No puede causar enojo en familiares o seguidores del fallecido rey del merengue, Joseíto Mateo, cuando se le vincula con la espantosa dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina, pues él fue de los artistas alabarderos del sanguinario régimen. 

Él mismo reveló en una entrevista al Listín Diario que estuvo con los Trujillo hasta la última hora en que permanecen en el país. La última vez que amenizó una fiesta al hijo mayor del dictador, Ramfis Trujillo, fue la noche del 18 de noviembre de 1961, horas antes de que abandonara el país. La fiesta de despedida fue realizada en su residencia de Boca Chica. Horas después de esa fiesta,  personalmente Ranfis (en estado de  ebriedad) sacó de la cárcel a los que conspiraron contra su padre y los asesinó en Hacienda María. Nunca apareció ni el cadáver de Pedro Livio Cedeño, Huáscar Tejeda Pimentel, Modesto Díaz Quezada, Roberto Pastoriza Neret, Tunti Cáceres Michel, Salvador Estrella Sadhalá.

Al derrumbarse la dictadura, José (El Diablo) Mateo, era “más balaguerista que Balaguer”. Joaquín Balaguer (el de las persecuciones políticas de “los 12 años”) lo favoreció con una regiduría en el ayuntamiento del Distrito Nacional.  

 No veo mal que cantara a los Trujillo, pero siempre le critiqué que después que cae la dictadura hiciese como el camaleón dominicano: cambió de color y maldice el régimen y critica a Ranfis, su principal protector o benefactor.  Mateo dijo al periodista del Listín, Fernando Quiroz,  que no quería ni recordar que le cantó “a esa gente” (los Trujillo) por lo malo que eran y dijo que tenía “miedo” que Ramfis lo ahorcara.  Ramfis lo nombró como segundo teniente de la Fuerza Aérea;  permaneció 11 años en la orquesta San José.  Pasó  después a una orquesta propiedad de Ramfis.