La responsabilidad de aprobar el presupuesto es del Congreso Nacional.  Cada legislador vota a favor o en contra por el paquete completo: ingresos, gastos y financiamiento. Este discurso, por ejemplo, no es posible: “Excepto la modificación propuesta del impuesto al combustible, estuve de acuerdo con los demás gravámenes.  Dije sí a los gastos en educación, salud y seguridad, pero objeté los destinado a la Defensoría del Pueblo y Ministerio de la Mujer.  Mi récord muestra las Asociaciones Sin Fines de Lucro a las que puse un Ok para que reciban fondos y que me opuse al endeudamiento por emisión bonos soberanos.”

Este lujo de elegir partidas del presupuesto como se pide el corte preferido de la vaca es uno que no se pueden dar legisladores.  Si quieren picaña, se tienen que llevar mondongo, una vez terminan los debates y es tiempo de decir si o no al estimado de los ingresos, la asignación de gastos y al financiamiento necesario para equilibrarlos cuando se presenta ejercicio deficitario.  Todos los años se les presenta la oportunidad de presentar su visión sobre lo que verdaderamente es importante: el tamaño y peso de la vaca.   ¿Tenemos el organigrama de la administración pública que se ajusta a una nación de nuestro nivel de desarrollo?

Como la estructura del gobierno sale ilesa en cada legislatura se presenta el presupuesto, está claro que existe un consenso sobre la pertinencia de cada cuadrito del organigrama y a cada uno se le aprueba fondos para su funcionamiento.   Fondos que van a venir de una cuenta común de ingresos que provienen de impuestos y préstamos.  Esto es importante tenerlo en cuenta porque para un legislador no es posible decir que el dinero de las obras solicitó para su provincia vendrán de los impuestos a las bancas de apuestas, a las armas de fuego, los derechos consulares, el impuesto sobre la renta a las empresas que no operan en la provincia y a los préstamos más económicos que va a conseguir el país.

Otro absurdo también es escuchar a legisladores que aprueban el presupuesto del próximo año en noviembre, criticar dos meses después como un “combo letal” que se colocara el 100% de la emisión de bonos soberanos y que iniciara con buen pie el programa de subastas del Ministerio de Hacienda. ¿Algo podría ser más patético?

Enfatizo en esto para que los participantes entiendan que una vez aprobado un presupuesto deficitario, la misión del Ministerio de Hacienda es conseguir el financiamiento requerido en las mejores condiciones del mercado.  En vez de titulares sensacionalistas cada vez que aumenta el stock de deuda, resultado obvio cuando el financiamiento neto es positivo, se debe comparar la tasa marginal de los nuevos créditos con la lograda por países que están en nuestra categoría de riesgo. 

Y como ese nuevo financiamiento se ha estado logrando principalmente con emisiones de bonos, dedico una proporción importante del tiempo de este módulo de crédito público a que los participantes entiendan qué es un bono, sus ventajas y desventajas, la forma en que se presentan a los inversionistas, la importancia del mercado secundario para estos valores y el engranaje entre precio, cupón y rendimiento del bono.  Extenuante el ejercicio, pero gratificante ver sus respuestas a si es posible emitir bonos soberanos cuando se está en un esquema Ponzi, una de las críticas comunes al endeudamiento público que, entiendo, dejará de confundir a los tres grupos de oficiales del Ministerio de Defensa con los que he tenido oportunidad de compartir vía el CAPGEFI.