La “entrevista de Diandino” tiene mucha tela por donde cortar. Aquel fue un encuentro instructivo, revelador, tenso y penoso, a calzón quitado. Conocimos interioridades concernientes a la urdimbre de trampas financieras utilizadas para costear una de las torres más lujosas del país; y de las mentiras descomunales escritas en la declaración jurada de bienes del entrevistado. Pero hoy quiero emplearme en dos aspectos diferentes del reportaje.
Y no es sobre la impecable profesionalidad desplegada por Alicia Ortega durante la histórica entrevista, ni sobre el excelente trabajo de investigación que la llevó a cuestionar de frente al zar del “Metro de Leonel”. Es acerca de dos vertientes que atañen al Presidente Medina.
Dentro de la narrativa implícita, subyacente, de esa entrevista, está la demostración, una vez más, de la sostenida y activa participación de Danilo Medina en la ejecución y mantenimiento de la impunidad. Así mismo, una lección de cómo robar dinero, pasárselo a cualquiera, y hacerse billonario, sin que aparezca el nombre del ladrón por ningún parte. O sea, del fácil anonimato del criminal de cuello blanco.
Conociendo la historia empresarial de quien fuera un ejemplar ciudadano antes de esnifar los polvillos del poder, comprobamos que no ha sido otro, sino nuestro presidente, quien protegió a Diandino Peña. El mandatario estaba al corriente del “modus operandi” del compañero mega-constructor. Estaba al tanto de la planificación, inauguración, y manejos contables del metro. Sin modificar la desconocida contabilidad del proyecto, ha seguido ejecutándolo.
No pudo ser ajeno al dispendio ni al desvío de fondos; se tapó los oídos cuando el rumor público bautizó como “el metrico” al fastuoso edificio del Ensanche Naco. Ahora, muy tarde, deja cesante al ingeniero, intentando entretener a una población que, vestida de verde, reclama justicia.
Frente al televisor, recordamos su estrecha amistad con Ángel Rondón, zar del soborno; la quema del expediente de Félix Bautista y su bondad con Díaz Rúa. Docenas de expedientes tirados a la basura durante sus gobiernos saltaron de la pantalla. Si de zares se habla, nuestro presidente es el zar de la impunidad. Ya nadie lo duda.
En cuanto a quién pagó a Joao Santana y la reelección, luego del reportaje de Alicia Ortega, la respuesta seria un fiasco, ya que Odebrecht puede llamarse “Carbon Company”; Joao “Samba Holding”; Danilo “Estrategia sostenible”; y el PLD “Prevaric Enterprise”. Muy claro lo dijo Diandino : “Nosotros los empresarios nunca usamos nuestros nombres…” Tampoco los políticos, que para eso están los testaferros y las “offshores.
Así las cosas, entiéndase bien, existe sólo una manera de hacer creíbles las eufóricas afirmaciones de que ni Danilo, ni el PLD, ni las campañas, fueron compradas por grupos contrarios al interés nacional: documentando el origen de tantos millones que vienen disfrutando y gastando. Y, por supuesto, certificando quiénes, cuándo, y cómo se costearon los servicios de Joao Santana, sus hijos, y sus compañías. Con nombre, fotografía y número de cédula.
“La entrevista de Diadino” entrampó también a Danilo. El estupefacto billonario, atrapado y sin saliva, amnésico hasta para recordar el nombre de su nuera, personificó el ejercicio continuo de la corrupción al amparo del poder. El continente y el contenido de la degradación política nuestra.
Entonces, aunque puedan decir lo contrario el Santo Padre, los empresarios, el gobierno, el PLD, o la comisión de Punta Catalina, Danilo Medina sigue siendo sospechoso de prohijar y participar en crímenes contra el Estado dominicano.