¿Se puede separar la ciudad de la figura del municipio? Jurídicamente no. Identitaria y sociológicamente sí. La carga simbólica cultural, económica y del poder político marcan el territorio. En los municipios hay carga simbólica concentrada en la cabecera de estos y dispersas en sus territorios suburbanos y rurales.
Por su lado, la ciudad es un continuum de la movilidad de los fuertes intercambios comerciales frecuentes, de las relaciones de producción, de la compleja división social de trabajo de alto calado y de la demografía con alto nivel de desarrollo de la densidad y la densificación producto de los flujos migratorios y la reproducción humana. Es el espacio donde se concretiza perfectamente el circuito de capital inmobiliario y financiero. “La ciudad es un asentamiento de mercado" (Max Weber, siglo XIX).
El municipio es una figura que remite a una legislación que pauta quién lo administra políticamente. Un marco jurídico que marca sus límites territoriales en función de otros municipios y cuyas autoridades ejercen el poder con determinadas autonomías para prestar servicios, en el modo de elección del liderazgo político y competencias o funciones para la recaudación de impuestos, tasas o arbitrios. La ciudad no siempre se define jurídicamente, depende de la legislación particular de cada país. Desde su origen la ciudad nace por evolución de su expansión urbana dentro de un municipio. Este último, acoge la ciudad como casco urbano, que dependiendo de su demografía y desarrollo económico y social constituye varias centralidades que de acuerdo con su número y tamaño terminan denominándose ciudades per se o intermedias.
Aunque en ambos casos, ciudades y municipios, hay expansión territorial, el ritmo de expansión urbana de la ciudad es muchas veces superior a la del municipio. Los límites urbanos de la ciudad se caracterizan por asentar a un conglomerado humano que por demanda de uso de suelo remite a obligar a la Administración Pública a ofertar servicios que la mayoría de las veces trasciende su capacidad de respuestas, y mucho más cuando los usos del suelo carecen de regulación. Mientras más servicios se generan en las áreas en expansión más alto es el precio del suelo, y se convierten en atrayentes de las clases sociales medias. También, la expansión urbana en la ciudad genera segregación social y residencial, porque el precio del valor de cambio del suelo es superior en los estratos socioeconómicos medios y altos que el de los asentamientos humanos de renta baja, que también se localizan en áreas en expansión degradadas.
La ciudad como conjunto de asentamientos urbanos y humanos es el espacio de intercambio social no clásico. La interacción social está muy determinada por el interés subjetivo de alcanzar bienestar. La objetividad del bien común es motivada por la subjetividad del interés individual. Los intercambios son de bajísima frecuencia, producto de la dominación de la lógica del mercado que dinamiza el consumo como fin único del sistema social. El individuo tiende a no identificarse como miembro de un colectivo social. Por su lado, si bien el municipio también podría ser un asentamiento urbano, los intercambios sociales son más frecuentes y los individuos se reconocen frente a los otros. La densidad de la solidaridad, lo que equivale a las iniciativas de apoyo antes situaciones de debilidades de los otros es muy superior en la escala municipal. Los individuos no se hacen ajenos a las desgracias de los otros. En la ciudad la personalidad construida se conduce hacia el objeto de los beneficios individuales que se pueden tener de las relaciones con los otros.
La alta densidad y densificación, el acelerador de la movilidad urbana, la capacidad competitiva requerida por el mercado y la articulación real de las dimensiones espacio-tiempo o el anclaje característico de las ciudades desembocan en la construcción de ciudades con ciudadanos anónimos. Es más, hay urbanizaciones con residenciales donde las personas desconocen los nombres de sus vecinos o vecinas; lo cual ocurre en menor dimensión en los municipios con grandes arraigos societales, tradiciones y costumbres: capital social.
La ciudad de hoy, la de intercambio poco frecuente, es la ciudad de crecimiento y desarrollo de la tecnología de la información, la creatividad, la innovación, el conocimiento. Es la ciudad de la alta demanda de servicios y con nuevas pautas demográficas: mayor longevidad, baja natalidad y mortalidad. Es la ciudad postindustrial, la que va rompiendo la interacción social comunitaria. La que va creando la interacción en redes y a través de nodos. Esta última, la ciudad deshumanizante, que rompe los abrazos y los afectos.
La ciudad del futuro es la que agrega valor social mediante la disminución del “poder” del automóvil. La que cede espacios a los árboles y a los peatones. La que abre espacios para la interacción social comunitaria. La que disminuye la distancia y el tiempo para el consumo de servicios. La que se planifica para las personas, para los encuentros frecuentes. Para la democracia de proximidad. En su dinámica cultural, es la ciudad-municipio, donde hay poco espacio para la soledad.