Metodológicamente, el análisis del discurso es obra de lingüistas. Las ciencias sociales lo hacen con otros métodos y con otros fines. Para nosotros, analizar un discurso presidencial  permite hacer “visibles o observables, no solo políticas sino su alcance,” las ideologías que las sustentan, explicitándolas  o, más bien, develándolas  (Van Dijk 2005). Reconstruir, analizar y develar un discurso implica pensarlo históricamente y aislar de los hechos sociales globales, un conjunto de prácticas mediante las cuales la sociedad se objetiva en textos, lenguajes y prácticas que se relacionan con instituciones, reformas, políticas y programas en el campo político. En particular, el discurso político posibilita, justifica y transforma la acción política” (Lamizet 2002: 121), buscando no solo re-presentar una realidad social determinada, sino que apunta a convencer, persuadir y re-significar. Es decir, hay  una función práctica del discurso orientada a la acción en el contexto de las relaciones de poder. Así, escuchamos el discurso, tratando de entender “la sombra que dejan las prácticas políticas en la sociedad y el territorio” y las consecuencias que vemos o no, que conforman nuestra realidad. Como mucha/os, esperamos ese discurso con ansia, porque es el único que el Presidente nos ofrece una vez al año. Sabemos que la estrategia comunicacional del gobierno se funda en la propaganda, la publicidad, las consignas  bailables y visuales y  “bocinas” repetidoras;   han sustituido los tan anhelados discursos de Balaguer, Peña o Juan Bosch donde la gestualidad, el tono, los temperamentos anunciaban los contenidos. Por, eso, es con  impaciencia y esperanza, que nos sentamos frente al televisor, aspirando  a que algo sorprendente, nos diga el Sr Presidente Danilo Medina (perversidad incorporada) oír primero los cambios y los castigados/as, ¿quiénes se iban?. ¡Nos quedamos con el moño hecho!. Y como a cada discurso,  entre aplausos, alguna figura entusiasta, otros muy serios y pensativos, hay que esperar el final, para entonces pasar al análisis y las críticas: ¿qué dijo el Presidente, que no dijo, que quiso decir? Ya que en las políticas y programas públicos que presenta se  definen los problemas, se legitiman las decisiones, se presentan los resultados y se entienden los procesos. Recordaremos que de antemano, iniciando el discurso,  el Presidente nos sorprendió, -nadie lo resalta-, con una introducción muy premonitoria de lo que subyacería a lo largo del discurso: nos dijo, que, el tiene un “sueño” que  “estaba al servicio del pueblo”  situándonos, así,  de inmediato, en el imaginario, en ese escenario famoso de Washington, donde Martin Luther King  manifestó su sueño de felicidad y tolerancia para Norte América: esa imagen y mensaje proyectaron “una misión  larga” especie de destino (reelección subliminal izada).  Y seguido, asimilo  su práctica a  “batallas, de estrategias  y de planificación”  recordándonos   -que la política es como la guerra (comparación con los Trinitarios) donde el buen estratega gana,  (como  el,) la está ganando y como, el prócer Juan Pablo Duarte, que celebramos ese día, la gano. El Presidente, siguió su discurso, mencionando  su “legado”,  dejando, claro, que ya se sitúa en la posteridad,  invocando   un rol prominente en la Historia del país,  idea que reforzó con palabras como “destino  y… rumbo”. Está claro que, los que redactaron el discurso de  Danilo Medina, lo están proyectando, a dos años del 2020,  ya en la Historia y  el futuro y nos inducen a una visión de  “herencia espiritual” como un líder histórico,  nuevo,  moderno e humanista. Por esos motivos, ese discurso, se movió  intermitentemente -entre lo puramente ideológico  y lo propagandístico  -con cifras- ,  y si el Presidente Medina, nos advirtió que  no, hablaría de cifras, y que nos diría, “el porqué de las cosas “ y de sus propósitos y horizonte” fue, para crear la percepción de que el Presidente, ya no le interesa tanto,  el presente y sus problemas terrenales con las cifras, sino  el futuro (la reelección)  y sus próximas políticas de desarrollo,  basadas en obras monumentales y la formación de la clase media. Por eso, el énfasis en recalcar el papel de las pymes (emprendedurismo) de  la banca solidaria y otras formas de financiación,  del  consumo (vehículos),  del usufructo de las innovaciones tecnológicas (drones, digital y Wifi)  y la  promoción social (viviendas, prestamos). ¡Que solo se construyeran unas 4173 viviendas (300 al mes) y que 3018 otras,  ya no tengan pisos de tierra, pasó  inadvertido como las otras “performances”  económicas.  El mensaje del bienestar  presente  y del futuro (en torno al modelo de sociedad, a  la clase media consumidora, a las grandes obras) se complementó, al final,  con la invocación a la familia que humanizo el discurso y  la imagen del Presidente y asi, se culminó la percepción  de “obra o país en construcción” en manos de un proyecto -presidencial- confiable y (otra vez) de largo alcance! Pero esperamos, todavía, la rendición de cuentas del 2017.