Compelido por las circunstancias, tras un luengo silencio, en un discurso diferido radiotelevisado este lunes 22 de julio en la noche con acentuadas fallas de edición, el presidente Danilo Medina ha informado su desistimiento al plan para reformar la Constitución y establecer su habilitación de cara a las elecciones de 2020.
Muy Justo. Cualquier otra salida parida por las emociones desmedidas que suele provocar una sobre-actuación desde el Poder, como otros deseaban y pronosticaban, habría representado una catástrofe para el gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD), su gobierno, su propio liderazgo y el país. https://acento.com.do/2019/politica/8708069-discurso-integro-de-danilo-medina-renunciando-a-la-reeleccion-presidencial/
Cierto que un Medina adusto y desafiante reprochó supuestas “desconsideraciones” e “irrespeto” hacia él y su gobierno por parte de “un sector minoritario” del partido, con lo cual repetía los juicios adelantados en los medios por su vocero, Roberto Rodríguez Marchena, sus ministros Administrativo, de Obras Públicas y Turismo; los exministros de Planificación y Desarrollo y Educación, Temístocles Montás y Carlos Amarante Baret; el presidente de la Refinería Dominicana de Petróleo (Refidomsa), y el embajador en Washington…
Y cierto que hizo galas de su vocación de trabajo, su honestidad y su fuerza política al referirse a logros, al amplio apoyo popular, a su mayoría en el PLD, a su relación con los aliados políticos, empresariales y otros sectores que —aclaró– lo azuzaron a embarcarse en la misión- reforma. Incitación que –dijo– “evaluó”, pero optó por atender a principios y normas superiores a lo particular (Constitución). Decisión que, desde 2017, había mandado a informar con el ministro administrativo José Ramón Peralta; el de la Presidencia, Gustavo Montalvo, y el presidente de Refidomsa, Felucho Jiménez. Dos de estos funcionarios, Peralta y Jiménez, junto Gonzalo Castillo, ministro de Obras Públicas, no perdieron un minuto mediático para agitar la repostulación y minimizar a LF.
CUANDO NO SE PUEDE, NO SE PUEDE
La realidad real, sin embargo, hace tiempo tiene un mandato claro muy distante de adhesiones, apetitos particulares, fuerza económica y hasta de la palabra empeñada en el Pacto de Juan Dolio de 2015, y desobedecerlo implicaría un suicidio político: No se puede, la caldera está hirviente en América y el Caribe.
En el plano externo, en Brasil, los estratégicos aliados Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff han sido arruinados; en Puerto Rico, el gobernador Ricardo Roselló está a punto de caer a causa del “chatgate”; en Haití acaba de dimitir el primer ministro, Jean Michel Lapin, luego de tres meses sin poder formar gobierno; Venezuela sobrevive a una grave crisis política, económica y social; Nicaragua, en tensión; Estados Unidos, vía el secretario de Estado, Mike Pompeo, comunicó por teléfono al presidente Medina la preocupación de su país por los aprestos de reforma. Actitud entendida por el más ferviente diputado reeleccionista, Elpidio Báez, como una atrevida intromisión en asuntos internos, aunque Palacio lo había descrito la llamada como un manojo de elogios al Gobierno y al Presidente.
En el interno, ha crecido como un tsunami el rechazo a una reforma inoportuna para rehabilitar a Medina, respondido por el presidente del Senado y el de la Cámara de Diputados con un sólido cerco policíaco-militar al Congreso. La oposición ha pasado de la tibieza frente al Gobierno a un estado de agresividad mayor con recurrentes acusaciones de corrupción en la construcción de la termoeléctrica de Punta Catalina por parte de Odebrecht y consorciados. La economía se ha resentido, según sectores empresariales. El Congreso está muy dividido, diferente a 2015 en que el proyecto de reforma para la rehabilitación del mismo Medina llegó a secretaría consensuado en el Comité Político y otros organismos morados. La Asamblea Revisora la aprobó sin inconvenientes el 14 de junio de ese año, pero con una inhabilitación de por vida si el Presidente optaba por una postulación en 2016 (Art. 124, disposición vigésima), como sucedió.
Medina agota su segundo cuatrienio consecutivo. Tras perder frente a Hipólito Mejía, en el 2000, ganó las elecciones en 2012 y repitió en 2016. Sus seguidores activaron sin cesar por otra reforma habilitante con miras a las elecciones del 17 de mayo de 2020, pese al pacto que avaló la reforma de 2015 con un candado para el mandatario.
A FUTURO
En el nuevo escenario, el Presidente, ahora con una atmósfera menos enrarecida, tiene un rol fundamental que desempeñar, si quiere avanzar en la consolidación de su liderazgo, la construcción de su futuro y el destino de su gobierno, ya en la recta final.
Y es el de convidar al presidente del PLD y expresidente de la República, Leonel Fernández, para iniciar un proceso de autocrítica que ayude a restañar los malos entendidos, a reconstruir la armonía en la organización y, tal vez, a promover un proceso de reforma integral de la Constitución basado en el diálogo, nunca en la fuerza. La coyuntura lo hace necesario.
Fernández luce el candidato presidencial natural para competir frente al Partido Revolucionario Moderno, y se agotó el tiempo para construir un “sangre nueva” de los afectos del mandatario. Negarle esa categoría y trabajar en la dirección contraria, sería apostar a la derrota y desaparición del partido gobernante, y la gran culpa recaería primero sobre Danilo Medina; luego, en los demás. Otra prueba de fuego para su liderazgo.