Si a alguien conviene aprender sobre lo sucedido  en España es a nuestros políticos. Son  lecciones  españolas, precedidas  por otras en  Iberoamérica  y  Brasil, y tienen un denominador común: la frustración de la población ante el  desafuero de sus  gobiernos.

La primera lección: El abuso del poder,  la corrupción, y las crisis económicas, abocan inevitablemente en desquiciamiento social. Esto es así  desde el comienzo de la historia, aunque los insensatos lo ignoren. 

Segunda lección: Queda comprobado que es universal el enajenamiento de  altos cargos de la administración pública, quienes llegan  a  considerarse por encima de la ley  convertidos en delincuentes.

Tercera lección: La población, tarde o temprano, exige  renovación de quienes pretenden dirigirlos, y castigo para los prevaricadores, despertando instituciones adormecidas o subyugadas por el Estado: en España, la justicia sintonizó  con el clamor popular y ahora actúa sin miramientos.

Cuarta lección: El votante español ha perfeccionado y escogido inequívocamente la democracia como manera de rectificar el rumbo político de su país. Lo hacen, hasta ahora, sin extremismo y sin dejarse desmadrar por demagogos que pescan en ríos revueltos.

Quinta lección: El Partido Popular, cercado por  el descredito de muchos de sus funcionarios, se vio obligado a dejar fluir los procesos judiciales que comienzan  a dar  fin a la  impunidad.

Sexta lección: La corrupción sí tumba gobiernos,  prohíja demagogos, ortodoxias ineficientes, y el protagonismo de movilizadores de masas  que  aprovechan  la ira ciudadana para llegar al estrellato, tragedia de la que hemos sido, y somos testigos, en este nuevo mundo sin suerte.

Séptima lección: El deterioro de los partidos tradicionales revive minorías  que canalizan y verbalizan el disgusto de los votantes, ofreciendo  paraísos inalcanzables. El bisoño  partido Podemos, otrora un grupito  de jóvenes comunistas de la facultad de economía de Madrid, fue  la tercera organización más votada en España, reventando  el bipartidismo y sembrando incertidumbre.

Octava lección: Esa crisis económica, política y moral de la península ibérica, puede  encaminarse hacia una posible solución gracias a la solidez institucional que la custodia, incluyendo  la monarquía  y  la  unión europea.

Novena lección: En la patria que acunó a  Ortega y Gasset, autor de “La rebelión de las masas”, la clase dirigente ha mostrado  generosidad haciendo intentos por no caer en una anarquía  parlamentaria “a la italiana”,   pactando entre ellos en favor de la nación.

Decima lección: Es posible revolucionar en democracia, cambiar sin anarquía,  adecentar  en la legalidad, y  castigar sin paredones. Otros países también lo han hecho. Ahora tratan de hacerlo ellos. 

Estas lecciones  no son nuevas,  han estado ahí siempre para aquellos que les interese aprender; dejan claro que darles de lado es  de politicastros   y  entenderlas de estadistas. 

¿Qué impacto pudieran tener estas enseñanzas  en una clase política  degradada, a espaldas del futuro, anticuada,  y enviciada con el poder, como la nuestra?  Poco, pues esta rellena de  hombres y mujeres carentes de  generosidad e incapaces  de examinarse la conciencia.

¡Los de aquí no aprenden nada! Sólo pretenden llevarnos “como caña pa’l el ingenio” a las elecciones y así   legalizar el secuestro del Estado. Por eso, he  pensado en publicar unas “Lecciones Españolas para idiotas”, tratando de hacer digeribles el mensaje.

Sin embargo, aun en esa versión, ni las leerán esos nuevos dirigentes que  cruzan mensajitos irrelevantes en Facebook, ni los viejos que se entretienen contando  fortuna y tiñéndose el cabello.