Hacer el trabajo de dos resulta abrumador.  Trabajas el doble, te cansas el doble y tienes que enfocar cuádruple, para no cometer errores.  O cometerlos lo menos posible, debería decir.  Mi compañero estaba de vacaciones y cosas que no me habían tocado hacer, estaba aprendiéndolas mientras las asumía.  No me quejo, aprender nunca es desperdicio, pero fueron dos semanas de extrema presión.  Una tarde, el jefe me encarga que contrate un nuevo chofer.  Me da todos los requisitos y me dice, “Yo sé que está atareada, pero saque tiempo para eso, porque me urge”…  Mi mente se fraccionó aún más de lo que estaba.  El teléfono retumbaba mientras se multiplicaban los papeles. Respiré profundo y “le puse ganas”, como dice un Salvadoreño amigo.  Puse un anuncio en las redes sociales, sin embargo los que contestaban no llenaban los requisitos.

Al día siguiente, el jefe pregunta si tengo algún candidato, y justo cuando voy a decirle que no, entra una llamada.  Yo quiero saber si ustedes están contratando choferes, me dice una voz amigable, porque tengo vasta experiencia.  Al preguntarle si poseía la licencia de conducir requerida, me da la respuesta que busco.  Pues si estás disponible para empezar de inmediato, te puedo dar trabajo hoy mismo, le digo, entusiasmada con la idea de que Dios me había simplificado la vida, mandándome a la persona indicada.  En fin, días más tarde, el nuevo empleado se integra.  Desde su primera misión, me invadió con una serie de preguntas, inquiriendo en una intrincada demanda de detalles, que para alguien con experiencia, no hacían falta.  Pero se me hizo obvio, que el hombre posee una personalidad muy meticulosa.  No me molestó, de hecho, su meticulosidad le agradó al jefe, cuando, sin solicitárselo, presentó un detallado informe de las condiciones del vehículo que usó.  También presentó un reporte con detalles al minuto de todo lo que había hecho en el viaje.  Cosa que ninguno de los otros choferes hace, o por lo menos, no tan explícito.

En fin, todo marchaba bien, hasta que un día, tuve que llamarlo para preguntarle algo con referencia al trabajo que realizaba.  La respuesta que debía dar era muy simple, pero lo que es simple para unos, puede resultar explosivo para otros.  Este hombre se ofendió, pues en vez de darme el reporte verbalmente, él entendía que yo debía esperar a que él trajera hasta la oficina, su meticuloso documento.  No entendiendo que había razones de peso para llamarle, tejió en su cabeza que yo, de algún modo estaba cuestionando su perfecto modo de conducirse.  En consecuencia, no sólo fue majadero, sino que llegó al punto de faltarme al respeto y por último me cerró la llamada.  Gracias a Dios el jefe escuchó todo, pues la respuesta que yo buscaba era para dársela a él.  “No todo lo que brilla es oro” me dice, restándole importancia.    Para colmo, el hombre llamó al jefe para decirle que yo le estaba molestando, pretendiendo que él hiciera mi trabajo.  No sabiendo que mi jefe está al tanto de su majadería desde el principio.  “Yo ya me di cuenta de que es bueno para unas cosas y no para otras”, concluyó.

Afirmando con mi cabeza me limité a controlar la molestia que aquello me había causado.  Dios nos manda a ser mansos y humildes, así que lejos de responder a la provocación y llevar el asunto a mayores roces, me concentré en mis múltiples ocupaciones.  Después de todo, en una empresa donde intervienes con mucha gente, es lógico que no “le caigas bien” a alguien, y en mi caso, este era el primero.  Pasa el fin de semana y otra vez nos encontramos.  Cuando saludo, él estaba de espaldas a mí, así que respondió bien al saludo, hasta ver que se trataba de mí.  Resulta cómico cómo su lenguaje corporal cambió de inmediato.  Se tornó petulante, su respiración agitada y su metralleta de preguntas, se tornó aún más complicada.  Para entonces mi compañero de trabajo se había integrado, así que el chofer decidió tratar todo asunto con él y pretender que yo no existo.   ¡Dios, qué pena me inspiró el tipo!  Su escasa capacidad social ensombrece su talento.

En otro tiempo me habría dejado afectar por lo ocurrido, y hasta en lo emocional, pero ya no.  Bien dice en Proverbios que la sabiduría vale más que el oro, y que el oro refinado.  Yo me siento en paz, con Dios primero, porque ciertamente no he hecho nada indebido.  Con el hombre, porque tomé la firme decisión de no dejarme arrastrar a su condición antisocial, y conmigo misma, porque no necesito aprobación externa, para sentirme satisfecha y apreciada.  Yo pude haber armado un chisme, recriminarle que la oportunidad de haber sido contratado se la di yo, etc, etc…  Pero ¿acaso vale la pena?  Personas conflictivas las hay por miles y la intolerancia que los domina,es lo que provoca tantos males sociales.  Lo vemos en las calles cuando conducimos, en las tiendas, cuando hacemos filas.  Se refleja en las escuelas, a cualquier edad, y peor aún, vemos los devastadores efectos en las noticias, cuando se incitan al racismo y la violencia.

Yo me sujeto a realizar mi trabajo y si tengo que hablarle, lo hago con la educación que poseo, y el testimonio que trato de dar.  Y es por eso mismo, que además poseo todas las herramientas para ahogar su egocentrismo con demandas de respeto.  Ya otros en la empresa están empezando a tener roces con el susodicho.  Y ya entiendo el por qué su currículo refleja que no dura mucho tiempo en los empleos.  Pobre alma en transición, opuesto a sus reportes, en extremo imperfecta. Es así como lo veo, y es así como oro por él.  A lo mejor para eso fue que Dios lo puso a llamar en el momento justo…
MATEO 5:43Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45para que seáis hijos de vuestro Padre que está en el cielo; porque Él hace que su sol salga sobre malos y buenos; y envía lluvia sobre justos e injustos. 46Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también así los publicanos?47Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los publicanos? 48Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto.

¡Bendiciones!