En mis artículos anteriores he venido discutiendo la problemática de la vieja y nueva izquierda dominicana. Lo he hecho amparado en la aplicación de categorías conceptuales que, aunque tengan un origen europeo, posibilitan su aplicación a la realidad nuestra en términos políticos. No me basta hablar de izquierda, derecha o centro sin antes establecer qué significan estas categorías para nosotros. Este es uno de los errores más comunes que descubro en los análisis políticos de envergadura realizados en el país.

En este artículo introduzco de manera rápida una propuesta de análisis crítico del discurso más allá de la lingüística y sus disciplinas afines. No todos somos lingüistas y los esquemas de análisis del discurso político que pululan en nuestro ambiente dependen, de modo excesivo, de las ciencias lingüísticas, si me permiten hablar de tal modo.

Mi propuesta de análisis, realizada desde un universo transdisciplinar, la centro en tres conceptos claves: la promesa, el mundo posible y la práctica política. Sobre la promesa ya hablé en otra ocasión (19 de octubre, 2016, acento.com.do), ahora solo diré que el discurso político es un acontecimiento de sentido, no es sólo un discurso verbal hablado o escrito, que está centrado en una promesa. Le es connatural al discurso político establecer una promesa sobre la cual edifica un mundo posible. En este sentido, el descontento y la promesa (P.H.Ureña) conectan al discurso político a la realidad y a la imaginación. En el descontento frente a la situación actual, se promete un mejor mundo posible.

Promesa y mundo posible no son suficientes para dar cuenta de las estrategias de persuasión y seducción del discurso político. Como lugar o “campo propio” para las ideologías (van Dijk) el discurso político se genera, sostiene, produce y expande a partir de un sistema de creencias y valores que operan como modelos mentales y que son capaces de resignificar nuestro modelo del mundo, nuestra propia identidad individual y colectiva. En otras palabras, el discurso político depende de una serie de dispositivos (Michel Foucault) que se entretejen como una red y que constituyen el “mundo de la vida” (A. Schütz) desde el cual se germina la práctica política y desde la cual genera y reproduce nuevas prácticas en la cultura política de una nación.

Tomemos como ejemplo paradigmático de análisis un discurso que es bisagra entre la vieja y la nueva izquierda dominicana (para una historia de la izquierda dominicana y sus avatares históricos ver a Franklin Franco y Antinoe Fiallo). Me refiero al discurso de Manual Aurelio Tavárez Justo, pronunciado en el parque Colón de la ciudad Capital el 14 de septiembre de 1961.

Promesa: “La Agrupación Política 14 de junio, consciente de la gravedad de este momento en la vida nacional, jura de pie ante Dios, ante la historia y ante el pueblo dominicano, su compromiso con las presentes y futuras generaciones del país de ser: ¡LIBRES O MORIR!”.

Mundo Posible: “Libre sobre una tierra libre y soberana, ¡hermoso ideal jamás alcanzado por el pueblo dominicano!”. “La redención del pueblo dominicano, por la definitiva liberación de los males que vienen condicionando su destino histórico”.

Prácticas Políticas: como hablamos aquí de una red de lo dicho y lo no-dicho, señalaré simplemente lo que se infiere del discurso: conocimientos científicos (datos económicos sobre la estructura feudal de producción), sistema de creencias (la injusticia social genera violencia; la justicia social, paz), instituciones (agrupaciones políticas o partido, la constitución, la ley electoral), sistemas políticos (gobierno constitucional, la constituyente, democracia), acciones políticas (organización y capacitación del pueblo, lucha patriótica, etc.), lo no-dicho (revolución, lucha armada), el espacio-tiempo (periodo histórico, 30 de mayo, parque Colón, etc.).

Como vemos, alrededor de estos tres ejes es factible dar cuenta del universo semántico-pragmático de cualquier discurso político: desde el dónde se genera, el descontento; lo que promete como mundo posible y las prácticas políticas en la que se edifica tanto lo dicho como lo no-dicho del discurso en tanto que acontecimiento de sentido.

No es necesario ser un experto en lingüística, basta con una lectura atenta y una mirada perspicaz frente a lo dicho y lo no-dicho. Como bien dice Ricoeur, lo importante es cómo la “cosa del texto” ilumina mi propio mundo.