El poder predictivo de esta sentencia popular es el mismo que este horóscopo leyó Alfred Horford al siguiente día llevó su equipo de baloncesto a la final de conferencia 2018: “En siete o menos partidos vas a recibir una sorpresa”.  A pesar de esta similitud con el “Random Walk” del mercado de acciones, es asombroso se abuse de la regla para desprestigiar a diestra y siniestra a todo el que opina sustentado en publicidad privada o gubernamental.  Más patético todavía que la use como prueba irrefragable contra competidores en el mercado de opinión, aquellos con programas tienen una estructura similar de anunciantes.

A lo más que llega el apoyo publicitario, por sí mismo, es a un indicio de apoyo a las ideas económicas, políticas, culturales o ideológicas de los anunciantes.  Las pruebas que no dejen dudas de este vínculo hay que buscarlas en contratos donde las partes acuerdan al respecto. En el caso de contratos privados, es obvio que ambas partes tienen interés en respetar la confidencialidad del acuerdo y su no divulgación: la apariencia de independencia del analista es clave para la eficacia del mensaje.  Un tercero que haga público un contrato de esta naturaleza provoca daños a las partes y compromete su responsabilidad civil.

Creo que este es un tipo de contrato válido. La libertad de expresión individual es alienable.  Se puede trabajar con fines de lucro en la promoción de un conjunto de ideas con las que se puede o no estar de acuerdo.  Una vez firmado voluntariamente un contrato, su valoración personal de esas ideas no tiene importancia. Si su mensaje esta en sintonía con lo que predica, bien; si no lo es y eso lo hace infeliz, tiene la opción recuperar su libertad de expresión saliendo del acuerdo.

Hay contratos privados que no requieren de la simulación de independencia.  Si el medio para el que se opina ha hecho explícita su orientación, por defecto, esa será la de sus artículos mientras dure su vinculación.  En “Hablan Los Comunistas” no espere ver un análisis favorable de la teoría subjetiva del valor de Carl Menger, un apoyo a Mises en el debate del cálculo económico, encontrar aciertos en el libro “El Camino de la Servidumbre” de Friedrich Hayek y descubrir que existe el “Manifiesto Libertario” de Murray Rothbard.

Con la publicidad gubernamental, en el caso de contratos directos con medios, programas o personas físicas, al no ser de naturaleza privada es poco probable se establezcan obligaciones de promoción al gobierno.  Si cada cuña publicitaria pública exigiera como contrapartida fanática lealtad, ni hoy ni ayer se pudiera mostrar una dispersión tan grande en el análisis de las políticas públicas. 

Sin prueba en un contrato público de ser porrista gubernamental, el sambenito socrático se debe aplicar a quien eso confiesa en los medios que dirige o labora. Hay receptores, importantes y pequeños, de publicidad gubernamental que han declarado su apoyo incondicional al gobierno, un gesto que merece respaldo por su sinceridad al público.  Prefiero eso, a pesar de que se condimente con histrionismo ridículo, al caso aquel de un medio privado que para nacer libre tuvo que aceptar la exigencia de accionista para que en bandeja le sirvieran, en sentido figurado por supuesto, la cabeza de quien presidía entidad de opinión promocionaba políticas públicas afectaban sus negocios.

En conclusión, el “dime quien te anuncia…” no sirve para clasificar opiniones con efectividad. No es proxy capture tantos elementos influyen en la colocación de publicidad privada o gubernamental, no segrega con alto nivel de confianza una población tan variopinta de opiniones.  Tratar desacreditar reputaciones amparado en las “cuñas”, sencillamente no tiene sentido, un jarabe de agua sucia.