Quién no ha cantado en el ‘rincón de una cantina’ las canciones de José Alfredo Jiménez. Ese guanajuatense único que creía que el amor era una botella de tequila, en cuyo fondo se reía una mujer ingrata y esquiva.

Escuchar sus canciones tiene efectos devastadores: uno termina sintiéndose el rey del mundo (trono y reina incluidos) y armado de un puño de estrellas, nos ponemos, a deshoras, a buscar al amor contrariado que nos trae de un ala.

En Amarga navidad, José Alfredo seguramente quería acabar con alguna de sus novias y le lanza una sugerente invitación: «Diciembre me gustó pa’ que te vayas/ que sea tu cruel adiós mi navidad». Interpretemos estas palabras con amplitud y aventuremos cuántos no quisieran retomarlas:

En primer lugar, los mexicanos le cantarían casi a gritos a su presidente Enrique Peña Nieto: «Diciembre me gustó pa’ que te vayas…no quiero comenzar el año nuevo con este pinche gobierno que me hace tanto mal». Por qué, preguntará algún despistado. Por los 43 estudiantes; por lo errática de su gestión; por las corruptelas de sus protegidos (¿y la casa blanca apá?); por la incapacidad de sus colaboradores…El respondería, ya nomás me quedan dos navidades, aguántenme tantito…y si, ese canto cobra más fuerza cada seis años cuando el presidente en turno está por partir. La Constitución tiene la “gentileza” de fijar el relevo del poder ejecutivo el primero de diciembre.

Luego están los cubanos, los de Miami a voz en cuello y los de La Habana a susurros, ¿tendrían años cantándole lo mismo al comandante? Cuba destila música, de allá importamos el bolero, por ejemplo. Así que los sonidos del mariachi se transforman en maracas y tambores rumberos: «Chico, diciembre me gutoó pa’ que tú ya te vaya…». Unas cincuenta navidades tardó el compañero Fidel en reaccionar, pero al fin se fue. Tuvo el detallazo de marcharse antes, el 25 de noviembre, ya estaba cansado de la misma cantaleta. Ahora lo que toca es la internacional, acompañado del Che, Camilo y Marx…

Por otro lado, supongo que los Beatles no conocieron a José Alfredo, cuyo talento prescindía incluso del conocimiento musical. El escribía frases pegadoras, les imaginaba una melodía y luego se la silbaba a Tomás Méndez, para que éste encontrara la nota justa. Eso sí, los de Liverpool hicieron una versión de la célebre Bésame, bésame mucho, como si fuera esta noche la última vez… que no es de Jiménez sino de Consuelito Velázquez.

¿Acaso Mark Chapman conocía la canción de Amarga navidad y como signo inequívoco de su locura quiso llevar hasta sus últimas consecuencias aquello de: «Acaba de una vez de un solo golpe/ por qué quieres matarme poco a poco»?, ¿Por eso la noche del 8 de diciembre de 1980, Chapman esperó a que John Lennon apareciera por las inmediaciones del edificio Dakota y así vaciarle cobardemente su revólver?

Más allá de divagaciones, lo cierto es que esa trágica noche de diciembre, muchos la recuerdan con tristeza. El más huraño y rebelde de los Beatles caía asesinado en el portal de su casa. Siete años antes, en 1973, José Alfredo también moriría, las balas parranderas le cobraron su gusto por las mujeres y el alcohol, una afición fructífera, cabe mencionar. Según parece muchos de sus éxitos llevaban dedicatoria: Ella para María Félix, que siempre lo ignoró; Paloma querida, para Paloma Gálvez a quien acompañó hasta el altar o Amanecí en tus brazos para Lucha Villa, con quien compartió algo más que una sincera amistad.

En fin, a mí también me gusta diciembre para irme, pero lejos del engorroso ritual de las compras navideñas. Así que me la pasaré escondido en una cueva hasta que pasen las supuestamente, felices fiestas.