No  debió decepcionarse  tanta gente  con el discurso presidencial del  pasado 27 de febrero, tenía  que parecerse a los anteriores: el mismo presidente, rodeado de los mismos personajes,  las mismas circunstancias de escándalos  abrumadores. Además, es bien sabido, sigue en ejecución la  misma  estrategia  mercadológica de siempre. No tenía por qué haber sorpresas,  explicaciones, revelaciones,  ni  arrepentimientos. 

De ahí, que el  espectáculo gubernamental resultase  un "Déjà Vu". Ni se detuvo en lo  principal, ni contestó preguntas transcendentales – como las planteadas por  Marcha Verde, días antes de la "rendición de cuentas", y mucho menos tocó las finanzas de este país que debe más que un desempleado.   "La misma vaina", me dijo un  buen amigo, "y tú te pones a  perder tiempo  leyendo discursos…"  "La verdad es que tú no te respetas…" 

Si hago caso omiso al  calendario, la pieza oratoria,  y el ambiente  reeleccionista  dentro y fuera del hemiciclo, fueron esencialmente  los  mismos  que  cuando se preparaba la primera reelección de Danilo Medina y se vendían párrafos de la Constitución en el bazar del Congreso, en puja de subasta.

Repito: ni el presidente, ni su gobierno, ni su partido, ni sus socios han cambiado.  ¿Por qué habría de cambiar la narrativa? Pero, pensándolo bien, sí hay una cosa que ha variado: ahora es desesperante, angustiante, la necesidad de mantenerse en el poder;  deben seguir protegidos dentro de las murallas palaciegas. Fuera de ellas, corren peligro.

Demasiados ex presidentes y funcionarios andan presos por el mundo como para no asustarse. Sin funciones, hasta  sus antiguos compañeros podrían  traicionarlos, mencionar nombres y detalles de  negocios, buscando reducirse las sentencias. Si salen de esa madriguera en la que han convertido al Estado,   pueden quedar atrapados.

Luego de escuchar sofismas,  relumbrones, y medias verdades – como si no fuera poco para insultar nuestra inteligencia – aparece, a los pocos días, una nota de   humor surrealista, de ese al que nos tienen acostumbrados nuestros gobernantes. Humor de un cinismo inconmensurable, donde se da por sentado que el público   ríe de cualquier chiste malo, aunque  no lo entienda.

Entre las promesas del  rendidor de cuentas, estuvo el nuevo plan de protección fronterizo (probablemente el plan  "cuchumil", o "bicuchumil"). Aparte de ser una tacita admisión de que todos los demás fracasaron, convirtieron a ese nuevo  en  una pantomima casi de inmediato: en menos de una semana, el jefe de las Fuerzas Armadas anunció que el plan se está llevando a cabo, y que sus resultados son efectivos. ¡Presto! A  mearse de la risa con este  otro " Déjà Vu" del control de la  frontera, en el  que todos debemos creer. Toda una comedia.

En resumen, que se nos sigue  inculcando, en cada discurso y en cada declaración, las enseñanzas teóricas del libro escrito por Joao Santana: "El buen presidente Danilo". Tenemos que  memorizar cada capítulo sin protestar y, por supuesto, sin pensar. Palabra de Dios lo que venga de las alturas.