El concepto de diplomacia alude a una serie de formas, mecanismos y técnicas de relación entre los Estados; pero, no solo los Estados poseen sistemas diplomáticos: tanto las Organizaciones Internacionales, interestatales o supranacionales, como algunas Órdenes humanitarias y religiosas, son actores con capacidad para generar o participar en las relaciones diplomáticas. Según Calduch, la diplomacia es tan antigua como las primeras sociedades organizadas y constituye, junto con la guerra, el comercio y la comunicación, el sustrato esencial de cualquier sociedad internacional. Desde mediados del siglo XV, la diplomacia entre los Estados se hizo permanente (Ver “Nacimiento de las relaciones diplomáticas permanentes”, Acento: 26-08-2021), siendo la República de Venecia la que le dio su forma y organización moderna, a través de un sistema de embajadas. Dichas delegaciones estaban encargadas de elaborar informes políticos, económicos, sociales y culturales que servían para obtener información y guiar los pasos de la política exterior.
“La diplomacia es aquella actividad ejecutora de la política exterior de un sujeto de derecho internacional, llevada a cabo por órganos y personas debidamente representativos, ante otros sujetos de derecho para, por medio de la negociación, alcanzar, mantener o fortalecer las metas y objetivos lícitos y benéficos para los miembros de una determinada sociedad internacional.” (Calduch Cervera, Rafael “Relaciones Internacionales”, Ciencias Sociales, Madrid, 1991). De lo anterior podemos colegir que, la diplomacia posee un carácter instrumental; es un medio ordenado a un fin y sus acciones dependen de los objetivos que se le establezcan. Su medio esencial es la negociación y su meta es la de alcanzar o mantener relaciones de tipo pacíficas. De hecho, desde tiempos inmemoriales, la gestión diplomática estaba destinada a evitar el desencadenamiento de las guerras. En cuanto a sus funciones, puede decirse que las más importantes son seis: representación, comunicación, información, negociación, protección y asesoramiento.
A partir de la Paz de Westfalia y con la consolidación del Concierto Europeo, la diplomacia permanente se generalizó entre los Estados del continente, lo cual motivó la creación de oficinas especiales, encargadas de tareas específicas. Simultáneamente, se fueron configurando cuerpos de funcionarios especializados en la cuestión de las relaciones con otros Estados; dichos funcionarios gozaban de una profunda confianza de parte de los monarcas. Los rasgos más importantes de la diplomacia en este período, eran tres: 1) Existían muy pocas normas de derecho diplomático y los abusos y violación de dichas normas eran frecuente, lo que respondía a una política exterior fuertemente personalista; 2) Los agentes diplomáticos actuaban como representantes de la persona del monarca y no como funcionarios del Estado. No existía una carrera diplomática ni una verdadera profesionalización de la actividad. Sin embargo, empezaba a desarrollarse un sistema de normas protocolares, cuya importancia sigue vigente en nuestros días; 3) La actividad de los agentes no se limitaba a las relaciones con los otros Estados; con frecuencia intervenían en la política interna y colaboraban en los procesos de toma de decisiones.
A partir de la finalización del Congreso de Viena (1815), se fue implantando paulatinamente, un derecho diplomático cuyas normas se hicieron obligatorias para todos los Estados. Asimismo, los agentes irían convirtiéndose en funcionarios de los Estados, más que en representantes de los monarcas. Los rasgos más importantes de la diplomacia en este período, son cuatro: 1) Se inició la carrera diplomática, como parte de la administración civil del Estado. Los diplomáticos adquirieron el status de funcionarios y mayor autonomía para tomar decisiones; 2) Se consolidaron normas jurídicas internacionales que incluían las cuestiones vinculadas a la profesionalización de la actividad y a su estructura funcional y jerárquica; 3) Los diplomáticos seguían manteniendo su injerencia en el área de la política interna; 4) En esta época, la diplomacia adquiere un carácter eminentemente secreto que reduce el número de actores con acceso a la información y a la toma de decisiones. Es la etapa de la confidencialidad de las cancillerías.
Aunque el presente trabajo lo delimitamos para abarcar el periodo que va desde 1648 al 1815, es pertinente señalar la profunda transformación que tuvo la diplomacia con la firma del Tratado de Versalles y el surgimiento de la Liga o Sociedad de las Naciones. En esta etapa, gracias a la revolución del transporte y las comunicaciones, la diplomacia se dinamizó profundamente. En cuanto a sus rasgos más distintivos, pueden sintetizarse en los siguientes: 1) Dejó de ser una actividad secreta y restringida, para hacerse pública y abierta. Este importante cambio se dio gracias a las pautas establecidas por el Presidente Woodrow Wilson, después de finalizada la Primera Guerra Mundial; 2) Los medios de comunicación ampliaron la capacidad de las sociedades para acceder a la información e incluso, para opinar o controlar la gestión diplomática de sus gobernantes. En otras palabras, la diplomacia dejó de ser una cuestión exclusiva del gobierno para convertirse también, en una preocupación de los pueblos; 3) Se formalizó la independencia y los derechos de los agentes diplomáticos en cada Estado; 4) Debido a la progresiva transformación, ampliación y especialización de los funcionarios, al aumento del número de Estados y al incremento de la complejidad de las relaciones internacionales, la diplomacia fue haciéndose cada vez más dinámica, más abierta y más compleja.
“La diplomacia de hoy en día es un proceso de gestión que se ha profesionalizado en un mundo de sociedades y actores interdependientes; un mundo en el que los asuntos son cada vez más complejos y difíciles de resolver. En los viejos tiempos, las cuestiones diplomáticas tenían muy poco impacto en la vida cotidiana; excepto cuando los conducían a la guerra. En la actualidad, en cambio, hay un sin fin de problemas que sólo pueden resolverse con el acuerdo de las naciones: el control de las armas nucleares, los temas aduaneros y monetarios, el comercio y las comunicaciones, los problemas del medioambiente, las amenazas a la seguridad y tantas otras cuestiones, exigen que los Estados negocien, acuerden y dialoguen para que las soluciones no sólo se hagan reales, sino que tengan permanencia en el tiempo.” (Winham, Gilbert, Citado por Calduch. Ob. Cit. P. 379).