En nuestra historia de la medicina aparecen personas que merecen un lugar especial. Rafael Díaz Niese es una de esas personas. Nació en Puerto Plata en 1897. Su familia se trasladó a Santiago donde cursó sus estudios primarios. En Santiago su madre, Dolores Niese, de nacionalidad alemana, estudió para comadrona en la escuela de obstetricia que dirigía en esa ciudad el doctor Buenaventura Báez Lavastida. Se graduó en 1910 de esa escuela. Su hijo Rafael fue enviado muy temprano a Barcelona y Madrid, en donde realizó estudios secundarios así como clases de pintura. Rafael Díaz Niese se trasladó a París para realizar estudios en Medicina y Filosofía en la Universidad de La Sorbona. Realizó estudios de psiquiatría y se convirtió así en el primer dominicano en graduarse de esa especialidad. Luego viajó por Bélgica y Alemania. Era un hombre culto y políglota. Hablaba español, catalán, alemán, francés, inglés, italiano, portugués, griego y latín.
Con aquel extraordinario bagaje cultural regresó a la República Dominicana en 1939, posiblemente por la situación en que se encontraba Europa en esos años. Llegó a una ciudad con una gran escasez de medios culturales pero que se iniciaban. Dejó de lado la medicina y se dedicó a ser un gestor cultural. El regreso de figuras como Jaime Colson, que retornaban al país por la situación mundial, pudo ser el aliciente que necesitaba para aceptar ser el primer director de la recién fundada Dirección Nacional de Bellas Artes. Durante una década estuvo al frente de esa institución. No se limitó a una institución, ya que fue el promotor de la Escuela Elemental de música, del Conservatorio Nacional de Música, de la Orquesta Sinfónica Nacional y de la creación de centros de educación musical en todo el país. Era catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Santo Domingo, y escribía regularmente en los periódicos de la época, tales como La Nación, La Opinión y El Caribe. Publicó varias obras tales como “La alfarería indígena dominicana”, “Paul Valery”, La vida itinerante”, “Notas sin importancia” o “El existencialismo de Jean Paul Sartre”.
Pero sin dudas su mayor contribución fue la edición de los Cuadernos Dominicanos de Cultura. Una publicación que en sus 12 años de existencia fue la ventana y el exhibidor de la cultura dominicana de la época. Se inició en 1943 y en sus diferentes números se dieron a conocer poetas y escritores que encontraban en esa publicación una oportunidad de darse a conocer y que fueron los grandes nombres del siglo XX. Junto a Díaz Niese participaron figuras de la talla de Tomás Hernández Franco, Héctor Inchaustegui Cabral o Pedro Contín Aybar. En esos cuadernos podemos encontrar trabajos de Vetilio Alfau tratando temas históricos, o de Constant Brusiloff, o Manuel del Cabral con sus poemas. En sus números también se publicaron fotografías de Barón Castillo o pinturas de Jaime Colson. Publicó también poesías el doctor Mariano Lebrón Saviñón, o trabajos sobre música de Enrique de Marchena. Escribían poesías también en los Cuadernos Pedro Mir, Domingo Moreno Jimenez o Franklin Mieses Burgos. Encontramos escritos del doctor Horacio Read y su esposa Ernestina al tiempo de encontrar dibujos de José Vela Zanetti.
Otro de los aportes de Díaz Niese fue la realización de bienales artísticas en todo el país o exposiciones itinerantes. De hecho en 1945 durante uno de esos viajes quedó prendado del paisaje de Loma de Cabrera, y decidió que ese sería el lugar de su descanso eterno. ¿Premonición? Fue diagnosticado de cáncer y murió en 1950 en el Park East Hospital de la Ciudad de New York. Un médico psiquiatra que no ejerció, pero que nos dejó un inmenso legado.