Después de ver “Al maestro con cariño”, en el Trianón, había salido huyendo para Los Molinos. Como otros muchos del PCD en Villa Juana.
Reaccionamos así, ante la amenaza de la gente de la Línea Roja, encabezada por Eligo Blanco Peña, el Pai, quienes habían recorrido varias calles advirtiéndole a todo el mundo que “El Pai busca a Jimmy Sierra”. Eso fue tras las fracasadas elecciones de la Federación de Mujeres Dominicanas (FMD), donde esperábamos el triunfo de Lourdes Contreras, Lulú, la esposa de Narciso Isa Conde.
Supe que después, se habían reunido en los alrededores del club Mauricio Báez donde, arengados por Danilo (Ñaño), lanzaban esta consigna:
“¡Pan, tierra, trabajo y libertad!”
Ya en la casa de mi hermana Lourdes, reflexione: si no aparezco mañana quedaré como un cobarde en la barriada. Habré perdido autoridad. Nadie creerá en mí…
Y llamé a Chago (Balita U), mi mano derecha:
-A todos los muchachos que se presenten mañana al amanecer en la esquina 23 con Francisco Villaespesa. Que lleven palos, piedras y todo lo que pueda servir como arma de combate.
Cuando llegué, a las seis de la mañana, el techo del colmado de Don Oco, el papá de Fátima y Charito, estaba adornado con la muchachada del PCD.
Había otros encima del colmado de Los Bemba. También, sobre el techo de la compra-venta Mignon.
Y, por si acaso, dentro de la carbonera de la esquina.
Andino, José U, Danio, Luisito, Tony, Miguel y Rolando Amor, incluso, Panchito (Jacas). Y muchos, muchos más.
Todos gritando, desafiantes:
¡Unidad, para el combate!, ¡Unidad para el combate!
Después de pasar revista a mis tropas, seleccioné a Chago, Davicito y Luis Cabeza y salí a despertar la barriada.
Y, casa por casa, luego de tocar para que abrieran la puerta, preguntaba:
-¿Han visto a Blanco Peña, el Pai?
Y, ante la respuesta negativa, les advertía:
-Díganle que Jimmy Sierra lo está buscando.
¡Coño –se le escapó a Telín, una de Los Bemba- esta vaina va explotar! Al mismo tiempo que Doña Lola, la abuela de Chiqui y Leo Corporán, que se acercaba a los cien años, comenzaba a rezar el primer Padre Nuestro del día.
Las cartas, pues, estaban servidas. Y el barrio entero ardió en la fogata del chisme, el rumor y la murmuración: “Que los muchachos de Jimmy tienen diez ametralladoras”, “Que en la carbonera tienen escondidas más de setenta granadas”, “Que la gente de Isa Conde traerá varios tanques para apoyarlos”…
Incluso, envalentonado por el respaldo de mis chicos, me atreví a ir directamente al frente del Mauricio Báez, que era el bastión de la Línea Roja en la zona y, cuando llegábamos, varios tipos que estaban allí se escabulleron vergonzosamente.
Volvimos a nuestra esquina. Y esperamos.
La tensión era enorme. Nadie sabía lo que podía pasar.
Y a la altura de las diez de la mañana de ese día alucinante, viniendo de la Peña Batlle, por la 23, un jeep se detuvo violentamente en la esquina Francisco Villaespesa. Dentro, el comandante constitucionalista José Eligo Blanco Peña y una mujer.
Al verme, el Pai, señalándome, me preguntó en voz bien alta para que todos oyeran:
-¡Jimmy Sierra ¿para qué tú me estás buscando?!
-¡Para lo mismo que tú me buscabas ayer! –le respondí en un tono mucho más fuerte.
El ambiente era electrizante. Efervescente. Escalofriante. Y estremecedor.
Entonces, serenamente, sin inmutarse, el Pai apagó su vehículo. Y, bajando la voz, me dijo.
-Ven, acércate…
Y me acerqué.
… lo que pasa es que tú mandaste ayer a un grupo de muchachos a escandalizar el barrio. Incluso, había uno con problemas en la espalda que hacía creer que tenía una ametralladora (Se refería a Danio)…
En este punto, la tensión comenzó a bajar. Y él prosiguió:
-… A mí no me gustan las luchas entre compañeros. Estamos en la misma ruta. Pregúntale a tu jefe, Isa Conde, quién soy yo…
Y mientras me decía todo aquello comprendí que, esta vez, la sangre no correría.
Todo terminó allí. Se fue. Dimos la orden de: “Posición anterior”. Y la vida, como decía Rodriguito, siguió su agitado curso.
De manera que, Santiago de la Rosa, “Chago Balita U”, puso más atención a Fátima, una de las hijas de Don Oco, sin darse cuenta de que Robert, Pantaleón y Bolívar Valera, habían observado también ese objetivo, lo cual, como les contaré más adelante, traería consecuencias terribles.
Al volver a mi casa, de la Francisco Villaespesa 165, oí que donde Mario Wynns tenían puesta la canción, cuyo enlace les dejo aquí:
https://www.youtube.com/watch?v=42dyBWIFrq8
También vi que, cuando Chago pasó por la casa de Fátima y Charito, Don Oco se quedó mirándolo de un modo extraño. Amenazante. Y subversivo.
Puede que algunos pretendan desmentirme. Pero todo ocurrió así. Yo puedo decirlo. Yo estaba allí.