Según los aforismos antiguos, el Juez es quien más se parece a Dios, quita y da, condena y absuelve. En la Biblia hay setenta y seis versículos que designan a Dios como Juez, calificándolo de justo, entre sus primeras descripciones y calificativos, entre otras.
En la República Dominicana, pre Covid-19, ya los jueces eran considerados entes autónomos o ajenos a la realidad que vive su país, no podían recibir abogados, no podían realizar ninguna actividad mundana, o relacionada a su primigenia condición de seres humanos, en principio, eran divinizados, sobre la premisa de una límpida conducta de cara al tribunal, no de su familia o sociedad, donde las autoridades judiciales no tenían injerencia alguna. Existen, y es increíble decirlo, circulares emitidas por la Suprema Corte de Justicia, donde el Juez no puede en modo alguno recibir a un abogado en su despacho, para nada.
Jueces como Doña Miriam German, que aun en la Suprema Corte de Justicia, tenía la puerta de su despacho abierta, así como otros que no debo mencionar, que ahora son jueces de la Suprema Corte y Cortes de apelación, quienes hasta salían a los pasillos de los tribunales, recibiendo quejas y pedidos de abogados respecto a sus procesos, dejaron de existir, como esencia de la función del juzgador. Su sola presencia, resulta contraproducente a la actual condición casi divina que implica su nombramiento.
La justicia, la ley, la equidad, dar a cada quien lo que corresponde, se torna cada vez más difícil y lejano, no implica la igualdad ante la ley y de armas que imponen los tratados internacionales y la propia Constitución, ahora nos abocamos, y seriamos el único país en el mundo, a una virtualidad total impuesta, a pesar de ser ilegal y no preverse en todas las materias de la justicia dominicana.
El Juez-Dios debe ser cercano, apreciar el caso, el imputado, la víctima, todas las circunstancias que rodean el proceso, que pasó, como, cuando, cual fue la motivación, que circunstancias dieron lugar a los hechos; el robo, si hubo, fue famélico, tenía hambre la familia del ladrón. El matador, se encontraba en peligro de muerte, cuando se vio en la necesidad de defenderse y terminar con quien amenazaba su vida. Tiene real arraigo el imputado, para no mandarlo a un furgón inmundo y despreciable. La virtualidad lo acaba todo, y sobre todo, es enemiga de la justicia y su proceso. El cual es lo más humano que existe. Dar a cada quien lo que corresponde. La justicia no puede medirse por estadísticas de acuerdos de culpabilidad.
Me preocupa sobre manera la justicia en estos momentos de crisis, donde a partir y por ella, pueden tomarse decisiones equivocadas, insustentadas y sobre todo, ilegales, en pro, supuestamente de su aplicación.
Este momento debe servir para un salto importante en el sistema judicial de la República Dominicana, debe servirnos para ser eficientes en el sistema que da lugar a su consecución. Estoy de acuerdo, y así todos los abogados que conozco, con la instauración de la virtualidad en el sistema de justicia, es mejor enviar una demanda al tribunal junto a sus documentos y conclusiones, vía correo electrónico, que mandar o ir a un tribunal a perder horas de un día que pueden aprovecharse en otra cosa. Ese no es el problema.
La situación es que, las alturas a veces, nos hacen perder el piso y la realidad de donde vivimos, y entendemos que, la justicia light y de computadoras, es la misma que se vive en Jimaní, Pedernales o Vengan a Ver.
No puede existir un Dios Virtual, como no puede existir un Juez Virtual, que detrás del escudo de una pantalla de i pad, computadora o celular, pueda condenar a alguien sin ver ni sentir las circunstancias de su proceso, y la humanidad de su existencia.