Cada película produce un sentido específico en la historia abarcante de formaciones sociales y relaciones de producción de sentido, a partir de las imágenes seleccionadas y codificadas en una determinada película. Todo discurso de la historia así como toda narrativa histórica se centran en el marco de una determinada acción histórica estimada como producto cinematográfico sobre la base de una historia social, fabulación icónica o sonora.
A menudo, todo mensaje histórico expresado en una película de género o materia escogida, se reconoce en el orden propio de una visión cinematográfica de la historia y del discurso que subyace a cada narrativa. (Ver, para un campo más crítico de la relación entre cine e historia, Marc Ferro: Historia contemporánea y cine, ED. Ariel, Barcelona, 1995)
Es en esta perspectiva donde se reconoce el tema-forma de una producción cinematográfica situada en tiempo y en espacio, pero también a partir de cardinales concretas de representación e interpretación histórica. Diversos discursos cinematográficos se hacen observables en películas sobre la historia de Grecia, Roma, Egipto antiguo, África, América y otros que remiten a mentalidades y cuyos sellos o marcas discursivas se pronuncian en un registro cinematográfico determinado; lo que indica una escogencia en base a la matriz de un conocimiento histórico social.
¿De qué manera el cine organiza la historia?
Cada director o guionista de cine hace de una masa histórica o tema una confluencia audio- visual de sentido y producción, apoyándose en procedimientos de escritura cinematográfica, para dar vida a un proyecto cuyos valores estéticos y formales conectan con la historia o el discurso de la historia que elige y promueve el director o productor de una obra de arte cinematográfica. Estos indicadores de acontecimientos accionales organizados sobre la base de ejes narrativos, ejes nocionales y causales contemporáneos que han sido adaptados y adoptados para llevar a cabo un proyecto cinematográfico.
La tradición de estudios del discurso cinematográfico la encontramos en diversas relaciones escogidas o marcadas entre cine y sociedad; cine y literatura; cine e historia; cine y memoria; cine y condiciones de producción social, donde tanto el guionista como el director, el fotógrafo y el editor captan aspectos, elementos de mundos y detalles justificados por una concepción de la historia, el discurso, la sociedad y el sujeto transindividual.
Discurso de la historia y discurso de la sociedad en el cine se hacen visibles en los diferentes mundos sociales tomados como pretexto para presentar, representar; construir lo real en un orden proyectado por el sujeto representado del mensaje y la forma sentido escogido por sus niveles de formatividad, para lograr construir un universo de acción sociohistórica y socio- crítica.
Conviene insistir en este caso en géneros tales como: cine de historia, cine de posibilidad, cine de posicionamiento, cine de alteridad, cine de investigación, cine de ensayo social, cine de ficción, de historia y otros.
Toda una concepción del personaje histórico, cinematográfico y literario en este sentido, evoca un marco social y accional basado en una seriación y un sistema de ocurrencia, donde vemos cruzarse los distintos proyectos y proyecciones diversas en festivales, carteleras, espacios de comunicación y otros proyectos cinematográficos cuya mira es el rescate de la historia y sus modos de narrar el mundo y la memoria cultural. Lo que ha sido proyectado y convertido en historias locales para formar un contexto de imagen en movimiento, acentuado por un núcleo histórico de representación del cine como práctica técnica y artística socializadora (véase, Roland Barthes): Lo obvio y lo obtuso, Editorial Paidós, Barcelona, 2008).