Danilo Medina había salido airoso, con repunte de su popularidad, en las cuatro ocasiones previas en que compareció ante la Asamblea Nacional a rendir cuentas como lo manda el artículo 114 constitucional, pero en esta ocasión no alcanzó los éxitos anteriores y la razón la anunció desde el mismo inicio de su discurso cuando señaló que se referiría al final sobre el tema obligado: “el denominado Caso Odebrecht”.
La estructura de sus discursos ante la Asamblea Nacional suelen ser muy parecidos, agotando en una primera parte el tema económico, incluyendo crecimiento del país y por sectores, índice de inflación, situación cambiaria, balanza de pagos, reservas monetarias, y en cada una de las oportunidades, incluyendo esta última, ha presentado buenas noticias al país. También es cierto que no tocó el tema de la calidad del gasto, del endeudamiento público, y del pacto fiscal, a pesar de que son temas que preocupan a la ciudadanía, pero por lo visto no tanto a los asesores del gobierno.
En esta ocasión, como en las anteriores, se refirió a los resultados del turismo, zonas francas, sistema financiero, generación de empleos, reducción de la pobreza, avances en la erradicación del analfabetismo, educación e hizo mayor énfasis en el salario, sistema de salud, registro de identidad, medio ambiente. También se refirió a La Barquita, visitas sorpresas, 911 y su próximo gran emprendimiento que transformará el barrio Domingo Sabio, que incluye a Los Guandules y La Ciénaga, que de tener el éxito que ha tenido La Barquita, será un logro más de su gobierno .
No podía faltar el listado de obras públicas terminadas y en proceso de avance que de tan larga le hizo perder la paciencia y pedirle al que manejaba el telepronter que acelerará el pase del texto. También tocó los temas que preocupan a la ciudadanía como seguridad ciudadana, el transporte público y el sistema eléctrico, y con este último se comenzó a meter en aguas profundas.
Al inicio de su discurso había aumentado las expectativas de la población al señalar que “existe un clamor popular por conocer, en profundidad, lo sucedido en el denominado Caso Odebrecht”. Y agregó que “hay un clamor por conocer la verdad y por castigar a los culpables”. El presidente Medina siempre ha dejado para el final los temas más importantes de sus discursos, aquellos con los que pretender cerrar con broche de oro sus discursos, como ocurrió con el caso Barrick en 2013, o con Bahía de Las Águilas en el 2016.
Cuando retomó el tema al final de su discurso, el presidente levantó aún más el entusiasmó cuando declaró: “Pueden creerme cuando les digo que yo escucho ese clamor. Y no solo lo escucho, sino que me siento ser parte de esa voces”. El presidente validó el movimiento verde Cero Impunidad cuando declaró que “Las masas silentes, conformistas y aletargadas, son el producto de gobiernos mediocres y autoritarios” e informó que esos movimientos les recuerdan sus años de lucha estudiantil, y son la prueba de que la sociedad está avanzando y tiene ahora un mayor nivel de conciencia social.
El discurso iba aumentando el entusiasmo de quienes le escuchábamos y llegó a un punto muy caliente cuando señaló “no voy a tratar de convencerlos con retórica, sino con hechos”. Y en vez llegar al punto de ebullición, comenzó a descender la temperatura cuando los hechos que mencionó fueron exclusivamente las actividades llevadas a cabo por la Procuraduría General de la República, que todos ya conocíamos por haber sido divulgados por esta última: solicitud de colaboración a Brasil y Estados Unidos, interrogatorios, colaboración de los funcionarios entregando información al ministerio público, compromiso de Odebrecht de pagar una multa de US$184 millones y de colaborar.
Al final el presidente no ofreció ninguna medida concreta, como hubiese sido ordenar auditorías a cada uno de los 17 contratos con la empresa brasileña a fin de determinar la cuantía de la sobrevaluación, o mover los mecanismos institucionales para dotar al ministerio público de más recursos para llevar a cabo esta investigación, o informar la rescisión de los contratos con Odebrecht cuidando de contratar a otra empresa que termine la obra.
El presidente acusó a “unos pocos” generadores de electricidad de estar detrás de una campaña que persigue que se pare la construcción de la planta de Punta Catalina, para seguir beneficiándose de la venta de energía cara al país. Es una pena que el presidente no identificara por sus nombres a los responsables de actuar de esa forma, pues lo que hizo fue inculpar a todos los que pertenecen al l sector. Punta Catalina debe concluirse a la mayor brevedad, pero debió haberse siquiera explorado terminarla con una empresa distinta a Odebrecht. Ahora tendremos que convivir con el ladrón en casa y confiarle la obra más importante del país. No me parece válida la comparación con Estados Unidos, Suiza y Brasil, pues en los dos primeros no sobrevaluó ni sobornó a nadie y en el último se trata del país de origen de la empresa, con una nómina de 168 mil empleados.
Tampoco se refirió el presidente a los casos de CORDE, CEA, INAPA, OISOE, INDHRI y tantos otros que han quedado opacados ante el caso Odebrecht. Y no dio respuesta directa a la petición, avalada por más de 314 mil firmas, de designación de fiscales independientes con apoyo técnico de la ONU para la investigación. Podía explicar que no le correspondía a él designar tales fiscales sino al Consejo Superior del Ministerio Público, y expresar su posición sobre tal petición, pero prefirió una respuesta indirecta de rechazo, llamando a apoyar al sistema de justicia y al Procurador General de la República, lo que no convencerá mucho a la población que sigue estos temas debido a los antecedentes que tenemos como país.
Su planteamiento sobre el caso Odebrecht se concentró en las garantías que ofreció de que “todo aquel que haya incurrido en este esquema de actos ilícitos será sometido a la justicia”, y de que el acuerdo con Odebrecht “no detiene en absoluto el proceso de investigación ni la acción de la justicia, que deberá llevarse, con la mayor premura y eficiencia, hasta las últimas consecuencias”, “caiga quien caiga”, asegurando que “no existen vacas sagradas en este gobierno, ni existirán vacas sagradas fuera de él mientras yo sea el presidente de la República”, y señaló que el “Ministerio Público, el Procurador General de la República y la justicia tienen plena potestad, capacidad e independencia para investigar y actuar sin ningún tipo de limitaciones”.
Lo que tenemos entonces es la palabra del presidente, quien se comprometió a no traicionar su compromiso ante Dios, su familia, su país, el pueblo, su partido y los Padres Fundadores. Tomemos la palabra del presidente Medina y sigamos recordándole sus luchas estudiantiles. Seamos proactivos, participativos, críticos, constructivos, y actuemos siempre con valentía pero con respeto. En esta ocasión el tema no morirá, no por las autoridades sino por el empoderamiento ciudadano.