Asistí al otorgamiento de la alta distinción académica que significa el Doctorado Honoris Causa de la Universidad primada.  Hacía ya unos años que esperábamos la ceremonia formal. La entrega en acto solemne, presidido por el Honorable Consejo Universitario, honraría a una persona que lleva publicado ya veinte títulos, uno de ellos es su tesis doctoral sobre la semiótica del postumismo, quizá la primera vez que se defendía en una academia estadounidense una tesis de cuarto nivel que versara sobre la literatura dominicana. La homenajeada es una mujer que ha realizado una larga labor de divulgación de la literatura femenina. Sus méritos contrastan con la humildad, su decoro con la sencillez. Luego de haber sido vicerrectora de la Hostos Community College, se ha constituido en la primera mujer dominicana en presidir una academia superior en Estados Unidos.

Daisy Cocco llegó “loca de contento” a recibir tan alto honor. Cubrió su estadía y viaje. Convocó a sus amigos y cercanos. La Universidad se limitó a reunir el Honorable Consejo y entregar, en acto solemne, la más alta distinción académica. Faltó publicitar este digno momento.  Debimos poner en los cuatro vientos que  era la Universidad la que se sentía honrada de que esta digna dominicana firmara el libro de visitantes distinguidos. Era ocasión de que el país supiera que la galardonada con la Orden de Duarte, Sánchez y Mella era una auténtica académica, con méritos sobrados para el solium docto. Pero la fiesta fue tan íntima que los propios profesores desconocían fecha y hora.

Por azar y contraste llegaba el expresidente de Uruguay. Se anunciaba en los muros de la Alta Casa de Estudios. Exigió sencilleces pero habló en una universidad de élite.

Por azar y contraste llegaba el expresidente de Uruguay. Se anunciaba en los muros de la Alta Casa de Estudios. Exigió sencilleces pero habló en una universidad de élite. Dijo que ya no se trata de izquierdismos sino de ser feliz. Arrojó agruras por lo que consideró era una mala organización. Opinó sobre temas que obviamente desconoce. Pero la fiesta fue grande. Desborde de la única librería.  Filas para verle y escuchar sus candores que bien pudieron salir de la pluma prolífica de Cohelo. En fin, el señor se prevalece de su condición de ex guerrillero, ex presidente y actual coach de la felicidad para disparar lo primero que se le ocurra. Recibe la máxima distinción de la academia porque viaja en Volkswagen y vive en una chacra.

Es claro que de los dos grandes momentos solo asistí a uno.  Por mi profunda convicción de lo que el reconocimiento erudito significa, creo que debemos ir más allá de las pirotecnias a la hora de evaluar la hoja de vida de candidatos, además, de comprender el contexto laudatario. El contraste entre los dos homenajes lo constituyó el ruido mediáticopara uno y el silencio para el otro. Ser académico, intelectual, pensador, gestor de la marca-país, culturólogo no tiene ninguna trascendencia en una sociedad donde la pseudopolitica lo permea todo. El mensaje a nuestros jóvenes es claro: el éxito está en la política y otras “bellas  artes”, jamás  lo estará en la  formación y el estudio. A veces somos más insensatos que el que lleva leña al bosque.