Cuando salí de la escuela secundaria me vi de un momento a otro en un mundo desconocido. El choque de mi realidad con la realidad colectiva fue muy fuerte. Estudié en un colegio privado, católico, en donde se preocuparon por darme una educación integral. Cuando llegó ese momento pensaba que todos éramos católicos en la República Dominicana o por lo menos el 95% de la población. Que la formación que había recibido era la común en el país. Que la dicción de mi mamá era la de todos los adultos. Pero no. En una ocasión, camino a casa de mi abuela, se me acercó una señora y me dijo: "cambéame esto", yo, desde luego, no entendí, y no fue hasta que me mostró los cincuenta centavos que supe a qué se refería. O el escuchar "haiga" por haya, o "negocéalo" por negócialo. El único problema que tenía era el calor, y esto porque no había carro en mi casa y tenía que hacer uso de los carros públicos. Con el paso de los años y recordando ese tiempo, sólo me queda reír y añorar ese mundo de fantasía en el que viví hasta el día que chocó contra mí, la cruel realidad dominicana.
Hoy, viendo como algunos dicen que estamos bien, creo estar frente a unos niños de diecisiete años. La ciudadanía se queja y nadie la escucha. Ya no sólo somos los dominicanos que notamos el malestar. Leyendo los resultados del "Reporte Global sobre Competitividad", en donde los números son desalentadores, confirmamos lo mal que estamos. El presidente de la República ha comenzado una serie de diálogos con los diferentes sectores, a lo mejor muy tarde, pero más vale tarde que nunca. Me imagino que algo tienen que ver esos resultados –prefiero pensar así y no, como muchos dicen, que es haciendo campaña para el 2016- pero de todos modos, esos encuentros deberían emularlos también los diferentes candidatos para saber qué es en realidad lo que está pasando y cómo encontrar la forma de que se superen todos estos problemas, porque no importa quien gane las próximas elecciones, a quien le conviene que se haga un buen gobierno, es al propio país. Hasta que no exista esa reunión entre las dos realidades, la de los políticos y funcionarios, con la realidad que vivimos la gran mayoría de los dominicanos, seguiremos así de mal. Mala educación, mal servicio de salud, mala calidad de vida. Mientras, el "desvío de los fondos públicos", el "favoritismo en las decisiones de los funcionarios del gobierno" y el "despilfarro del gasto público", crean un mundo de fantasía, paralelo a todos aquellos que pensamos que no todo está bien.