El dirigente político de mayor arraigo electoral, el presidente Danilo Medina, no podrá intentar la reelección en 2016 porque se lo impide la Constitución y hasta el buen juicio, pero no tengo dudas de que determinará quién será el próximo candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y muy probablemente el nuevo Presidente de la República Dominicana.

Las simpatías populares de Medina, por sí solas, no dan la cantidad de votos necesarios en una Asamblea Revisora para modificar la Constitución en el aspecto relativo a la prohibición de la reelección presidencial.

Si el presidente Medina se dejara convencer de quienes quisieran verlo reelegirse aun en contra de su propio discurso, tropezaría inicialmente con la realidad de que el PLD (aunque actuara monolíticamente unido) no tiene los votos suficientes para lograrlo y difícilmente encontraría la forma de convencer a los aliados que le legó el ex presidente Leonel Fernández, que ya no están todos conformes ni se consideran más cercanos a Danilo que a Leonel, para apoyarlo en esa aventura política.

Sería muy cuesta arriba para los partidarios de Leonel en el Congreso Nacional y en las instancias políticas del PLD favorecer con sus votos una modificación constitucional para que esta vez Danilo le cierre el paso a la candidatura del ex presidente, cuando la mayoría de ellos están en el banco y en los últimos días están enviando a más de sus seguidores de importantes posiciones en el gobierno, hacia sus casas.

Aunque de Miguel Vargas Maldonado se pueden esperar nuevos suicidios políticos para sumarlos a la cadena que ha atado desde que se convirtió en presidente del PRD, supongo que se quedaría sin nadie si sus legisladores apoyan una modificación constitucional para volver a satisfacer un interés del gobierno-PLD. Por torpe que sea –y no hay duda de que lo es en grado sumo- no veo factible que se embarque en una carrera contra sí mismo y contra su indiscutible amigo Leonel Fernández.

Sobra decir que el Partido Revolucionario Moderno (PRM) de Luis Abinader y de Hipólito, entre otros ex dirigentes del PRD, no solo se opondría a una modificación constitucional en el Congreso, sino que parece que lo haría también en las calles, aunque sin intentar descarrilar el calendario electoral, pues se trata de dos empresarios que no tienen un solo cuestionamiento de fondo al sistema político actual.

Pero si hay alguien que perdería encanto aunque busque más poder, es el propio presidente Medina, porque su popularidad se basa esencialmente es sus grandes diferencias en su estilo de gobernar con su compañero Leonel y su adversario Hipólito Mejía.

Leonel no hizo modificar la Constitución para él reelegirse, sino que quien hizo eso fue Hipólito y solo sirvió efectivamente para regalarle la reelección a Leonel en 2008 al derrotar primero a Danilo en la convención interna del PLD y luego a Hipólito en las elecciones presidenciales. Dos derrotas clarísimas.

Por analogía, los encantos que exhibe hoy Danilo por ser un presidente llano, humilde, rectificador ante la evidencia de una política errática –lo que lo hace ser muy diferente de Leonel y también de Hipólito- se perdería en muy poco tiempo si se calza las botas de Hipólito y ordena modificar la Constitución para intentar reelegirse.

En un escenario como ese, Medina sería una caricatura de Hipólito sin la empatía del gurabero, algo a lo que ni siquiera Leonel y sus insaciables socios políticos del PLD y del empresariado, se han atrevido, aun con todas las posibilidades.

El improbable Danilo reeleccionista no tendría, en los hechos, la aureola de victoria que le da hoy su muy mejorable estilo de gobierno, que no ha tocado ni estimulado la lucha contra la corrupción, que ha quedado rezagado en la lucha contra la criminalidad y que retrocede en materia de una verdadera solución a la crisis del sector eléctrico al apostar a combustibles destructores del medio ambiente (carbón mineral) y con los costos más altos de financiamiento-cabildeo y falta de transparencia al otorgar contratos.

Por todo lo anterior insisto en que lo que probablemente hará Medina será impulsar a un candidato en el PLD más cercano a él que a Leonel y copar las posiciones legislativas y municipales para el 17 de agosto de 2016, eventualmente con la misma prudencia que lo ha hecho Leonel como ex presidente, comenzar su trabajo de regresar a la Presidencia de la República en 2020.

Si hace eso no hay dudas de que el panorama político dominicano quedará modificado con el nuevo Presidente como líder nacional (recuerden que manejará el Presupuesto) y Danilo Medina como un hombre cercano al Presidente con un gran poder en el Congreso y los ayuntamientos, experiencia de Estado, alta popularidad por su coherencia en el Estado y fuera de él, y conservando un gran respeto por las grandes masas electoralmente hablando. Quien desprecie ese bocado político por una aventura reeleccionista con traje a la medida, agota el presente y hunde el futuro.

En esa situación, Leonel, Hipólito y Vargas Maldonado se pueden retirar tranquilos, el primero a su Fundación Global, el segundo a sus tiendas de semillas y fincas agrícolas y el tercero a sus negocios en la industria de la construcción. Cualquier otro esfuerzo, sería tiempo perdido inútilmente, si no me engaño.

No estoy pidiendo a Medina que haga eso, ni digo que sea lo que conviene al país ni lo que deseo, simplemente estoy tratando de analizar el probable desenvolvimiento de la política en el futuro inmediato para que quienes desperdician su tiempo leyendo lo que escribo, me den sus críticas duras y las confrontemos con el desenlace, que es el laboratorio que valida los vaticinios y desnuda los delirios.