Hasta la Parábola del Hijo Pródigo se usa para justificar que no sean devueltos a los afiliados a las AFP parte de sus fondos. El relato está tan mal adaptado que parece un guion de películas de Robertico y con una irreverencia al texto sagrado que justificaría excomunión. No me sorprende.
Si comunicados de autoridad económica sobre el tema se valoran igual que la infalibilidad papal cuando trata asuntos de fe y peregrino con una cruz congrega medio pueblo en plena pandemia, torcer una parábola conocida puede apaciguar demandas por recibir ahora parte de lo que se está capitalizando para después.
Aquí algunos de los huecos de la interpretación de la parábola a favor de las AFP, empezando con que no les cuadra el papel de Padre de los dos hijos. El cotejo de ADN es nulo. El rol bíblico al que se ajustan es al de un banquero, como el de la Parábola de los Talentos se menciona en el regaño del patrón a trabajador enterró el encargo de monedas de oro. Ahora bien, con esta gran diferencia: en la parábola esa es una profesión donde hay libertad de entrada, competencia y libertad de elección. No hay referencia en los textos sagrados a “los únicos siete banqueros que tienen autorización para recibir ahorros”.
La mejor referencia al consejo que hacen las AFP a los afiliados para que desistan de solicitar parte de sus fondos en estos tiempos de emergencia universal, la encuentro en las advertencias de Eclesiástico 37,11 de evitar orientaciones interesadas: "No pidas consejo a una mujer sobre su rival, ni a un cobarde sobre la guerra, ni a un comerciante sobre un negocio, ni a un comprador sobre una venta…”. Quienes reciben remuneraciones extraordinarias, por ausencia de competencia y comisiones de intermediación astronómicas, es lógico que resistan la amenaza de reducción de un 30% del patrimonio que administran.
El guionista sin escrúpulos que coloca a las AFP en el lugar de padre consejero amoroso pasa por alto también que éste no puso reparos a la solicitud del hijo quiere heredar en vida. El padre reconoce su legítimo derecho de propiedad, respeta la preferencia que revela su hijo de querer usar ahora su dinero y procede a complacerlo desprendiéndose de activos con los que podía seguir generando riqueza: vende unas tareas de tierra, retira oro del banco, subasta los animales que le corresponden.
Se infiere también que ese proceso de venta se hizo sin causar daño al valor del resto de la propiedad. ¿Por qué? El hijo que se queda, futuro heredero del 100% de lo que no se repartió, se queja al final de la parábola porque se sacrificó un valioso cabrito para la fiesta de bienvenida a su hermano. Le molesta se disponga de algo valioso para agradar a quien piensa no merece nada “porque malgastó lo suyo con prostitutas.”
Si la repartición hubiese causado una reducción importante del valor total del patrimonio, la ofensa era insalvable entre los dos hermanos y provocaría el mismo abismo que separa a los afiliados que quieren y se oponen a una devolución en efectivo de fondos de cuentas de capitalización individual. La sabiduría del padre de la parábola en este caso es entregar el 30% de los fondos de las CCI en forma de títulos valores. Una desagregación simple de los valores en que están invertidos los ahorros previsionales individuales para que 70% se quede en la AFP y otro 30% en otra cuenta para libre disposición de los hijos que reclaman usar ahora sus fondos.
Esta medida no afecta el valor del patrimonio a la hora de la división. Aquellos que no quieran hacer uso de los valores así lo comunicarían a su AFP, que seguiría manejando el 100% de los fondos y los nuevos aportes. Quienes reciban su 30% en valores tendrán la opción de hacer lo que quieran y como quieran, después de una semana en que tendrán disponible información que oriente sobre la naturaleza de los títulos componen su portafolio.
Durante esa semana vamos a disfrutar de un brinco sustancial en el ranking mundial de cuentas de corretaje o portafolio de valores por habitante. Considero que los intermediarios de valores y reguladores tienen suficientes competencias para asumir la logística requerida para este proceso. Con su cuenta lista para operar, tocará a cada afiliado tomar sus decisiones de compras, ahorro o inversión con ese patrimonio, guiado por sus preferencias individuales, esas que deberían respetar todo aquel que quiere que con las suyas nadie se meta.
Es interesante notar que lo de “pródigo” en la parábola es el resultado del uso real que el hijo da a la herencia. El padre hace la entrega de los bienes que le corresponden sin hacer juicios de valor. No sabe lo que su hijo hará con los fondos, lo ve partir forrado en billetes a ciudad lejana, pero no lo etiqueta de antemano como un derrochador. Tampoco cree mejor al que se queda y decide esperar usar su herencia en el futuro. Ve dos seres humanos con preferencias diferentes sobre consumir hoy o mañana.
A diferencia de ese padre que no se atreve a juzgar a dos personas, las AFP catalogan de manirroto a todo el que exige hoy la oportunidad de usar sus fondos. Millones de afiliados que no les enrostran a ellas lo que hacen con la fortuna han recibido por funciones exclusivas de intermediación, observan con rabia como se les compara con narcos que prenden asados de leña y carbón usando billetes de dos mil pesos. Prueba irrefragable de que las “antenitas de vinil” de las AFP “detectaron la presencia de un” comprador compulsivo: foto de quienes recibieron adelantos de ahorro previsional en Perú saliendo de tiendas con televisores Smart TV de pantalla gigante.
¿Dónde están las fotos de los que en Perú se pusieron al día en alquileres atrasados y están seguros hasta diciembre; liquidaron el balance con el prestamista que apoya al 15% mensual cuando no hay otro recurso; los padres que podrán seguir pagando el colegio privado; los que van a estirar los fondos para poder alimentarse por varios meses? ¿Cómo es posible que se pueda ser tan categórico en lo que la gente terminará haciendo con sus fondos? Es una arrogancia que irrita, principalmente viniendo de empresas que en algún texto bíblico apócrifo encontraron que “los fondos de ahorro ajeno que reciben son para invertirlos en las iniciativas que recomiende el Emperador Romano”.
¿Pero qué hacer con aquellos que en pocos días se queden sin un peso del 30% por un consumo excesivo, fuera de lo normal? ¿Tendremos que pagar más impuestos en el futuro para que se le complete la pensión? No, aprendamos de la parábola. La aspiración del hijo quebrado que termina en el más indigno de los trabajos es ser tratado como jornalero y, además, manifiesta a su padre que renuncia a ser considerado un hijo. En consecuencia, descarta la posibilidad de volver a heredar en el aumento patrimonial que en el futuro se pueda vincular a su esfuerzo.
La forma de traducir esto al debate actual es sencilla: Todo el que disponga para cualquier fin el 30% de sus fondos queda automáticamente fuera de probables iniciativas públicas orientadas a mejorar las pensiones se disfrutarán en el retiro. Con la devolución en bonos y la inclusión de esta cláusula mejora sustancialmente el proyecto de ley.