Estamos ante un momento de repercusiones históricas de importancia, el resultado de lo que ocurra en la inmediata coyuntura política de nuestro país frente a la reelección de Danilo Medina, determinará el proceso de maduración democrática que ha experimentado la sociedad dominicana desde la muerte de Trujillo en 1961.

El proceso de transición y construcción democrática tuvo su mayor expresión en el período 1994-1996, cuando el pacto por la democracia cimentó una serie de conquistas y ampliaciones de derechos civiles y sociales; se establecieron una serie de mecanismos e instituciones democráticas de contrapeso al ejecutivo; y se constitucionalizó por primera vez en la vida democrática la no reelección presidencial, un logro de las fuerzas políticas socialdemócratas encabezadas por el liderazgo de Peña Gómez que pretendía impedir que el balaguerísmo continuara en el poder. Sin embargo, el pacto por la democracia de 1994 coincidió con el cambio generacional del liderazgo político dominicano que se dio con las muertes de los líderes políticos de finales del siglo XX: Peña Gómez (1998) Juan Bosch (2001), Joaquín Balaguer (2002) lo que permitió la aparición de nuevas figuras en el escenario político con el posicionamiento del "populista socialdemócrata" Hipólito Mejía, el "pseudo-socialista" Leonel Fernández y el "social-populista" Danilo Medina.

Estas tres figuras políticas contemporáneas en un pacto de dominación con el empresariado dominicano más rancio se han repartido y controlado el manejo de las instituciones del Estado, con lo que han podido mantener una favorable y mutua política de defensa de sus intereses, en donde el empresariado ha podido mantener una política salarial inequitativa y desigual ante el crecimiento económico que ha mostrado el país en la última década, ampliando la desigualdad social y aumentando los problemas sociales; han mantenido con la élite política unos vínculos estrechos de privilegios, prebendas y favores para aumentar los negocios y obtener del estado las facilidades de licitaciones, manejo de la obra pública, etc.; y han mantenido un blindaje de supervivencia mutua frente a la presión social (caso Odebrecht-Marcha Verde) y el avance de los sectores progresistas y socialistas que pueden poner en peligro el mantenimiento del pacto de dominación.

Por otro lado, la élite política dominicana que se ha acoplado en torno a las figuras del PLD que han gobernado en los últimos 15 años: Leonel Fernández y Danilo Medina, han establecido una serie de mecanismos y protocolos antidemocráticos que han mutilado poco a poco los avances democráticos que se lograron con el pacto por la democracia de 1994 (como, por ejemplo, la resolución del Tribunal Constitucional contra los dominicanos descendientes de haitianos).

Esta coyuntura inmediata donde se pretende modificar la constitución para la reelección de Danilo Medina, consagraría un momento de retroceso democrático que viene acompañado de la aplicación de un protocolo desmovilizador que se sostiene a través de mecanismos de presión, extorsión, deshabilitación, descréditos, engaño mediático, la neutralización de actores políticos y judiciales importantes, el uso de las bocinas periodísticas, la extorsión a los dueños de medios de comunicación, el manejo clientelar de la publicidad oficial, el uso de los trolls en las redes sociales, y las campañas sucias utilizando los instrumentos de espionaje del Estado para desacreditar o inhabilitar a figuras de contrapeso a su poder.

Las intenciones reeleccionistas de Danilo Medina han ido desarticulando las bases que sostenían la estabilidad de gobernabilidad que fue construyendo el comité político del PLD con todas las fuerzas vivas de la sociedad dominicana: el sector sindical de trabajadores, algunos sectores gremiales; el sector agroempresarial; la cúpula de la iglesia católica, los sectores ultraconservadores, los movimientos sociales de izquierda, los liberales progresistas, entre otros; y que ahora pretenden aglutinarse en contra de la reelección de Danilo Medina. A esta coyuntura sólo falta el ingrediente de crisis económica, la movilización social y popular para que el escenario político genere algunas transformaciones importantes.

Cuando provocas las motivaciones suficientes para que las fuerzas sociales se aglutinen y convergen en tu contra marcas tu sentencia política. Danilo Medina con su reelección aceleraría no sólo su sentencia política y un posible sometimiento a la justicia, sino que, traccionaría el declive del liderazgo generacional que, junto a Hipólito Mejía y Leonel Fernández, él representa.

Igualmente, esto no significa que el resultado de esta alianza politico-social que se va formando en torno a la no reelección tenga una inmediata transición. La historia dominicana nos ha mostrado que acontecimientos como el pacto entre trinitarios y hateros en 1844, el pacto entre Pedro Santana y los líderes de la revolución Cibaeña en 1858, el movimiento unionista que llevó al poder a Ignacio González en 1873; entre otros, no determinaron que la unión coyuntural de sectores antagónicos garanticen la concreción de una transición política generacional y/o social inmediatamente sino que abre las puertas hacia una nueva lucha política en la que, en el caso particular de esta coyuntura política reeleccionista, se pondrán en juego las conquistas democráticas, los derechos ciudadanos o el aumento del poder del estado a través de la vigilancia y la represión. Por eso hay que apostar por un protagonismo relevante de las nuevas figuras políticas y fueras políticas progresistas, liberales y socialdemócratas (Bien Común, Alianza País, Opción Democrática, Alianza por la Democracia, Dominicanos por el Cambio, el Partido Revolucionario Moderno, el Frente Amplio) para desde ya, impedir que el ultra-conservadurismo (Fuerza Nacional Progresista, Partido Quisqueyano Demócrata Cristiano, etc.) replegado en la oposición a la no reelección acceda y controle el poder del Estado Dominicano.