La idea de Dios evoluciona junto con la persona y con las sociedades humanas. Inicialmente Dios se vincula a los fenómenos naturales: el dios de la lluvia, el dios del trueno, el dios de la muerte, etc. En esa etapa pueden aparecer los sacrificios humanos. Los aztecas sacrificaban personas para que el Dios Sol siguiera saliendo. A Abraham se le impide “cumplir con su deber” de sacrificar su hijo Isaac a Dios (Génesis 22:12).

Hay una etapa en que el humano elabora ídolos que entiende que son portadores de la presencia divina. En la actualidad hay creyentes idólatras, quienes depositan su fe en algún objeto, institución o persona. Perder ese elemento se considera terrible y doloroso, hasta que se recuperan y adoptan otro ídolo, o pasan al nivel espiritual siguiente. Ejemplo de ídolos: el becerro de oro, sustituido por el Arca de la Alianza.

Posteriormente, se considera la existencia de diversos dioses, motivándose la fidelidad al dios del grupo humano al que pertenezca la persona. Por ejemplo, el dios de Israel, el dios de los egipcios, el dios Baal. Algunos cristianos se encuentran en esa etapa, entendiendo que otras religiones, tienen dioses diferentes y enemigos  del dios nuestro. Eso sucede también en otras religiones, como judíos y mahometanos.

Hay muchos cristianos que creen en la existencia de dos dioses, el dios bueno (YaHVeH) y el dios malo (satanás). Entendiendo que están enfrentados y que no se sabe quién ganará (herejía maniqueísta).

Actualmente en el mundo cristiano predomina la idea de un dios humanizado. Es considerado superior a nosotros, pero con características humanas. La mayoría lo considera un poco más inteligente que nosotros, pero creen que pueden engañarlo. Habitualmente lo imaginan de sexo masculino y de edad avanzada. Lo creen bueno, aunque a veces de mal carácter, celoso e irritable. Se le suele concebir como un amigo o como un jefe.

Las personas conscientes de sus imperfecciones y dudando de ser aceptadas por Dios, buscan en las religiones, mecanismos que les permitan negociar la aceptación de Dios, a cambio de pequeñas colaboraciones en las iglesias, porque entienden que a Dios les gustan mucho. Pero nadie te aprecia tanto como Dios (Isaías 49:15).

Nos cuesta imaginar la superioridad de Dios. Los monos son antropomorfos (se parecen a nosotros), pero Dios no es antropomorfo, nuestra semejanza con él es en un orden diferente. Muchos ateos no rechazan realmente a Dios, lo que rechazan es la idea deformada que ofrecemos de él. Pero la realidad divina  se encuentra más cerca de las ciencias humanas avanzadas, que de algunos conceptos primitivos o infantiles que abundan sobre Dios.

Neil Degrasse Tyson, en su libro “Astrophysics for People in a Hurry”, en su primera página, dice que la explosión del Big Bang que hizo aparecer el Universo, se originó desde algo mucho más pequeño que el punto al final de esta oración (.) Decir eso o decir que fue creado de la nada, no parece muy diferente.

La inmensidad de Dios, hace comprensible que algunos creyentes conciban la existencia de: otros dioses, la Virgen, santos, ángeles, dios hombre, dios espíritu, dios naturaleza, hadas. Nuestro conocimiento es muy deficiente, pero cualquiera de esas concepciones, tiene sus aspectos ciertos. Pero si entiendes que estoy equivocado, perdona mi ignorancia.

El concepto de que Dios está en todos los lugares, antes parecía irracional. Pero como el Internet parece estar por todas partes, ahora resulta más fácil de creer. Infinito, es otro concepto difícil de entender, porque todo lo que conocemos tiene límites y podemos medirlo. La afirmación de que el Universo es infinito no es cómoda para la Ciencia, como tampoco la idea de Dios, por razones semejantes.

Cuando estás de frente a Dios, humildemente reconoces que te falta mucho por conocer. Para sentir que eres un experto en Dios, tienes que darle la espalda.

Cuando experimentas a Dios personalmente, no puedes definir ni explicar bien tus experiencias. Algunos lo han descrito como una luz omnisciente y con una comunicación perfecta e instantánea. Él no es humano y tú lo eres sólo temporalmente. Te cuesta entenderlo, pero Dios no necesita un cuerpo como el tuyo. Demasiadas personas te han contado experiencias no vinculables a sus cuerpos físicos. Dependes menos de tu cuerpo de lo que crees. Dios puede presentarnos lo que necesitamos saber en un instante, pero podría tomarnos toda esta vida comprenderlo. Lo que se nos ha dicho, creemos saberlo, hasta que en verdad lo descubrimos.