El sentido de no mirar atrás es multiforme, va desde la mitología hasta las historias de camino y la experiencia cristiana.
En el plano mitológico los romanos representaban la política con el dios Jano, un monstruo que tenía dos caras, una que miraba hacia delante y otra que miraba hacia atrás. Según se explica el sentido radicaba en que, la cara que miraba hacia atrás se encargaba de mantener vivo el pasado recreando en el presente las experiencias tanto negativas como positivas con la intención de corregir lo que estaba mal y continuar lo que estaba bien (cualquier parecido con algún slogan es pura coincidencia) y la cara que miraba hacia delante observaba el futuro con claridad, era algo así como: saber los errores del pasado para no volver a cometerlos en el futuro. Construir el futuro era imposible sin mirar hacia atrás. Era la única manera de hacer lo que nunca se había hecho.
En el plano de las creencias populares recuerdo con particular gracia una historia que me contara Don Manolo, un zapatero de mi pueblo, que parece adaptó a su antojo una historia con ciertas bases bíblicas. Según Manolo, cuando se destruyó la Ciudad de La Vega a una señora se le advirtió que no debía mirar hacia atrás porque algo grande podía sucederle. Parece que tentada por la curiosidad de saber si en verdad le pasaría algo desoyó el consejo, miró hacia atrás y se convirtió en una estatua de sal.
En relación a la experiencia cristiana mirar atrás tiene un sentido de crecimiento humano. Por ejemplo, una canción muy interpretada en las misas tiene un estribillo muy contagioso “amarte solo a ti Señor y no mirar atrás, seguir tu caminar Señor, seguir sin desmayar Señor, postrado ante tu altar Señor y no mirar atrás”.
En esta canción queda clara una actitud de obediencia y sumisión ante el Señor y de total entrega al presente sin que el pasado, sobretodo si ha sido malo, regrese a su vida y se vea tentado o tentada a retroceder al mundo pecaminoso cuando ya se vive en un mundo de aparente conformidad a lo que pide el cristianismo.
Usted puede asumir cualquiera de los tres ejemplos, pero resulta que en los sistemas políticos y, democráticos por demás, mirar atrás no tiene ni un sentido mitológico, ni un sentido religioso, ni de creencia popular, aquí nada deeso vale.Mirar atrás es necesario y no sólo porque se pueda lanzar piedras al pasado, sino porque mirar atrás permite establecer en dónde estuvieron las luces y las sombras como pasaba con el dios Jano.
Lanzarle piedras al pasado posiblemente no sea la mejor de las decisiones, pero sí quizás la única alternativa ante la debilidad de los sistemas y de quienes rigen la justicia que de ser bien aplicada, sin miramientos y sin importar quien ostente el nombre o el apellido, las piedras no serían necesarias.
Podríamos comprometernos a no mirar atrás e inclusive a no lanzarle piedras al pasado, pero eso sólo si también se comprometen a no lanzarles flores o tenderles una alfombra roja como ha sucedido con todos los políticos dominicanos. He aquí el desafío, un compromiso de parte y parte: ni piedras, ni flores, ni alfombras, pero sí justicia.