En un mercado dinámico como el actual en el que la real gestión competitiva se abre paso y deja atrás el tradicional ejercicio oligopólico, las estrategias de marketing y publicidad de las empresas tienden a inclinarse hacia el desarrollo de las acciones de tipo promocional, buscando respuesta inmediata a los productos y servicios que ofertan al potencial consumidor o usuario.
La dinámica de este cambio se manifiesta ahora en sectores tales como el financiero, bancario y de la telecomunicación en sus campañas de ofertas y propuestas dirigidas de manera compulsiva a convencer a los potenciales clientes de las ventajas y beneficios que pueden obtener prefiriendo sus firmas para realizar sus operaciones.
Las empresas que compiten ofertando servicios de telecomunicaciones en su más amplia y variada gama de desarrollo tecnológico, se han dejado seducir también con la aplicación de estrategias de comunicación y promoción un tanto atrevidas.
En esa lucha que llevan a cabo estos y otros sectores comerciales se evidencian algunos excesos en las ofertas al público, que en muchas ocasiones rayan en lo que los anglosajones llaman “misleading advertising” o publicidad engañosa, obligando a que entre en juego la función reguladora del Estado, ya sea mediante resoluciones de Pro-Consumidor o del Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones Indotel, en el caso que corresponda, para poner freno a la tendencia de hacer uso práctico del llamado “capitalismo salvaje”.
Es de muy mal gusto que el consumidor se entusiasme con una oferta publicitaria, aceptando en principio el sacrificio de obtenerlo en el establecimiento que lo publicita, para luego encontrarse con que ya se agotó la existencia y/o el precio no es el mismo, la calidad no se compadece con lo promovido en el anuncio o enterarse cuando regrese a la casa que el producto ha sobrepasado su etapa de vencimiento.