“A largo plazo, el progreso de las sociedades y las economías está  condicionado al pleno aprovechamiento de las aptitudes y capacidades de las mujeres.” – El progreso de las mujeres en el mundo 2015-2016: Resumen*

La discriminación contra la mujer es un fenómeno de amplia difusión en todo el planeta, diríamos que es universal. Hay sociedades donde la discriminación es tan severa, que rechina. En muchas, se manifiesta de manera más sutil, y frecuentemente pasa desapercibida bajo el velo  de ciertas costumbres que engañan porque aparentan privilegiar a las damas. La segregación ocupacional se escuda en esas tradiciones. Pues la brecha entre la retórica y la realidad es en muchos casos amplia, y sabemos que las estadísticas se pueden manejar para revelar solo lo que interesa al manipulador (casi siempre hombre).

La República Dominicana no es la nación que peor trata a las mujeres, de eso no cabe duda. Nunca hemos practicado la ablación de clítoris o mutilación genital femenina, como se inflige todavía en el siglo XXI al 98% de las niñas y adolescentes de Somalia. Ante esa abominación pudiese parecer  insignificante la terrible condena que cumplen miles de adolescentes de ser madres a destiempo y de tener que criar los hijos sin el apoyo y la compañía de los progenitores masculinos, que es la actual práctica en amplios sectores de la sociedad dominicana.

Los dominicanos “solo” castigamos a las mujeres con un descuento del 18.6% del salario que ganan los hombres por la misma labor,  cuando en América Latina y el Caribe el salario de las mujeres es en promedio 19% menor; en Asia Meridional 33%;  y en el mundo entero promedia 24% en perjuicio de las mujeres. Sin embargo, el nuestro sigue siendo un trato discriminatorio que incide en el buen desempeño de la economía, sobre todo porque sabemos que como corolario las mujeres tampoco escalan en la jerarquía institucional de acuerdo a sus méritos.  Desperdiciamos mucho talento y energía, simplemente por no ser justos compensando y promoviendo a la fuerza laboral femenina de acuerdo a sus méritos y contribuciones.

La discriminación en nuestra sociedad es más velada que en los países de África y del Oriente Medio. La marginación de las mujeres ya no se basa en un marco legal que la propicie o proteja discriminación, pues esa etapa la hemos venido superando en consonancia con el progreso occidental en esa materia. Las mujeres votan, y las niñas asisten a la escuela (de hecho generalmente se destacan en los estudios más que los varones). Incluso en las últimas décadas las féminas han invadido las aulas universitarias, con resultados académicos extraordinarios. Pero estos logros esconden la aun tímida participación de las mujeres en los estamentos del poder en nuestra sociedad, así como el hecho de que hay profesiones prácticamente vedadas a las jóvenes universitarias. (Todos “sabemos” que las mujeres no sirven para las matemáticas y ciencias duras.)**

El Estado prohíbe legalmente el trato discriminatorio en el mercado laboral, pero al momento de designar altos funcionarios discrimina severamente. ¿Cuántas mujeres alcanzan la titularidad de algún ministerio o superintendencia? ¿Cuántas damas han dirigido el Banco Central, el Banco de Reservas o la CDEEE? De las mujeres que han dirigido un ministerio no recordamos cuántas han sido ministro de la Presidencia, de Economía o Finanzas, de Industria y Comercio, de Defensa, de Interior y Policía, o de la Procuraduría General de la República, por ejemplo. Principalmente suelen ser designadas en los ministerios de la Mujer y de Educación, con una que otra dama escalando hasta el tope en Salud y Trabajo. (Y que no se  atreva un misógino a declarar que es por falta de capacidad de nuestras talentosas profesionales.) Por eso, en su reciente informe, Transformar las economías para realizar los derechos, ONU Mujeres resalta que:

Incluso en aquellos países en los que se han adoptado leyes sobre igualdad de género, las desigualdades profundamente arraigadas, la existencia de normas sociales discriminatorias  y de prácticas consuetudinarias perjudiciales, así como los patrones de desarrollo económico dominantes pueden socavar su aplicación e impedir que tengan efectos positivos.*

Y la prueba del fondito- para saber si la inclusión de la mujer al mercado laboral es justa-  ha sido muy bien establecida por ONU Mujeres cuando dictamina:

El trabajo remunerado puede ser un pilar fundamental para la igualdad sustantiva de las mujeres, pero solo cuando es compatible con una responsabilidad compartida entre mujeres y hombres por el trabajo de cuidados no remunerado; cuando permite a las mujeres disponer de tiempo para el ocio y el aprendizaje; cuando proporciona ingresos suficientes para mantener un nivel de vida adecuado; y cuando las mujeres reciben un trato digno en el trabajo.

¿Cumplimos los dominicanos con tan altas metas?

Aún queda mucho por hacer para eliminar la segregación laboral que impide “el pleno aprovechamiento de las aptitudes y capacidades de las mujeres”, tanto en nuestro país como en todo el mundo. Si negamos la prevalencia de la discriminación o nos conformamos con no ser los que más discriminamos, no podremos eliminarla, en perjuicio de toda la sociedad.

*Ver http://progress.unwomen.org/en/2015/pdf/SUMMARY_ES.pdf 

** Ver http://hoy.com.do/genero-y-pedagogia/

“En la primera década del siglo XXI, la discusión se centra en cuáles carreras se han visto pobladas de mujeres; es decir, se han feminizado, y cómo estas han extrapolado las subordinaciones que de manera estructural, histórica y perpetua constituyen una falsa feminidad.

Las profesiones femeninas también preocupan a la pedagoga catalana Emilia Moreno: «Las opciones que eligen las chicas son aquellas relacionadas con las áreas asistenciales, estando socialmente más reconocidas y valoradas las que eligen los hombres». Aunque la investigadora dominicana Isis Duarte vislumbra como un avance la elección hecha por las mujeres dominicanas en las consideradas carreras «claves del conocimiento» (ingenierías en general y la tecnología de punta), lo cierto es que el Índice de Feminidad es más alto en las carreras que Moreno Sardá y Moreno llaman «femeninas», las cuales pertenecen a las áreas de Humanidades, Educación, Ciencias de la Salud, Artes, Administración, Economía, Negocios y Ciencias Sociales.”