La historia se encarga de contribuir a conformar la identidad nacional, cohesionar toda la nación y a cultivar el patriotismo como valor; ese valor por el que sentimos respeto y amor por la patria, y que se manifiesta por medio de nuestra honestidad en el trabajo y por nuestra contribución particular al bienestar de todos. A través de la historia reconstruimos el pasado, lo que nos hará comprender el presente y nos permitirá conocer qué ha hecho la Patria por nosotros, para que nuestra conciencia nos dicte cómo habremos de retribuirle.
Desde hace más de 4 años venimos observando cómo de manera planificada, se viene distorsionando el contenido de los libros de texto sobre la historia dominicana que se imparte a los estudiantes de nuestro sistema educativo, de manera que se cambian algunos episodios de nuestro proceso independentista, se desfigura su secuencia histórica y se cambia el contexto en el que se desarrolló la formación de la República Dominicana.
Y esto, aunque muchos no lo quieran ver, forma parte del proceso que algunos han querido llamar de “integración”, pero que no es más que la solapada fusión que sectores poderosos intentan imponerle a este país, obligándonos a aceptar que los haitianos se hagan de nuestro sistema educativo para vencer nuestras conciencias, sin tener que usar la violencia armada, como lo han hecho ya con nuestro sistema de salud y los empleos de nuestros jornaleros; para así, poco a poco ir horadando nuestra cultura, hasta entronizar en ella los vestigios de su pírrica evolución.
En la actualidad, nuestro país vive un proceso de crisis en la formación de carácter cívico, democrático y patriótico de la juventud, lo que desemboca en la pobre participación democrática y ciudadana, pues, nuestros niños y jóvenes no reciben una verdadera educación cívica que fortalezca en este segmento de la población, la concepción de cómo se construye la convivencia social.
La enseñanza de la historia como asignatura escolar estuvo vinculada desde sus orígenes, a formar la identidad nacional; sin embargo, desde hace un tiempo, quizás cercano a los inicios del presente siglo, se le comenzó a dar cierta importancia a “enseñar a pensar críticamente sobre pasado y presente”, de manera que se discriminaban los objetivos románticos de amor y respeto hacia la patria.
Lo cierto es, que no se ha logrado desarraigar esta disciplina como constructora de la identidad y correa de transmisión de la memoria social, teniendo como referente que, al hurgar en la historia de la educación en esta asignatura, encontramos que su enseñanza junto a los ritos cívicos, han forjado la identidad nacional de los Estados naciones a partir de su formación.
Sin embargo, el ataque de aquellos sectores enquistados en plataformas de poder y con mucho acceso a los medios, a la conciencia patriótica del pueblo dominicano, es desmesurado; y estas distorsiones en los libros de textos de la historia que se imparte en las aulas de nuestro sistema educativo, es una muestra de ello. Es una de las fases más importantes del macabro plan, pues a través de la enseñanza de la historia, acomodada a tales propósitos, llegan a la parte ideológica y las conciencias de nuestros estudiantes.
En el diseño de sus planes, las potencias y organismos internacionales no toman en cuenta las abismales diferencias entre las historias, idiosincrasia y costumbres de los dos pueblos que habitan la isla; sus diferencias de cultura, sus antagonismos de todo tipo, que históricamente nos han colocado en aceras opuestas. Y pregunto: ¿Es justo borrar todo eso de nuestra historia? ¿Es justo borrar de la historia, todas las injustas acusaciones vertidas en el plano internacional en contra de la República Dominicana, por el vecino del Oeste? ¿Es justo ocultarle a los estudiantes el largo historial de ofensas, invasiones armadas, y despojo de territorio de que hemos sido objeto, de parte de los haitianos?
La historia está ahí, está escrita, existe mucha documentación en los planos nacional e internacional. Nada de eso se podrá tergiversar; no es posible que de buenas a primera los hechos históricos que hemos estudiado a lo largo de todo nuestro devenir, se haya descubierto ahora que no son ciertos. ¡Por Dios! no nos cambien la historia.
¿Vamos ahora a decirle a los estudiantes, que los dominicanos conducidos por el patricio Juan Pablo Duarte y los Trinitarios no tuvieron el firme propósito de nuestra separación definitiva de los haitianos? ¿Vamos a borrar de la historia, que durante el yugo de 22 años que impusieran los haitianos en nuestro territorio se prohibió el uso del español en actos y documentos oficiales, como el cierre de la universidad nacional? Vamos ahora a enseñar que ha sido una falsedad, las confiscaciones de terrenos y bienes a propietarios dominicanos y a la iglesia católica durante aquel período?
Jamás deberá sacarse de nuestra historia la heroica defensa de nuestro territorio por parte de nuestros guerreros improvisados, infinitamente en menor número, que se enfrentaran a las tropas haitianas, provistas de moderno armamento y con experiencia contra el valeroso ejército galo; no habrá de perderse nunca en la historia, la derrota infligida por nuestras tropas a los haitianos en La Fuente del Rodeo, ni en Las Hicoteas, ni la Batalla del 19 de Marzo en Azua; ni la Batalla del Memiso, ni Tortuguero, ni la gloriosa Batalla del 3O de marzo en Santiago.
Por último, no creo que los fusionistas logren jamás borrar de la conciencia de la nación dominicana lo expresado por el fundador de la dominicanidad el General Juan Pablo Duarte refiriendo que: “Entre haitianos y dominicanos no es posible una fusión”.