Como una forma de rendir tributo en este año que recién comienza a la iniciativa que en un tiempo tuve de producir artículos con el objetivo de sembrar conocimientos o por lo menos motivar la búsqueda los mismos, dejo para ustedes nuestra primera publicación de hace algunos años, la cual no había sido extendida a este medio, siendo la única que faltaba para eternizar nuestro enlace de colaboración con Acento. A saber:
“La lectura posee elementos de gran poder y un decidido influjo en el desarrollo existencial de la conducta de los hombres. Una gran cantidad de héroes, santos y criminales han debido lo que han llegado a ser en este mundo, nada más y nada menos que a los libros. Por ejemplo, dicen que los Comentarios de Julio César, en alguna forma modelaron a Napoleón Bonaparte; Sófocles (496-405 a. de c.), uno de los tres grandes poetas trágicos griegos, autor de las tragedias de “Edipo Rey”, “Electra” y “Antígona”, manifestó la gran influencia que tuvo de Homero, aunque no sabría especificar de cuál de los textos, ya que existe la hipótesis de que el Homero de “La Ilíada”, no es el mismo al de “La Odisea”.
También podemos precisar que Federico García Godoy, el mismo de “Rufinito” y “Guanuma”, centró su educación cultural en los escritores nacionalistas e hispanoamericanos; Salomé Ureña de Henríquez, conocida como La poetiza, quien encabezó el movimiento por la emancipación intelectual de la mujer dominicana, basó su educación en la lectura metódica y constante de los clásicos castellanos, y millares de santos y misioneros, han situado su aprendizaje en los Evangelios.
En relación a la conducta opuesta, muchos han sido también los que han descendido a la oscuridad, realizando crímenes repugnantes de carácter monstruosos, por el maléfico influjo de lecturas perniciosas; tal es el caso del asesinato del niño Llenas Aybar, en cuyas indagaciones se descubrió que el joven Mario Redondo Llenas, acostumbraba a leer libros de material psicodélico y salpicados de cierto grado de criminalidad.
Es por eso que, si a una persona de escasa solidez mental y débil identificación de grandes valores, se le alimentara espiritualmente con las lecturas que cayeron en manos de los grandes criminales mundiales como Henry Lee Lucas, hay sobradas razones y motivos para que esta persona cometa delitos o crímenes parecidos o mayores a los que han cometido estos últimos. El reconocimiento de este hecho ha abierto a la criminología desde hace mucho tiempo, un amplísimo espectro que impone, para la actualidad inmediata y el futuro, la revisión y estudio de la literatura preciosa y recreativa que sirva de estigma al desarrollo de la personalidad del individuo “humano, positivo y crítico”.
Toda obra literaria tiene un alto e incuestionable reactivo psicológico que estimula o desvirtúa, fomenta o restringe, evita o induce, nuestras más grandes pasiones, escondidos sentimientos o grandes ideales. La posibilidad que existe, cuando leemos una obra, de identificarnos durante páginas y páginas plenamente con el personaje de la misma, en el decurso de una acción grandemente embellecida de principios y paisajes que detallan a personalidades envidiables, adornadas de acciones perdurables y debidamente justificadas, influye poderosamente en nuestro espíritu y alcanza un verdadero e indeleble valor de formación.
La literatura positiva no es esencialmente bella porque sí, ni exclusivo recreo del alma y el espíritu, ni mucho menos sirve solamente para reducir los momentos de ocio que experimenta la imaginación. La verdadera literatura ha moldeado la perenne identidad de los pueblos y ha impregnado a las diferentes edades y etapas en que se divide la historia de la humanidad, estilos y caracteres exclusivos que se mecen sobre las incuestionables aguas de la eternidad.
Obras inofensivas, como podría ser un simple tratado de anatomía, pueden ser mal utilizadas por un niño o un individuo desprovisto del nivel cultural necesario para manejar este tipo de obras. Por ejemplo, a un adolescente, de temperamento sumamente romántico, pero, con la agravante de estar contrariado en amores, la lectura de obras como Romeo y Julieta de Shakespeare, Graziella, de Lamartine o algunos poemas de Bécquer, le producirían un grave daño, pudiendo llegar, incluso, al extremo del suicidio.
Es tiempo ya, aunque difícil aceptarlo para muchos, en que toda clase de literatura, tendrá que estudiarse desde los puntos de referencias enmarcados anteriormente, por el bienestar de la higiene física, mental, en incluso, social, debiendo la lectura de los diferentes autores referirse de forma similar a una prescripción médica. Así como no está permitido que un individuo ingrese a un establecimiento farmacéutico y se sirva a su antojo un medicamento determinado en la dosis que este entienda de lugar, así tampoco podrá haber bibliotecas sin el personal especializado en materia psicológica, que sepan guiar a los lectores de conformidad con su edad o grado académico, si se quisiere, asumiendo así la precisa responsabilidad de mediar entre el desarrollo social y espiritual positivo del individuo y la capacidad de este de lesionar su aprendizaje con literaturas inadecuadas.
Estimado lector, debo, sin embargo, dejar colgada entre el juicio y la quietud de su razón, la última palabra a través de la siguiente pregunta retórica: Qué responsabilidad tendría Pedro, Marcos o Juan, sobre una persona, que tratando de emular las acciones de Fe de nuestro señor Jesucristo descrita en Los Evangelios, al tratar de caminar sobre aguas profundas, pierde la vida en su intento…?”
En esta forma damos inicio a un año grande por demás!