Durante la laboriosa sesión que efectuada por la cúpula de la Junta Central Electoral para reacomodar la cantidad de diputados por provincias a competir en las próximas elecciones conforme  la población actual de cada una, se adoptó el acuerdo de cumplimiento obligatorio del cincuenta por ciento de los cargos de directores y subdirectores y del treinta y tres por ciento de la cuota de la mujer en los distritos municipales.

La gran pregunta es … si pese al carácter obligatorio del acuerdo resultará de efectivo cumplimiento por los partidos que hasta ahora han violado la cuota de la mujer establecida por ley, tanto en cantidad como en la distribución equitativa de su ubicación en las candidaturas.

En días recientes tuvimos oportunidad de debatir el tema con la licenciada Raissa Crespo, Oficial del Area de Género del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, más conocido por sus siglas de PNUD y la Dra. Magda Rodríguez, legisladora por Santiago,  quien preside la Comisión de Equidad de Género de la Cámara de Diputados.

Durante el intercambio,  entre otras interesantes informaciones, afloró este dato de suma importancia que evidencia hasta donde se ha incumplido la ley que otorga el 33 por ciento de los cargos electivos a las mujeres: en 1996, esa participación era en realidad de solo el 10 por ciento, mientras que al presente, casi veinte años después, la presencia de la mujer en ambas cámaras legislativas apenas llega al 22 por ciento, es decir todavía un tercio por debajo de la norma legal vigente.

Los partidos políticos, tanto de gobierno como de oposición, igual los mayoritarios que los emergentes, han desconocido y violado de manera sistemática la cuota.  Y no solo eso, sino que en muchos casos, distorsionan y burlan su cumplimiento llevando a las mujeres de simple relleno en las candidaturas con muy escasas posibilidades de ser elegidas.  Igual ocurre en la composición de las cúpulas directivas de los partidos y en la misma integración del gabinete.

Esto así, no obstante, que las mujeres que han llegado a posiciones de relevancia han dejado notación sobrada de su capacidad y su proceder ético.  Bastaría  mencionar por razón de espacio, tan solo dos sin carácter excluyente, entre muchos casos: la Vicepresidenta de la República, doctora Margarita Cedeño de Fernández, sobre cuyos hombros descansa la mayor parte de los programas sociales del gobierno y la licenciada Cristina Lizardo en el manejo inteligente y prudente del Senado de la República.

Un hecho paradójico y a todas luces contradictorio es que mientras los partidos políticos y los propios legisladores condenan fuertemente el “feminicidio” y hasta han modificado el Código Penal para incrementar las penas a sus autores, no vacilan en practicar esta otra clase de “feminicidio” que es la reiterada discriminación que practican sin sonrojo al ignorar los probados valores de las mujeres e incumplir con la cuota del 33 por ciento.

Si bien es cierto que la mujer dominicana ha logrado en los últimos cuatro o cinco lustros más recientes, importantes avances en el reconocimiento de la equidad de género, aún quedan brechas que cubrir no solo en el campo político.  Ahora mismo ha visto la luz un estudio del programa Democracia y Ciudadanía de la OXFAM revelando que el salario de la mujer dominicana es el 79 por ciento del que perciben los hombres ocupando las mismas posiciones de trabajo; su nivel de desempleo es tres veces mayor y muy superiores las dificultades que deben salvar para poder ascender a posiciones de mayor nivel y mejor remuneradas, no obstante sus méritos.

Otros dos datos importantes: hoy por hoy la mujer dominicana demuestra mucho más empeño en superarse que el hombre al punto que el 66 por ciento de la nómina estudiantil de las universidades corresponde a ella y si comparamos la cantidad de las que son sometidas por la comisión de algún tipo de delito con la de los hombres dedicados a actividades criminales, la proporción es infinitamente menor.

Pese a todos estos obstáculos, tenemos la absoluta convicción de que la mujer dominicana terminará por ser reconocida a plenitud en la justa dimensión de sus valores y para entonces no será necesario reservarle la cuota del 33 por ciento.  Y anoten esto: así como en los Estados Unidos, salvando la barrera racial, un negro pudo llegar a la Casa Blanca y ser mantenido como huésped principal de la misma por un nuevo período, tengan por seguro que llegará el día no lejano en que una mujer en República Dominicana ocupará la presidencia de la República y de seguro que hará igual y hasta superior papel que el hombre que mejor se haya desempeñado hasta entonces.