Lucila y Gustavo han tenido un matrimonio muy accidentado. Después de una luna de miel tormentosa en Casa de Campo se regresaron a New Jersey y retornaron a sus respectivas labores profesionales. Ella es enfermera graduada y Gustavo es un próspero agente de bienes raíces.
Después de tres hijos y más vicisitudes que el hijo de Lindbergh, están dejando el pellejo en honorarios de abogados, luchando a brazo partido por la custodia de sus tres hijos, el mayor de 16 y la menor de 13 años cumplidos. Cada uno contrató su abogado y, entre los dos, los honorarios pasan de los US $40,000.
Ahora que la audiencia ante un juez de la Corte Familiar se aproxima, después de casi un año de dimes y diretes,la abogada de Lucila le dice: “Te voy a dar tus diez minutos ante el juez. Esos diez minutos serán definitivos”.
-Pensé que eras tú la que tenía que enfrentarse al juez- le dijo Lucila a su abogada.
-No, tú me pagaste para que te preparara los documentos legales, pero ahora eres tú la que tiene que contestar las preguntas del juez.
El caso es que mañana a las 9:30 de la mañana Lucila y Gustavo tienen que pararse ante el juez.
De cada 100 matrimonios 53 terminan, tarde o temprano, ante un juez en este país de divorciados. De divorciados y de inmigrantes indocumentados. Los cálculos oficiales indican que más de 25,000 personas residen en este país sin ningún tipo de documentos. En Santo Domingo son los haitianos, pero eso es harina de otro costal. De hecho, la Administración de Barak Obama ha roto el record en deportaciones masivas. ¡Las ha triplicado! Con un terrible atenuante: ahora se han puesto de moda las deportaciones masivas de niños sin sus padres. Más de 100, 000 de ellos se encuentran del otro lado tratando de cruzar la frontera. Su estadía en los EEUU será momentánea, antes de que los empaquen de nuevo hacia sus respectivos países.¡Otro record de la administración de Obama!
Eso de la reforma migratoria no es más que pura fanfarria política, pues Obama, en lugar de andar contemporizando con los Republicanos, podría solucionar el problema de un sólo plumazo, a través de una Orden Ejecutiva, sobre todo ahora que ya no puede reelegirse.
En sólo diez minutos el juez va a decidir la suerte de los tres hijos de Lucila y de Gustavo. Ambos se están disputando la custodia de sus vástagos. El amor del uno hacia el otro se esfumó hace tiempo y, según ellos mismos dicen, “sin remedio de reconciliación”. No se odian pero tampoco se quieren. Se perdieron el respeto, como muchas parejas jóvenes envueltas en la vorágine de la supervivencia. Vinieron a míen busca de orientación, porque fui yo quien los casó y piensan que quizás comparto la culpa de su falta de amor, o, mejor dicho, de su falta de responsabilidad (!)A lo mejor no debí nunca haberlos casado.
¿Puede alguien en realidad cansarse de amar al ser amado? Ni Salomón en “El Cantar de los Cantares” tiene la fórmula mágica. Lucila y Gustavo se han olvidado que amar es un compromiso que hay que renovar cada día. Una decisión de la cual no se puede prescindir porque “ya no siento nada por ti”. ¿Qué significa semejante disparate, tan común en las parejas de nuestros días, donde todo es desechable, como el automóvil, la casa (no el hogar) y la falda que ella se puso ella ayer por la tarde?
“Ya no te quiero y no trates de convencerme de lo contrario”. “Tengo derecho a ser feliz”. Se olvidan que la felicidad no es un sentimiento, ni siquiera un pensamiento o una emoción fugaz. La felicidad es una decisión personal, como la primera vez que se miraron a los ojos y prometieron amarse toda la vida.
No se puede decidir ser feliz en diez minutos en presencia de un juez, rodeados de tres vidas que no pidieron que los trajeran a este mundo.¿No tienen ellos también derecho a “ser felices”? De hecho, ellos son la única felicidad para Gustavo y Lucila. No hay que buscarla en ninguna otra parte.¿Por qué no me ayudas a convencerlos?
Tan claro como el agua cristalina de Constanza.