La declaración de pandemia a causa del COVID-19 ha impactado a todos los sectores de la sociedad alrededor del mundo. Uno de estos, es la educación superior en la que millones de estudiantes, docentes y universidades se han visto afectados desde diferentes ámbitos.  Estos actores han tenido que adaptarse, de una manera reactiva, a la “nueva realidad”, que gracias a los avances en las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) ha encontrado una salida rápida para hacer frente a la crisis: la implementación de la educación virtual y la educación a distancia.

El cambio abrupto de modalidad educativa a generado preocupaciones y mantiene a la comunidad educativa internacional apoyando y vigilando las acciones que toman los organismos reguladores estatales y las Instituciones de Educación Superior (IES). Es el caso del Instituto Internacional de la UNESCO para la educación superior en América Latina y el Caribe (IESALC), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el Grupo Cartagena. En la República Dominicana, el Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología, la Asociación Dominicana de Universidades, y la Asociación Dominicana de Rectores de Universidades, también han presentado su preocupación y han dado seguimiento a los retos que, ante esta crisis sanitaria, enfrenta la educación superior dominicana.

En la “nueva realidad” en la que toda la sociedad ha estado haciendo esfuerzos extras y enormes sacrificios, la educación superior no ha sido la excepción. Las IES han tomado acciones para salvar los períodos académicos afectados, para seguir dando el servicio a más de 600 mil estudiantes y mantener las universidades financieramente a flote. Sin embargo, esas acciones tímidamente consideran a quien quizás es el actor más importante dentro de la universidad: el docente (Cherif et al., 2013; Demetriou & Schmitz-Sciborski, 2011; Kezar & Maxey, 2014; Martin et al., 2014, Sanchez, 2017). 

Antes de la inesperada crisis que hoy enfrentamos, hay una realidad latente que evidencia grandes debilidades que afectan a los docentes de las IES y en consecuencia la calidad educativa. La evidencia de décadas muestra la difícil situación de los docentes universitarios: las condiciones salariales, la elevada carga académica que por necesidad tienen que asumir, la inestabilidad laboral, y la realidad de que la mayoría tienen que trabajar en más de una IES, convirtiéndose en “profesores-taxis” y en profesionales que sufren de desgaste físico con gran dispersión intelectual (UNESCO & MESCyT, 2004; Sánchez, 2017; Soto, 2009; OCDE, 2012).  Hasta el 2018, el sistema universitario contaba con 21,757 docentes, de los cuales el 82.4% trabaja por hora y menos del 1% se dedica exclusivamente a la docencia (MESCYT, 2019). Estos mismos docentes, quienes tienen estas condiciones laborales desde hace décadas, han tenido que cambiar a una modalidad virtual o a distancia, de la noche a la mañana, los cientos de asignaturas que regularmente se ofrecían de modo presencial.

¿Qué ha significado este cambio para los miles de docentes? Al igual que trabajadores esenciales como los médicos, policías, personal de seguridad, gondoleros y cajeros de supermercados; los profesores de las IES han sufrido “importantes afectaciones en lo laboral y en lo profesional” (UNESCO, 2020 p. 6). Han seguido trabajando desde casa en conjunto con las tareas habituales del hogar, con la misma ansiedad e incertidumbre por la que la mayoría estamos pasando. No obstante, los docentes han sido los obreros que han mantenido el sistema de educación superior a flote, invirtiendo muchas horas de trabajo para cambiar y crear contenidos unísonos con la modalidad virtual. Sabiendo que, aunque el informe del MESCYT (2019) no especifica en promedio la edad de los docentes, la mayoría no son nativos digitales, lo que ha implicado la participación en entrenamientos y capacitaciones en cada una de las IES en la que prestan servicios.

El cambio de modalidad educativa se ha hecho “arreglando la carga en el camino”, y todavía no tenemos suficiente tiempo para evaluarlo. Sin embargo, sí hay datos que deben ser considerados en lo inmediato para que mínimamente se mantenga la ya cuestionada calidad educativa. Por ejemplo, el Comité de Profesores de Psicología de los Colegios Comunitarios (PT@CC, 2013) de la Asociación Americana de Psicólogos (APA) afirma que enseñar de manera virtual o a distancia requiere en promedio hasta un 39% más de tiempo por parte del docente y que la planificación de la docencia virtual es abrumadora.  Este solo dato, ya es extremadamente preocupante.

¿Cómo podrán los profesores universitarios hacer frente a esta realidad? ¿Qué piensan hacer las IES, el MESCyT como ente regulador y el Estado? De hecho, el mismo PT@CC sugiere que para hacer frente a la preocupante dedicación de tiempo adicional las clases tengan, de 33% a 40% menos estudiantes que en la modalidad presencial. No obstante, la respuesta rápida, obvia y muy probablemente equivocada para enfrentar los problemas financieros que se avecinan es “aprovechar los recursos al máximo”. En algunos casos hemos visto, cómo se aumentan la cantidad de estudiantes por sección de clase al no tener ya, la limitante del espacio físico. Por ende, es oportuno que se reflexione, se ponga sobre la mesa y se busquen soluciones, pues es un factor que afecta considerablemente la calidad educativa y el bienestar de los docentes.

Hasta este momento, a los docentes de la educación superior se les ha exhortado, que sean resilientes, colaboradores, y que den “un esfuerzo adicional” (Sánchez et al., 2020); confiados en su vocación de servicio, en su pasión por la enseñanza, y en el miedo que tienen a perder sus fuentes de empleo. Sin embargo, desafortunadamente se sigue mirando hacia otro lado para evitar reconocer un problema que es multi-factorial, pero que necesita ser abordado de manera responsable. No es posible que, ante las deficiencias conocidas por años y el abrupto cambio en la educación superior a causa de la crisis, el tema del docente en las IES, aún “no parece, (…)  estar en la conciencia de los altos ejecutivos de las IES, pues entre las soluciones que proponen para superar el problema (…) que ellos mismos reconocen como un problema grave, no aparecen medidas que vayan a las raíces más profundas” (UNESCO & MESCyT, 2004, p. 31).

La actual crisis se puede ver como una oportunidad para comenzar a repensar la educación superior dominicana, que en su mayoría ha “concentrado sus esfuerzos en la función de docencia”, dejando en un lejano lugar las funciones de extensión e investigación. ¿Cómo el país generará conocimiento e innovación sin investigación? ¿Cómo investigamos si los docentes no tienen la estabilidad laboral, ni la remuneración, ni el tiempo que se requiere para una educación de calidad? Como afirma el mismo MESCyT (2007) en el Plan Decenal de Educación Superior 2008-2018 “si en la actualidad, y hacia futuro, la universidad no investiga y produce conocimiento mediante la investigación, su accionar es estéril y finalmente su existencia no tiene sentido, además éticamente engaña a sus estudiantes y al país”.

Referencias:

Cherif, A. H., Movahedzadeh, F., Adams, G. E., & Dunning, J. (2013, April 4th). Why do students fail? Students' perspective. Retrieved from http://www.abourcherif.com/pdfs/Why%20Do%20Students%20Fail%20Final%20April%208%202013%20doc.pdf

Comité de Profesores de Psicología de los Colegios Comunitarios. (2013). Guide to Establishing an Online Teaching Program.

Demetriou, C., & Schmitz-Sciborski, A., (2011). Integration, motivation, strengths and optimism: Retention theories past, present and future. Retrieved from https://studentsuccess.unc.edu/files/2012/11/Demetriou-and-Schmitz-Sciborski.pdf

Kezar, A., & Maxey, D. (2014). Faculty matter: So why doesn’t everyone think so? Tough & Action, 29-44.

Martin, K., Galentino, R., & Townsend, L. (2014). Community college student success: The role of motivation and self-empowerment. Community College Review, 42(3), 221–241. http://doi.org/10.1177/0091552114528972

MESCYT. (2007). Plan Decenal de Educación Superior 2008 – 2018. Una educación superior de calidad, para el país que soñamos los dominicanos.

MESCYT. (2019). Informe general sobre estadísticas de educación superior 2018.

OECD. (2012). La Educación Superior en la República Dominicana, 3–189.

Sanchez, E. (2017). Retos de la educación superior en América Latina: El caso de República Dominicana. Ciencia y Sociedad, 42(1), 9–23.

Sanchez, J., Tavarez, J., Camilo, O., & Escala, M. (2020). Presente y futuro de la virtualización de la docencia en la educación superior dominicana: De un presente reactivo a una construcción proactiva . https://doi.org/10.13140/RG.2.2.17944.55047

Soto, D. S. (2009). El profesor universitario de América Latina: Hacia una responsabilidad ética , científica y social. Rhela, 13, 166–188.

UNESCO & MESCYT. (2004). Informe No. 8: Calidad de la educación superior en República Dominicana. https://doi.org/10.1017/CBO9781107415324.004

UNESCO. (2020). COVID-19 y educación superior: De los efectos inmediatos al día después. Análisis de impactos, respuestas políticas y recomendaciones.