Pobre del hombre que entiende que el problema del mundo está en los otros.

Leandro Karnal

El derecho a las personas con diversas orientaciones sexuales e identidades de género a manifestarse y hacer presencia en el espacio público ha sido constantemente objeto de discursos heterosexistas en República Dominicana. Las manifestaciones que se oponen al uso de espacios públicos en diferentes ciudades del país están enmarcadas dentro de diferentes marcos de pensamiento, uno de ellos es el heterosexista, que se instrumentaliza tanto en el discurso como violencia simbólica, como en la violencia física a través de la detención arbitraria por agentes del orden público, así como el asesinato, agresiones y malos tratos a personas trans.

El heterosexismo se refiere al pensamiento social de que la heterosexualidad es la única orientación legítima en la sociedad y que excluye cualquier otra orientación. Monique Wittig lo define como:

Los discursos… que dan por sentado que lo que funda una sociedad, cualquier sociedad, es la heterosexualidad… Esta tendencia a la universalidad tiene como consecuencia que el pensamiento heterosexual es incapaz de concebir una cultura, una sociedad, en la que la heterosexualidad no ordenara no sólo todas las relaciones humanas, sino su producción de conceptos al mismo tiempo que todos los procesos que escapan a la conciencia. (WITTIG, 1992, p. 49 y 52).

El pensamiento heterosexista entiende que los derechos que nacen de la complementación entre los géneros opuestos no deben ser dados a las personas no heterosexuales, así como establece una prohibición al aparecimiento público de las expresiones de género e identidades perturbadoras de la heterosexualidad.

El discurso heterosexista lo que impone es que las personas con diversas orientaciones sexuales e identidades de género sean silenciadas y se les prohíba cuestionar el orden hegemónico heterosexual. Según este discurso el único espacio donde es posible manifestar la diferencia es en la marginalidad.

Ese discurso de relegar a la marginalidad y al espacio privado no es nuevo, cada vez que un colectivo como las feministas o las personas con diversas orientaciones sexuales e identidades de género aparecen como visibles y osan tomar la palabra, ante el esfuerzo constante de monopolización del espacio público como heterosexual y masculino, se desata la violencia simbólica de asignar un estatus infravalorado a dichos sujetos.  Es un arrebato de odio y horror que invade a las y los guardianes del orden moral y sexual ante la visibilidad del ‘’otro’’, de la ‘’perversa’’, del ‘’pecador’’.

Este discurso heterosexista también arrebata el estatus de ciudadano dominicano de las personas con diversas orientaciones sexuales e identidades de género, como si estos sujetos no fuesen portadores de derechos en igualdad y libertad con los demás. También al pedir a estas personas que sean discretas no es más que un llamado al orden heterosexista, recordando que dentro de ese pensamiento se entiende que el espacio público es de su propiedad y por lo tanto como dueño se decide quién puede aparecer o no en él. Es por esto que se exige la desaparición de las personas con diversas orientaciones sexuales e identidades de género de la visibilidad pública.

El discurso heterosexista promueve la injuria, al invocar que esas personas son aberrantes les recuerda que quien lo profiere esta apropiado del poder de insultar y despojar al otro de su humanidad y dignidad.

Los pronunciamientos heterosexistas sobre la celebración del Santo Domingo OutFest 2016 y la utilización de espacios públicos, patrimonio de todas las y los dominicanos, como una violación a los valores y costumbres tradicionales (como si estos fuesen inmutables), denotan la personalidad paranoica de algunas dominicanas y dominicanos, en la cual toda diferencia a su visión y orden del mundo es vista como una amenaza y una señal del fin de los tiempos, nunca como algo positivo e importante de la pluralidad social. También nos revela la personalidad autoritaria y fascista cotidiana de muchas y muchos dominicanos, los cuales siempre están alertas y dispuestos a mantener, fortalecer y reproducir las estructuras de opresión y hacer de nuestra convivencia una inviable.

Estos discursos no pueden pasar sin contestación, es necesario resistir y colocar el contra discurso, ya que quienes profieren e invocan el heterosexismo, traen consigo una carga de odio y discriminación que atraviesa la constitución de los sujetos que son injuriados. Se tiene que quebrar ese monopolio de la palabra y no se puede seguir pasando por desapercibida tanta violencia en contra de las diferencias, tenemos que preguntarnos ¿si es legítimo y natural en la sociedad Dominicana aceptar ese tipo de discursos sin cuestionarlos? ¿Es una característica de la sociedad Dominicana reconocer y convivir con las y los ‘’otros’’? ¿Con las y los oprimidos? El contra discurso debe ser un ejercicio permanente de todos los que luchan contra el discurso del opresor, como una señal de que no están dispuestos a plegarse nunca más a dicho orden y a ser manipulados por el odio.