El pasado sábado, en el ritmo tranquilo y sosegado que tiene este día de la semana, mientras me vestía para salir a hacer ejercicios, Gustavo Olivo me envía por WhatsApp el artículo escrito por Elsa Guzmán Rincón, mi profesora de 3ro. de Primaria, al que tituló El regreso del “Rincón Familiar” de Solange, en el que me da la bienvenida a Acento de una manera muy amorosa. Al regreso de mi caminata, esa que cada día me cambia el día, observo una actividad inusitada en mi teléfono, varias personas conmovidas por el articulo de Elsita, como cariñosamente le decimos, me lo enviaron deseando bendiciones para ella y para mí.
Quiero decir en primer término que recibo este abrazo escrito como una nueva confirmación del propósito superior de mis artículos por esta vía. El sentido que tiene esta respuesta de Elsita me conecta con la trascendencia a través de una persona del pasado que ha seguido presente en mi vida, gracias profe por dejarte usar de canal. Esa misma mañana reenvié el articulo al chat que tenemos las compañeras del colegio, ese grupo especial que ella menciona y que nos hemos mantenido conectadas todos estos años, unas más activas que otras, de acuerdo a la vida y las distancias. Producto de este artículo nos prometimos un encuentro con esas profesoras especiales de nuestros años en el Colegio Serafín de Asís.
Elsita fue de esas maestras que marcan la vida, esas que recuerdas de manera positiva, y que además de las clases que nos impartía, tenía un gusto por las artes que nos transmitió y dejó huellas, recuerdo canciones de esos viernes que entonábamos cada vez, “La estrella de David”, “Soy Rebelde” o “La Vikina” clásicos que todavía resuenan en mis recuerdos y se quedaron como parte de mi banda sonora de la vida.
Mi querida Elsita, me encanta esa manera de hacerme sentir todavía pequeña, a veces nos hacemos adultas tan rápido que esa llamada de atención podría tener más sabor a amor que a reclamo, quiero darte el permiso para que me pongas en mi puesto cuando “me porte mal” como cuando estaba en el colegio. Sentir que me recuerdas como la niña de cola larga y sonrisa franca me provoca mucha ternura.
¿Y cómo no responder al llamado? este trabajo que hago y sobre todo la atención a mujeres que viven violencia me ha entrenado en la respuesta rápida. El ejercicio de esta profesión me ha enseñado lo difícil que es pedir ayuda y cuando una persona lo hace quiere decir que está sufriendo y requiere apoyo. Y a veces no es una consulta, la mayoría pueden ser sólo una información que pone en camino a las soluciones.
Recuerdo una llamada que me hizo Dolfi, la recepcionista del Centro, un viernes por la tarde para decirme que una señora que no me conoce personalmente, estaba dejando con ella de manera muy cariñosa, una canasta de fresas y una tarjeta para mí, en ese momento solo agradecí a Dios este trabajo y la posibilidad de conectar con las necesidades de la gente.
Se trata de una joven que una noche ya pasadas las 9 me comienza a enviar mensajes directos por mi cuenta de Instagram, me pide excusas por la hora y continúa su solicitud. Lo único que hice fue tranquilizarla en ese momento y al día siguiente escribir a la persona que podía ayudarle desde la Procuraduría General de la República para una emergencia en la Provincia Santo Domingo, solo un contacto y una persona que sirve de canal. Para nosotras que estamos en el sistema puede ser simple, pero para las que además del sufrimiento por la situación que viven pudieran no recibir la respuesta a tiempo en la atención a su demanda solo un empujoncito nuestro les cambia la vida.
¿Cómo no responder al llamado? Si es una responsabilidad, una obligación, un requerimiento desde un lugar que transforma la vida de las personas y de nosotras, las personas que solo hacemos lo que nos corresponde.
Finalmente, gracias a Acento por ser un espacio donde estos encuentros escritos de amor son posible. En estos tiempos de guerras emocionales y estupideces racionales servir de plataforma para la expresión afectiva es un aporte adicional a la responsabilidad de informar.