, la organización de las tomas y los recursos documentales y testimoniales, responden a necesidades contemporáneas; las de un espectador que no desea permanecer pasivo frente a la historia. El director es su canal, por consiguiente, el nuevo cineasta documental usa y aprovecha la estructura aristotélica, antes solo reservada a la ficción. La realidad sirve de herramienta para motivar al espectador, en el mismo modo que aquel que lee una novela, disfruta de una función teatral o de una película de ficción. 

Hay decenas de documentales valiosos. Es un mundo inexplorado y atractivo. Los mostrados en las plataformas de streaming son documentales emotivos, tales como Searching for Sugar Man (2012), Una verdad incómoda (2006), The American Factory (2019), I’m not your negro (2016), George Harrison: Leaving in the Material World (2011). Otros, sin embargo, siguen la convención antigua de historia oral como For Sama (2019), Nanook of the North (1922), La Marcha de los Pinguinos (2006), Shoah (1985). Ambos estilos son igualmente premiados y reconocidos.

Me parece que la serie sobre Epstein tiene una estructura aristotélica clásica. Se enfoca en la idea de un protagonista interesante y misterioso. Una historia en espiral parecida a la del Ciudadano Kane (1941). Como en el clásico del director Orson Wells, un hombre millonario acaba de morir lleno de misterios. En la tradición narrativa está en boga el villano. Las personas con defectos son temáticas de interés. Según uno de mis maestros en la Universidad del Claustro, a modo de chiste, eso se debe a que en el mundo debe haber solo tres personas buenas: El Dalai Lama y dos más que nadie conoce. Agregué que esas otras dos son mujeres. Un documental acerca de un antihéroe terrible como Epstein o Kane, nos atrae del mismo que Godzilla en la infancia. Conocerlos, temerlos, es un acto inconsciente para aminorar nuestros propios defectos y sentimientos de indefensión. En estos días de pandemia, esa emoción primaria vibra en notas agudas en nuestro interior, lo que aseguró una audiencia mundial cautiva en cuarentena a Netflix.

Sin mucho esfuerzo, el documental Jeffrey Epstein: Asquerosamente rico, tiene interés dramático. Viaja en el tiempo, acude a expertos, partes interesadas, testigos y peritos. Mantiene un suspenso hasta para el que conoce la historia desde los noticieros. El drone cenital es un alto recurso artístico que, en lenguaje cinematográfico, simboliza crimen y repudio. Es la mirada de Dios a las fechorías que solo imaginamos ocurrían en sus distintas residencias y junto a un escandaloso grupo de celebridades. Las mansiones funcionan como testigos mudos de una trama delictiva y corrupta. Kane apenas tuvo Xanadu. Epstein tuvo muchas casas del terror.

El neo-documental es un espacio de en qué abundan las voces de la minoría. Las empresas de plataforma han estudiado la demanda del espectador domiciliario y felizmente el cineasta de documentales hoy recibe más apoyo de las fuentes de inversión que en el pasado.  Se destacan buenos trabajos realizados por mujeres y sobre mujeres.

La aparición de Ghislaine Maxwell puede ser analizada desde dos puntos de vista: O la showrunner Lisa Bryant sabía que estaba localizada y reservó con Netflix una segunda temporada. O lo que en realidad quiero pensar, la teleserie estimuló la investigación fiscal; esto es, la verdad emotiva sirvió de motor propulsor de la acción de la justicia, objetivo de toda producción de cine-denuncia: Modificar el status quo.

Los tiempos de sentarse a contemplar un planeta con nombre de diosa romana cruzar frente al Sol; o de mirar pasivos el lamento de una prostituta, la labor de unas obreras o fomentar el estereotipo en las relaciones entre las mujeres, cambia.

Las mujeres cineastas del neo-documental, con su natural virtud para la observación, colocan el ojo en el visor, silenciosamente pulsan el obturador en las cámaras de filmación y gritan con firmeza: ¡Acción!