Fui alumno de Doi Gautier en uno de esos cursos de diseño arquitectónico de cuya ordenación numeral no me acuerdo como ni siquiera recuerdo detalles del mismo que no sea aquella vez en que llegó y nos puso a ejercitar la memoria describiendo, mediante nuestras impresiones culturales, lo que era una ciudad y entre otras cosas, nos preguntaba cómo era el vestíbulo del edificio de aulas por donde entrábamos diariamente. Había que dibujar las ideas. Confieso que me sentí muy bien al vencer las dudas y plasmar mis interpretaciones de los requerimientos expresados por el arquitecto Gautier.  En ocasiones el punzante valor de la observación está permanentemente dormido en nosotros, no así la intuición, la percepción, las subliminales manera de abordaje del entorno de que solemos hacer gala o no. No es una casualidad que "la maquinaria" orgánica de que estamos hechos, funcione casi a la perfección. Si hay algo sublime es la especie, la animal, esa en que la humana se distingue, como sub derivación natural -desgraciadamente-, por ser más depredadora que la autentica y realmente animal o salvaje.

Ver nunca ha sido lo mismo que mirar. La superficialidad de lo primero contrasta con la profundidad de lo segundo en donde el factor de la observación es el que justamente inclina la balanza invisible del lado de lo objetivo y concreto, tras un análisis perceptivo de las singularidades propias de lo observable. Mi gran encuentro con la enseñanza fue aprender a mirar, no simplemente a ver. Y se lo debo al arquitecto Doi Gautier, a Manuel Salvador Gautier, hoy renombrado escritor dominicano, siempre esmerado educador, profesional de una honestidad en extinción y una sencillez de trato ya perdida. Como igual les debo a otros que fueron mis profesores, mi apreciación, gratitud  y conocimiento de valiosas informaciones que se nos suministraran en esos formativos años. A ellos les debo un entintado de razones agradecidas que postergo por circunstancias que serán superadas. Antes de ayer (década del ’70) hasta fui delineante en la oficina de Doi y luego antagónico retador en elecciones del Icomos de los años ’80, de donde, por supuesto, salí derrotado pero no por amplio margen, y así surgió el respeto mutuo, zanjado en el desayuno de una cafetería del Viejo San Juan de Puerto Rico, en 1991.

Hoy solo escribo sobre Doi porque recién a Gautier, el escritor, le entregaron un premio más, literario y nacional, dentro del marco de la Feria del Libro y no por una fecunda trayectoria sino por un texto cuyo título original es el que motiva el encabezado de mi desahogo de esta semana: "Dimensionando a Dios"

En él se narra, documentalmente bien basamentada, la vida menos conocida de Juan Pablo Duarte, principalmente sus años de estudio, donde la observación de la fenomenología europea de la época, le fue abriendo los ojos, y al empezar a leer, una noche tras bambalinas, en que fue entrevistado en el programa Metrópolis por la doctora Carmen Imbert Brugal y otros, fui descubriendo una mano oculta, divinamente espiritual, desdoblada por la religiosidad del patricio y enaltecida por el respeto de Doi por Dios. Es así como la dimensión del texto, hasta esa parte, me hizo reflexionar sobre lo inconmensurable de lo desconocido que suele alentar la mentalidad de lo humano basándose precisamente en una espiritualidad abstracta, invisible, ignota… Doi dimensiona a Dios dimensionando a Duarte, y Duarte se dimensiona, gracias a Doi, porque a Dios Doi lo mimetiza, para que él, como autor, se pueda disminuir y colocarse en un plano de abstracción focal imperceptible porque solo así puede entrar en contacto con las divinidades a las que atrapa y coloca en sus páginas para estrujarnos las debilidades del presente ante la histórica selectividad del personaje cuando se labraba un camino de entregas a cambio de nada.

Gracias arquitecto escritor, novelista y ensayista, geómetra de las formas concretas y abstractas, sigiloso vigilante del pasado, escudriñador del cosmos existencial, hurgador de inmateriales componentes que se usan en las ingrávidas sustentaciones físicas de los espacios contenidos. Usted lo ha dicho más de una vez desde aquella noche en La Feria… "Creo que ahora si me he graduado…" y lo repitió en Metrópolis, recientemente. Humildad, serenidad, modestia aparte; fuste de honestidad comprometida, educador, arquitecto escritor y escritor arquitecto, amigo probado, en silencio, sin algarabías pasajeras. Gracias Doi…