Pasan como fugaces ráfagas de ensueño los paseos domingueros de la familia en guaguas de dos pisos y asientos de palitos, las carretas de carboneros, el rodillo vapor allanando nuevas vías, el pedazo de cielo nublado de golondrinas en maravillosos atardeceres, la sirena de algún barco pitando su entrada a la ría Ozama, y otros deleites de aquella ciudad apacible, limpia, de escasos y apagados ruidos.
Oriundo del Cibao, crecí atento a las complejidades generadas por un Distrito Nacional que se expandía desordenadamente, con el tema del tránsito vehicular siempre objeto de mi interés.
Sonaba entonces el nombre del capitán Arriaga, de un grupo de expertos españoles que trajo Trujillo para empezar a organizar el tránsito. Casi 50 años después Hamlet Hermann estuvo al frente de otro esfuerzo por organizar la circulación vehicular capitalina.
Este es uno de los servicios públicos que mejor ilustran cómo las élites dirigentes del país, sobre todo las clases política y empresarial, no han sido capaces de desarrollar políticas públicas de buen gobierno.
Muchos se han involucrado en el transporte colectivo para hacer política y ganar dinero, convirtiéndolo en ámbito de corrupción con danza de millones de dólares y pesos, mientras luego de 30, 50, 60 y más años tras un guía, a los choferes no les dejan ni una pensión.
Además de pagar todo el dinero hundido tras cada plan fallido para “mejorar”, los pasajeros y conductores estamos condenados a jugarnos la vida en cada vía o esquina gobernadas por la ley del más temerario, lo que nos hace mundialmente famosos por la epidemia de muertes y accidentes de tránsito.
La primera señal que se observa en los países desarrollados, y en muchos en vías de desarrollo, es el respeto a la organización del tránsito. Incluso en ciudades con alta presencia de criollos, como Nueva York, se observa cómo ellos también bailan la música que tocan la ley y el orden.
Ahora el presidente Danilo Medina ha votado la Ley de Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial. Ya está en vigencia, aunque hay preocupación porque “nace con el cáncer “ de que la mayor parte de los recursos que recaudará, y que debía sustentar su debido financiamiento, se envía a otras fuentes; y porque nace sin sus reglamentos.
Desde el enfoque comunicacional, preocupa que la reorganización de vehículos y transeúntes arranque sin una buena campaña de información y motivación a los ciudadanos, en la que se invierta aunque sea la cuarta parte de la fabulosa millonada que el gobierno desperdicia en tapar las manchas indelebles de Punta Catalina.
Yo sólo le pido a Dios que lo del Intran no sea otra ´revolución´ fallida, como la educativa y la del campo.
Más cuando en el tema transporte el presidente Medina debe jugar con especial aplomo, pues ya es conocido el fiasco de cuando dejó inaugurada (era la idea, ¿no?) la línea 2B del metro hace más de un año, 2 meses y 9 días, y los usuarios de Santo Domingo Este aún lo están esperando.