El 5 de junio es la fecha escogida por las Naciones Unidas para la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente.
El calentamiento global, por más que haya quienes se empeñen en negarlo por suerte cada día en cantidad más reducida, es una realidad imposible de ocultar. A la evidencia científica se suma la de los cambios reales que se están experimentando.
La preservación del medio ambiente es por tanto y frente a esa innegable sucesión de pruebas que percibimos a escala creciente, una necesidad cada vez más imperiosa.
Y la de enfrentar esa realidad y sus potenciales perjudiciales consecuencias tendentes a agravarse en el futuro ya no tan distante de unos cuantos lustros, un desafío especial para la República Dominicana, que figura entre los diez o doce países del planeta que presenta mayor nivel de vulnerabilidad y alto riesgo.
¿Estamos haciendo lo suficiente en este sentido para prepararnos frente a ese reto de futuro a mediano plazo, que ya va siendo realidad presente?
¿Hemos logrado desarrollar en los distintos estratos de la sociedad cabal conciencia de lo que representa ese desafío de sobrevivencia y la urgencia de prepararnos de manera debida y previsora para enfrentarlo?
En la edición de este día del matutino Hoy figuran los resultados del llamado Indice de Desempeño Ambiental, donde se analiza el comportamiento de los 180 países sometidos a evaluación. En esta, vale destacar con justa satisfacción, que nuestro país registra indicadores positivos.
En ese Indice aparecemos encabezando el listado de los países que mas se han destacado en la adopción de políticas adecuadas para la preservación del medio ambiente, figurando por encima de Uruguay, Rusia, Panamá, Brasil, México, Argentina, Chile y Paraguay.
En nuestro caso, los aspectos que más destacan y contribuyen a esa favorable calificación son por su orden de importancia: la preservación de los recursos hídricos, la biodiversidad y hábitat, la salud ambiental, la vitalidad del ecosistema y el saneamiento del agua. Son motivos para sentirnos orgullosos, pero no necesariamente satisfechos.
El que hayamos logrado ese liderazgo no disimula el hecho de que todavía nos queda un gran trecho por recorrer y un exigente trabajo de toma de conciencia para hacer de la preservación del medio ambiente un motivo de auténtico y absoluto compromiso colectivo.
Cierto y alentador el hecho que un número creciente de empresas privadas han asumido la conservación del medio ambiente como parte importante de sus programas de Responsabilidad Social; y que hay instituciones como Sur Futuro que llevan a cabo un magnifico trabajo de acciones concretas a favor de hábitat; o la Sociedad Ecológica del Cibao y la Academia de Ciencias dentro de una lista mucho más amplia que a su vez mantienen una vela permanente a favor de la preservación de nuestros recursos naturales.
Pero todavía por desgracia hay un buen número de ciudadanos que ignoran y desatienden los reclamos a cuidar celosamente los bienes con que nos ha favorecido la Naturaleza. De velar por la conservación de bosques que es cortina natural contra las inclemencias del tiempo, oxigena la atmósfera y contribuye a la creación y protección los recursos hídricos. De no seguir depredando ríos y arroyos, muchos de los cuales han desaparecido de la geografía nacional desde el Descubrimiento a nuestros días. De no continuar invadiendo parques y áreas protegidas para la práctica del conuquismo, explotaciones agrícolas y ganaderas y tumba de árboles para la fabricación de carbón. De preservar nuestra rica y variada flora y fauna. De rescatar especies endémicas en peligro de extinción. De la necesidad de mantener en estricta armonía con el medio ambiente el aprovechamiento de los recursos minerales que atesora nuestro suelo. De entender en fin, de una vez y por todas, que lo que está en juego es la vida del planeta tierra, del espacio que ocupamos en ella y de cuantos tenemos la dicha de habitarla.
Hagamos, pues, no solo de este y su celebración sino de cada día motivo de reflexión y compromiso de convertirnos en celosos guardianes del medio ambiente. En ello nos va la propia existencia.